Mi taño

Colección hecha por canario del campo
En los dos últimos meses Pancho ha estado asistiendo a un curso de cestería con fibras vegetales, impartido por el maestro Juan Ramírez, el conocido y laureado artesano de Santa Lucía de Tirajana. No es la primera vez que se sienta con el maestro a charlar, mientras hacen cestas o figuras de barro, cuestión ésta en la que es también un consumado maestro. Don Juan es un gran conversador y está dotado de una formidable memoria. Muchas veces es fuente de mis historias.
Tanto en su taller como en otros cursos que se han organizado, nuestro Pancho ha hecho sus pinitos, confeccionando alguna de estas “artesanías”, cuyo único y verdadero valor está en que han sido realizadas totalmente con sus manos.
En el año de 1999, con la colaboración de Aider Gran Canaria y con la aportación de fondos pertenecientes a la Iniciativa Comunitaria Leader II se grabó una película, denominada: Taños y Balayos, donde se muestra el proceso completo desde la obtención de las fibras vegetales, secado, preparación y confección de estos hermosos elementos de nuestra tradición.
El nombre de taños y balayos se pierde en la noche de los tiempos y solo les encuentro en Gran Canaria. Buscando el origen de la palabra balayo, existe una palabra cercana en el diccionario de la Real Academia Española, es balay (1) de uso en América y que procede del portugués balaio. El término que más se acerca en español es bálago (2), que significa paja de centeno.
En cuanto a la palabra taño (3), ninguna acepción se corresponde con el objeto que hoy mostramos.
La función tanto del balayo como del taño era guardar el grano, especialmente millo, evitando humedades y la acción de los roedores.
Casualmente este taño que acabo de terminar, cuyo proceso rápido de confección verán a continuación en una serie larga de fotos, está hecho sólo con paja de centeno y tomiza (4) -en Canarias, tomisa- de palma blanca. Vean las fotos desde el nacimiento hasta su final.




Espero que les haya gustado.
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(1)balay.
(Del port. balaio, retama, escoba).
1. m.
Am. Cesta de mimbre o de carrizo.
2. m. Col. y Cuba. Cedazo formado por un aro de bejuco grueso en el que se asegura un tejido de tiras de hoja de palma, usado para cerner harinas de maíz, de trigo, etc.

(2)bálago.
(Quizá del celta hisp. *bálago- o *bálaco-).
1. m. Paja larga de los cereales después de quitarle el grano.
2. m. Paja trillada.

(3) taño.
(Etim. disc.).
1. m.
casca (‖ corteza de ciertos árboles).
(De cascar).
1. f. Hollejo de la uva después de pisada y exprimida.
2. f. Corteza de ciertos árboles, que se usa para curtir las pieles y teñir artes y aparejos de pesca.

(4)Tomisa.
La palabra tomisa no está registrada en el Diccionario. Las que se muestran a continuación tienen una escritura cercana.
tomiza
· (Del lat. thomix, -īcis, y este del gr. θῶμιξ).
· 1. f. Cuerda o soguilla de esparto.

Del diccionario de la Real Academia Española

¡No fumo más nunca!



Bienvenido es una persona mayor, jubilada hace lo menos diez años. Por tanto, tiene alrededor de 75 abriles. Socarrón, simpático, anecdótico y ser muy buena gente, son sus virtudes. Su mayor defecto: es un fumador irredento. Varias veces le he comentado que el tabaco le va a quitar la vida. Que esa asfixia es un peligro. Que un día se le van a cerrar los bronquios. Su contestación siempre la misma


-¡Si fumando estoy así de gordo, como lo deje me pongo como una ballena!


El otro día se levantó asfixiado. Yo creo que también por eso del polen de las plantas. Tan malito se puso que tuvieron que llevarlo en ambulancia al Hospital Dr. Negrín.


Las personas mayores sienten un miedo tremendo a que los lleven al hospital. Se creen que no van a volver. Una vez hablamos de eso y me dijo


-¡Pancho, cuando uno se lo llevan Las Palmas es que el médico de aquí ni el de Arucas pueden hacer nada! ¡Así que la cosa está jodida!


Sigamos con Bienvenido. Acaba de llegar al Hospital asustado por la sirena de la ambulancia y lo entran sobre la camilla al Servicio de Urgencias. Inmediatamente llegan el médico y los enfermeros, éstos portan una carretilla con dos botellas de oxígeno, una grande y otra pequeña. El médico ordena que le conecten la botella grande y es entonces cuando a Bienvenido le sale el niño chico que aún lleva dentro.


-¡No me pongan eso! ¡Lo juro por Dios que no fumo más nunca! ¡Llévenme Firgas!

Clemente, el de la cumbre


Hace unos días, estaba viendo jugar a la zanga. En un momento de la jugada, alguien dijo en voz alta. ¡Clemente, el de la cumbre siempre decía: Arrastre de arriba, carajo!

He estado preguntando a varias personas que le conocieron y el resultado se lo ofrezco a continuación.

Era un personaje hosco, poco hablador. Un poco menos de lo necesario. De baja estatura, tenía los dientes un poco anchos y largos, lo que hacía que no pronunciara muy bien las palabras. Me llegaron algunas anécdotas de este hombre al que no conocí.

Un día entró en un bar de Telde, pidió unas copas de ron y unas tapas. Al término, pidió la cuenta. Se la dieron. Dieciocho pesetas. Sacó la cartera, la revisó al revés y al derecho y dándole un golpe contra el suelo, exclamó:
- ¡Ah, cartera del diablo! ¡No tienes un puto duro!
Como era conocido del dueño, la cuenta quedó para otro momento.
…………………. O………………………

Otro día, mejor otra noche, acompañado de su mujer pasó delante de un bar en su pueblo. Clemente tiraba para entrar y la parienta también, pero en sentido contrario para no dejarle echarse su copita. Al final entró y uno de los vecinos le dijo socarrón:
-¿Te casaste, Clemente?
A lo que contestó de forma seca, contundente y atropellada
-¡Usted también se casó!
….……………..O……………………..

En otra ocasión, le prestó su burra a Genaro para trabajar en el campo allá por la zona de Trejo. Con tal mala suerte, que empujando para atrás, el animal se le desriscó, matándose. El hombre fue a disculparse y la cosa quedó en todo sea por Dios. Al poco tiempo, los graciosos que en ningún lugar faltan, hicieron correr la noticia de que Genaro había vendido la burra y que la vieron por el Carrizal de Ingenio. Clemente fue a Trejo, preguntó donde se había enterrado la burra. Cogió un sacho y exhumó el cadáver. Terminada la verificación, dijo:
- ¡Usted perdone, Genaro!

Y la última por hoy.
Llegó a una tienda-bar montado en su burra. La calle inclinada, la puerta del establecimiento más alta de lo normal y para corregir el fallo y aprovechar algo el dominio público, se había puesto una pequeña escalera de mampostería y de camino una terracita pequeña, donde el personal se sentaba al sol. En la misma había un banco de madera, pequeño para una sola persona. Clemente amarró la burra al banco y entró en la tienda. Después de los saludos de rigor, el Secretario del Juzgado –otro coñón- le dijo al policía local en broma:
-¡Tenga las llaves del cuartelillo y llévese a este hombre! ¡Lo he llamado a declarar tres veces y está en rebeldía!
Clemente con la fusta en la mano, le dijo amenazante
-¡Échese patrás, que lo frío!
El guardia muy serio, dijo
-¡Vamos, Clemente!
-¡Échese patrás que lo aso!
En resumidas cuentas que Clemente se calentó y le dió con la fusta. Al oir el restrallido(1) la burra salió corriendo, arrastrando el banco por toda la carretera general. Cuando pararon al animal, el banco se había deshecho y solo quedaba una tabla pequeñita. Eso sí, la broma se acabó al instante. Invitación para Clemente y disculpas. Alguien dijo por lo bajo
-¡Vaya hombre bruto!
Este era nuestro mundo rural…
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(1)
restallido
m. Ruido que produce algo al restallar: el restallido de un látigo