Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

De puntillas



Charla en el club de pensionistas de un pueblito de por aquí. Hace dos días que llegaron un buen grupo de vecinos de un viaje  -de éstos de la tercera edad – a Madrid.
Pancho azuza un poquito al personal con su acostumbrada socarronería para enterarse bien de lo que pasó.
                -¡Cuenten algo, hombres, como fue ese viaje. ¡Adonde fueron?
                -¡Oiga, fuimos a Madrid y estuvo “bienísimo”, cristiano!
                -¿Y gastaron mucho?
-¡Pues no. Todo estaba bien organizadito! ¡El hotel, un lujo!  Las comidas, una maravilla.  Con decirle que habían hasta churros por la mañana, se lo digo todo. ¡Y limpito como el oro!
-¿Y no visitaron nada? ¡Quiero decir: el Museo del Prado, la Cibeles, la Plaza Mayor, esos sitios… El Congreso, que sé yo!.
-¡Fuimos con guía a todos esos sitios ¡Muy bonitos, muy bonitos! Entramos al Congreso y todo. Donde si nos gastamos algo fue en comer por fuera del  hotel  y  en  entrar al Teatro Real.
-¡Eso si debe ser bonito!
-¡Y fuimos dos días a almorzar por fuera!  Un día: Cocido madrileño. ¡Coño, está buenísimo! Y al día siguiente: callos a la madrileña en Casa de un tal Mingo. ¡Oiga, amigo: cosa rica! Otra cosa que me sorprendió es  lo  educada  que es la gente de allí.
-¡Todas no serán así!
-Mire, fuimos al Teatro Real a ver un baile de esos finos que le llaman balén (ballet) y cuando las bailarinas se dieron cuenta que Dominguito se había quedado dormido. Se pusieron a bailar de puntillas para no despertarlo, cristiano. ¡Ditoseadiós, donde se ha visto cosa como esa!  No se oía una mosca….
 Fin.


Dedicado a María Suárez

Los taxis vuelan


Gervasio está sentado en el muro de la plaza “alegantiniando” con Rufino.
Hablan de lo rápida que es la vida en Las Palmas y en este momento, acaba de decir
-¡Por cierto, Rufino ¿dicen que vas a ir pa’ Las Palmas uno de   estos días?

-¡El miércoles tengo bajar al médico en el hospital del Negrín! ¡Ahora me quieren  cambiar la próstata  que me pusieron en las rodillas! ¡A perro flaco, todo son pulgas! ¡O como decía Pepito Guedes,  a esta edad  todo son botanas!
-¡Consio! Dice Gervasio  ¿Y a mí que me parece que a eso no se le dice próstata!
- ¿Y como se dice, antonses?
- ¡No sé, pero no me suena! ¡Pero, sigamos con lo que estamos hablando le decía cristiano que en Las Palmas los coches van como locos! ¡ Usted ya no puede cruzar una calle porque se lo llevan por delante!
-¡Es que usted tiene que ir por los ”pasospatones” que pa’ eso están, hombre!
-¡Mire si le digo los taaxis!¡ Los taxis, los taaaaxis… vuelan!

Hasta aquí el diálogo en el pueblo.  

Y ahora, ya estamos de golpe en la ciudad de Las Palmas y terminada la visita al  hospital.  Rufino pregunta por la parada de la guagua, le dicen que está un poco lejos. Y en eso, que pasa un taxi. Mi hombre le hace señas. Para el coche y se sienta detrás
El taxista dice
                -¿Para donde va el señor?
                -¡A la Playa de Las Canteras!
                -¿A que altura?
Al oír esto, Rufino le agarra por la chaqueta y le soltó amenazante esta otra frase para la historia

                -¡Si usted me levanta las ruedas del suelo, le meto un “jaquimaso” (1) que le parto el alma, carajo!

Saludos.
                        --------------------oO0Oo--------------------

Dedicado a mi amigo Expedito Suárez, taxista
 
 
1.- jaquimazo. 1. m. Golpe dado con la jáquima. 2. m. coloq. Pesar o chasco grave dado a alguien.
1. Jáquima  f. Cabezada de cordel, que suple por el cabestro, para atar las bestias y llevarlas.