Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

El pandero de chapas





Llegando el mes de septiembre, mes de la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria, empezábamos a hacer los panderos para llevar a la romería (caminata, se decía o, "ir caminando a Teror")
Así que nos poníamos a "rejuntar" chapas, a buscar una tabla, unas tachas que enderezábamos ya que eran usadas y a hacer el pandero.
He hecho uno, tomando fotos de los pasos para que vean como se hace.
Sé de la escasa importancia que tiene esto que les muestro. Es fruto de otro tiempo de privaciones sin cuento.
Ahora bien, si sirve para que ustedes recuerden o se les ocurre hacer uno, me quedaré totalmente satisfecho.
Estamos en época de avances tecnológicos y no creo que a ningún niño de hoy le apetezca retroceder tanto, casi casi hasta la época de los mamuts. ¡Van a la tienda y lo compran!

Brujas en el Camino de La Plata.





Hace algunos años, estaba echándome unas cervecitas con Dieguito y otro amigo más, a la puerta de la casa, allá arriba en El Sequero. Nos las tomábamos directamente del botellín, porque de todos es sabido que el vaso calienta la cerveza.
Hablaban despacito de aquellos tiempos en que habían brujas que, por cierto -y como todos sabemos- desaparecieron cuando llegó la luz eléctrica y se pusieron bombillas en la calle. En medio de la conversación salió esta historia que hoy recuerdo para ustedes. ¡Ah! El amigo que estaba era Pepe Armas pero no lo vamos a decir porque a él no le gusta que lo nombre. Sigo con la historia de Dieguito.
En esos tiempos -decía- la carretera llegaba por el Centro, solo hasta San Mateo. Quiero decir con esto que no había carretera hasta Tirajana, solo llegaba por el Este hasta la entrada de Santa Lucía, al lugar conocido ayer y hoy como la Plaza del Paradero. El amigo Dieguito, salía al alba con su burrita del país, de nombre Carmela, cargados que da gusto de fruta desde su Tunte hasta la Vega. Allí mercaba, hablaba con la gente de los otros puestos, se echaba su cafecito y almorzaba pronto pues no le gustaba que le cogiera la noche y aparecieran las brujas. Bueno. Ya son las cinco y media de la tarde y ya está mi hombre con su burrita cargada de vuelta pá Tunte. Pasa un ratito, ya es noche oscura y está llegando a la bajada del Camino de La Plata. Ya está llegando donde empieza el camino empedrado y a la derecha, está la represa de Juan Domingo, raída hasta arriba de agua porque hubo buen invierno. Las estrellas se reflejan claritas en el agua y Dieguito, al verlo, dice: -¡Me cago en la madre que me parió! ¡Si no lo veo, no lo creo! ¡En lo que fuí y vine se hizo ahí un pueblo! Esto son cosas de brujas!
- ¡Parta, burra, coño!¡Venga, Carmela, tire pá San Bartolomé! Mi agradecimiento a JJAD.

Dorita, señora singular

Misal romano antiguo

 Dorita, persona piadosa, inculta, poseedora de buen patrimonio y con disposición de bastante dinero en efectivo ¡la ricachona, vamos!, va a ir a misa.

En el tiempo de ocurrida esta historia, -in illo tempore, se decía en latín-, todas las mujeres llevaban al oficio religioso un librito llamado misal (1) Ver foto más arriba. Y un velo cubriendo su cabeza.

Dicho misal venía escrito en latín y las señoras acompañaban la misa leyendo para sí lo que allí estaba.

Dorita lo había prestado -muy a su pesar- a una vecina y aprovechó para pasar por la casa y recogerlo. Con él en la mano entró en la iglesia, se arrodilló y empezó a balbucear palabras en latín (o parecido). La señora que estaba a su lado se dió cuenta que tenía el libro al revés. O sea, lo de arriba "pa" bajo. 
Y discretamente se acercó a su oído hacíéndole constar el error. 

Ella para no quedar mal ante la parroquia y disimular su analfabetismo, muy diligentemente, exclamó:


¡Jesús, Jesús (y girando el libro, 180 grados, sentenció!:

¡Esto es lo que pasa por los "empréstamos"!

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Y segunda historia de la virtuosa Dorita:


Un día fue a comprar unos yogures al carrillo que diariamente pasaba por la

puerta de su casa.
Hizo la compra, pagó, se despidió y, escuchen el comentario del pequeño comerciante al siguiente cliente:
¡Fuerte burra la Dorita esta, a los YOYURES, le dice BOYURES.



Fin de la historia.
Mi agradecimiento a GDM