Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Cata de quesos en la Madrelagua


Este fin de semana Pancho participó en la Cata Insular de Quesos de Valleseco. Esta iniciativa municipal en colaboración con el Cabildo, está encuadrada dentro de las medidas de desarrollo de su sector primario. La Cata se llevó a efecto en la Asociación de Vecinos de Madrelagua, bajo la atenta mirada de Santa Rita, imagen que el día anterior se había trasladado a dicho barrio para presidir la fiesta anual de Los Paperos que se celebra en el citado barrio.
En la mesa de cata se sentó junto a un vecino de Valleseco, don Manuel Ponce Herrera, que regenta un bar, situado frente a la Caja de Ahorros, situado en la calle principal del pueblo. Al término de la misma entablaron conversación que derivó hacia la figura de Silvestre, del que hemos hablado en estas páginas con anterioridad. Ver: Silvestre, pobre de Valleseco y fotografía posterior. Manuel conoce muchas historias de nuestro personaje y tiene colgadas en las paredes de su establecimiento fotografías del mismo, entre ellas ésta que les ofrezco hoy y que he obtenido gracias a su amabilidad. Entre otras cosas, me contó que Silvestre fue sepulturero. Que en esos tiempos existía un ataúd de la beneficiencia, como servicio gratuito a las personas necesitadas. Cuando lo pedían, Silvestre lo llevaba a cuestas a la casa del difunto y una vez usado, lo devolvía al lugar de origen en el cuarto del cementerio. Como decía el amigo Ponce, si hasta Valsendero hay 3.800 metros en los que Silvestre iba cargado del ataúd. Luego tenía que volver andando. En total casi ocho kilómetros. También nos contó que nuestro personaje solía dormir dentro del citado ataúd, en ese cuarto del camposanto. Quizás por eso la fama que cogió y el temor de los niños a su figura. También que su casa estaba en Lanzarote y que la parte alta de la misma era propiedad de los conocidos Hermanos Rogelio, restauradores establecidos desde hace muchos años, en Las Palmas de Gran Canaria. Manuel comparte aficiones con Pancho. La de recuperar nuestra memoria a través de historias, de objetos antiguos, de los juguetes y sus vivencias; también de otras formas de vida ya desaparecidas o en trance de serlo.
Como ejemplo de su labor, nos enseñó una matraca de carrizo, juguete que se utilizó mucho en su tiempo y que está formada por un punzón de madera que se clava a una piña de millo madura y que se hace girar mediante una cuerda enrollada dentro de una nuez y, que al tirar de ella produce el giro de la mazorca (piña). Por cierto, una nuez gigante -nunca había visto una tan grande- y que según Manuel procede de un nogal del mismo Valleseco.
Buscando el teléfono de don Manuel Ponce en Internet me apareció esta noticia de la página web municipal fechada en el año 2008 y que dice así:



El empresario Manuel Ponce Herrera, será este Viernes 8 de agosto el encargado de dar el pistoletazo de salida a las fiestas en honor a Santa Rosa de Lima en el barrio vallesequense de Lanzarote, vinculado toda su vida al barrio ha sido el elegido por la Comisión de fiestas para llevar a cabo ese cometido, el mismo tendrá lugar el viernes a las 21 horas.
Por tanto, fue el pregonero de las fiestas del lugar donde siempre ha vivido (Lanzarote de Valleseco).

Felicidades, amigo Manuel, especialmente porque haya sido reconocido entre su gente. Y, siga usted con su afición -noble tarea- por recuperar lo nuestro (que es lo de todos).


Obras en el Doctoral

Como ustedes saben, Pancho estuvo un tiempito de concejal. En esa época había falta de todo, ni existía saneamiento –cada casa tenía su pozo negro- , tampoco había parques, ni jardines, escaso alumbrado público, había muchas infraviviendas –cuarterías, sobre todo- y solo había tres o cuatro carreteras asfarcadas, -que todavía hay gente que le dice asi al asfaltado-. Me estoy refiriendo a los primeros años de democracia municipal, en concreto a mediados de la década de los pasados años 80. En el escuálido plan de obras municipal tocaba asfaltar la zona de Doctoral, en el municipio de Santa Lucía.

Se iba a pasar de tener veredas de piso polvoriento a calles asfaltadas con su alumbrado público, aceras y saneamiento –para quien no sepa, las cloacas-.

Para ello, se hizo una campaña informativa municipal animando al personal a conectar al saneamiento. Se utilizaron carteles, reuniones en las asociaciones de vecinos e incluso un coche con altavoz que iba recitando por las tardes el siguiente aviso:

Se van a asfaltar las calles. Deben contactar con el Ayuntamiento para conectarse al saneamiento. Se puede pagar la conexión hasta en plazos de quinientas pesetas. Una vez asfaltada la calle no se podrá conectar hasta pasados diez años, porque después no se va a romper la calle para conectar un solo vecino.

Primera parte. En estas estamos y las calles están preparadas para terminar la obra. Se han cubierto las tuberías, rellenado el piso con broza, compactado con la máquina china y cuenta con una capa fina de betún asfáltico pues mañana se terminan los trabajos con el pavimentado final. El domingo habrá la fiesta de inauguración de las calles.

Once de la mañana. Al ayuntamiento llega un vecino con la intención de que le den permiso para conectarse al saneamiento. En la Oficina Técnica (OT) le dicen que no. Que ya es tarde y ha tenido seis meses para hacerlo. De todas formas, que vaya a hablar con el alcalde. Este le dice que no puede ser. Pero que lo intente con el Teniente de Alcalde a ver que se puede hacer. Este le contesta que imposible que ha venido muy tarde y ahora tiene que esperar hasta que haya otro presupuesto. El vecino, alicaído, vuelve a la OT y pregunta por el aparejador. Le cuenta lo que ha hablado con los políticos y el técnico le ofrece una posibilidad:

-Vete a casa de Germán Medina, el de la ferretería y te compras una lata de betún asfáltico (piche le dices tú). Esta noche, al oscuro, abres una zanjita, metes un tubo y lo conectas a la tubería gorda, lo coges con mezcla y lo metes dentro de tu casa. Cuando termines, rellenas la zanja, nivelas la tierra y le echas por encima un poco de betún de la lata. Que parezca que allí no ha pasado nada. Ya mañana de puertas adentro, arreglas lo que falte.

Dicho y hecho. El hombre sigue los consejos al pie de la letra y termina su obra externa. Al día siguiente, las máquinas terminan el trabajo y la calle queda nuevita de estreno y la tubería puesta por debajo.

Segunda parte de la historia. Llega Septiembre, mes de la zafra del tomate. De repente, en la casa de nuestro vecino empieza salir agua de los baños, con tal violencia que los muebles salen flotando para la calle. Llegan los bomberos de Maspalomas y al final se corta el agua que entraba en la casa.

¿Quieren saber que pasó?

Nuestro vecino, con las prisas conectó su tubería a la de los Betancores que lleva el agua agrícola desde la Orilla de Sardina hasta el estanque de Casa Santa.

Quiero contarles el fin de la historia. El técnico municipal –asesor de la obra clandestina- le preparó al vecino la reclamación ante la compañía constructora – de las importantes- que respondió ante el informe del técnico municipal, reconociendo su error debido a una mala práctica, pagando los daños al reclamante que representó una buena cantidad de dinero.

Vaya mi mejor recuerdo para el técnico citado del que no quiero mencionar su nombre. Ahora bien ¿Cuántos de nosotros al leerlo sabemos de quien se está hablando?. Desde esas fechas hasta hoy al técnico en cuestión le llega desde El Doctoral todos los años un saquito de papas. ¿Le llamaría usted a este caso corrupción o se trata de un caso típico de las labores que tiene que realizar un aparejador? ¿O quizás debí decir-: un trabajador social del municipio?

Mehmet, el barbero de Estambul

Pancho estuvo estos días de viaje, con esas cosas del desarrollo rural. Tuvo reuniones en Sevilla, Madrid y ¡para que vean ustedes que hombre más viajado! ¡Se llegó hasta Turquía!
En la preciosa ciudad de Estambul, muy cerca de los monumentos de Hagia Sophia y Mezquita Azul, conoció a un barbero -allí se dice berber- de nombre Mehmet. Hombre agradable, de estatura mediana, tirando a baja, con su pelo blanco rizado. Sonrisa cómplice. Simpatizaron, que es lo mismo que decir, se cayeron bien. Primero tuvieron un período amplio de negociaciones sobre el precio, sin emplear una palabra de español ni de inglés, porque Mehmet habla el turco, como su idioma universal, sin ningún tipo de interferencias lingüísticas.

-¿Cuanto, pelado y afeitado de barba?, decía Pancho con señas.
-15 liras turcas.
- Muy caro. ¡Ocho!
-¡No, no!.
-¡Quince!, señalaba con los dedos.
Al final lo dejamos en 12 liras.
Nos entendíamos con papel y bolígrafo. Señalaba una foto colgada en la barbería en la que aparecía con pinta de hippy y escribió: 1950. Así adiviné que el hombre tiene 62 años.
- ¿De donde eres?
Yo le contestaba: kurdo. El decía: ¡Miii, kurdo!. Efectivamente, Mehmet es kurdo y está orgulloso de serlo.
Le escribí que era canario y le dibujé un mapa. Él estuvo trabajando en Alemania.
Como decía mi padre: Y en lo que el diablo se estregó un ojo ya estaba Pancho pelado. Le dije que rebajara un poco el escaso flequillo. Me dijo que no, moviendo la cabeza Que así estaba bien. Y ni por Dios cambió de opinión. ¡Qué vamos a hacer! ¿Cómo se dió cuenta que uno no tiene gusto para estas cosas?.
Siguió con la barba. Continuó prendiéndole fuego- ¡así como suena!- no menos de seis veces a los pelillos de las orejas. Para ello, impregnaba un bastoncillo de algodón con un líquido azul, parecido al alcohol. Prendía el bastoncillo, lo acercaba a cada oreja quemando y apagando rápido con las manos. ¡Fuerte olor a chicharrones, caballero!
También le cortó (emparejando) las cejas y le masajeó cara, frente, hombros y brazos.
La gran sorpresa llegó cuando le depiló el entrecejo ¡esto tampoco lo había visto nunca!. Sacó una carretilla de hilo de coser, estiró el hilo lo cruzó y manteniéndolo con dedos y boca hizo una especie de pinza que aplicando una y otra vez sobre la ceja, iba eliminando uno a uno los pelos mal colocados.
Al término de su trabajo, Pancho fue espléndido en el pago pues había realizado más trabajo del concertado. Y pareció que él ya lo esperaba. Que lo del trato no era más que una forma de jugar, entre personas mayores. Le regalé un llavero de las Islas Canarias y nos dimos un abrazo fuerte, sentido. Está claro que todos somos hermanos y que en todos sitios hay gente especial. A partir de ese momento, cada día cuando pasaba por su puerta , Mehmet saludaba con alegría levantando la mano y diciendo:
-¡Canario, amigo!.
Han pasado algunas fechas. Tengo las fotos para recordarle, pero en mi memoria solo quedó grabada su sonrisa de buena gente. ¡Amigo Mehmet, hasta la próxima pelada o afeitada!

Miguelito Moreno, de Caideros

En dos ocasiones anteriores he escrito sobre José María, una denominada El pastor de Caideros y Otra de José María, el pastor.
Es un personaje que me atrae y en busca de su estela, hace algunas semanas fuimos a Caideros. Allí me encontré con Miguelito Moreno, al que llaman el Jefe de los pastores. Le había conocido en Tejeda con motivo de una fiesta en la que se nombró a la Virgen del Socorro, patrona de los pastores y sin saber porqué simpatizamos. En la fiesta y procesión, mi personaje ocupó un papel principal dedicando unas palabras a la Virgen, en las que -recuerdo- decía que ningún pastor había sufrido un percance en la raya de Tejeda y eso es porque la Virgen les protegía.
El motivo de parar fue preguntarle si conocía algo sobre José María, el pastor. Anécdotas o sucedidos para contárselos a ustedes.
La sorpresa llegó cuando me dijo que José María fue su suegro, pues el está casado con la única hija hembra que tuvo, Francisca Moreno Díaz. Me presentó a su señora, por cierto, muy guapa y bien arreglada pues iba de visita a la costa. Nos invitó a probar queso ¡qué queso de flor hace!. De verdad, delicioso. Todavía se guardan en esas medianías las formas antiguas de hacer el queso de flor, parecidas al de Castelo Branco y la Serra de la Estrela, en Portugal o el del Casar en Cáceres.
La señora nos habló de su padre y me llevó al corredor de su casa donde mostró varias fotografías, en una de las cuales, enmarcada y colgada a la pared, están su padre José María y su madre. Nos permitió fotografiarla y es la que se muestra a la izquierda. Mírenla con detenimiento. Es un matrimonio de pastores, alrededor de su ganado. Pasamos un rato muy agradable en su casa, alrededor de un café con el que nos brindó y quedó claro que Miguelito es como Pancho, muy conversador. Como decimos nosotros, "dos alegantines iguales".
La esposa de Miguelito me relató la historia de cuando su padre fue a pelarse a Gáldar, confirmando lo que habíamos escrito. Mientras lo narraba, se le notaba orgullosa de su padre.
Su hija, es decir la nieta de José María, nos dijo que de niña, siempre estaba con su abuelo del que tiene grandes recuerdos y que aprendió de él muchos
"trucos", como ella dice.
Del porqué teniendo menos ganado que otro pastor, sacaba más leche y más queso que éste. Porque hay que tratar bien a los "alimales".
También contó como era su abuelo, al que describe bien esta historia: cuando tú quieres saber algo cierto hay que preguntarle a los niños, porque ellos nunca mienten. Cuando los padres decían una cosa y los niños otra. ¿A quien había que creer?.
Confirmó que José María era hombre de muchas lindes y por tanto, como se dice en el campo, "hombre de curia" o "de abogados". Al hilo, le dije el refrán : "Herencias y lindes, mondongo de abogados" y me salió con ésta: ¡Mi abuelo me decía que cuando iba a los abogados les quitaba los libros, para aprendérselos él! ¡Por eso, sabía más que los abogados!.
Quedamos en volver otro día para hablar de más sucedidos de José María y de los suyos propios. Cuando los tenga, prometo hacérselos llegar a ustedes.
Saludos