Recordando a Dacio


Caminando por los lindos campos de mi tierra, me he tropezado con esta imagen. Mírenla con detalle, hay zarzamoras y uvas, juntas.
Me recordó una cuarteta (cantada como folía)  por el gran maestro Dacio Ferrera (q.e.p.d.) y dice así:
 
Uva que nació entre zarza(s)
que triste fue tu destino
no tuviste sol ni calma
¡nunca llegaste a vino!
 
Quiso la casualidad que mientras recordaba al maestro, levanto la cabeza y... justo al lado de la parra se encontraba este castañero (castaño para los finos) al que también el genial Dacio cantara otra estrofa. Ahí va
 
 
Hermosos los castañeros
con sus ramos erizados
sueñan con los tostaderos
entre fogones ahumados.
 

Este pequeño escrito quiere ser un gesto de recuerdo al que fue uno de los más populares y admirados folkloristas de las últimas décadas, nacido en Arafo (isla de Tenerife) en 1938 y fallecido el 17 de febrero de 2007.   La última grabación discográfica en la que participó tuvo  que ver con el timple, uno de sus temas preferidos a la hora de crear coplas, junto a los gallos de pelea y a la cultura del vino.
¡Que cantidad de gente buena hemos perdido!
 
 
 
Saludos....................


El beso robado

En la niñez e inicios de mi pubertad, 13-14 años, la educación sexual de los jóvenes no existía. Aprendíamos con los amigos lo que era una cosa y otra, pues en  casa nadie trataba esos temas, especialmente con los hijos varones. Las niñas, siguiendo la tradición eran enseñadas (aleccionadas, como hoy)  por sus madres. Aporto una frase clarificadora que escuché de una abuela a sus nietas:
-¡Mis niñas, ustedes salten y brinquen, pero guarden el albaricoquero!
Porque a diferencia de los niños, las niñas se quedan embarazadas. Y la frase no necesita más explicación ¿verdad? ¡Y con todos mis respetos, este no es un blog porno!
Sigamos. Entre los niños,  el que no sabía del asunto, que éramos todos, inventaba (mentía) para no quedarse atrás y así recuerdo la siguiente experiencia de mi despertar al tema.
En el colegio, había un chico de nombre Mauricio que era un ligón. Alto, moreno, guapillo, lo cierto es que le veía siempre rodeado de chiquillas. Todo el día dando besitos en la mejilla a las niñas, a veces hasta en conjuntos de cuatro. ¡Vamos, era la envidia del personal! Un día en el colegio, a la hora del recreo,  nos decía –pontificaba- que los labios de una mujer sabían a caramelo. ¡Dulcitos, dulcitos! Aquello me estuvo dando vueltas en la cabeza toda la semana. Y vean cual fue la experiencia. El domingo por la tarde, quedé con una niña de mi agrado y fuimos juntos al cine.
Al volver, fuimos paseando hasta la entrada de su casa, pero esta vez, en lugar de marcharme cuando llegaba a la puerta como siempre, cambié y me metí en el zaguán ¡y en un segundo! Le di un beso, pero medí tan mal las distancias que casi nos partimos los dientes. ¿Qué dientes? Las paletas, para mi; para los finos y educados, los incisivos.
El lunes por la mañana, esperé a estar en el patio del colegio con la misma tertulia. Y según llegó Mauricio, sin anestesia ni nada,  le solté estas palabras:
-¡Vete pallá, batata(1)! ¿Qué los labios sabían a caramelo? ¡Mentiroooso, eso no sabe a nada!
Se acabó……………………….
Saludos

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(1) Batata.- Tubérculo parecido a la patata, pero de sabor dulce.Boniato.
                     En algunos sitios de Canarias, sinónimo de mentira o mentiroso.

Vicente, el majorero

         Mediados los años sesenta del siglo pasado, un joven Pancho se reunía por las tardes con sus amigos en el bar de Vicente, un majorero (1)  regresado de Venezuela  que invirtió parte de sus ahorros en ese  bar-restaurante,  al que puso por nombre: Porlamar. 
            Hombre capaz de oler un “duro” aunque estuviera bajo tierra, llegó a un acuerdo con mi grupo de amigos.  Así, nosotros le comprábamos una botella de whisky de marca - sin querer hacer propaganda era de la marca Haig, pronunciado yon jei- por un precio algo más caro del normal, en una tienda de comestibles. A cambio, según llegábamos ponía nuestra botella y los vasos en la mesa,  cobrando solo los refrescos y cualquier añadido diferente (papas fritas, manises, alguna tapa, etc.).
 
          Uno de los contertulios era el amigo  Antonio Sánchez, hombre con sentido del humor, un tanto corrosivo.  Desde el principio del negocio de la botella nos venía advirtiendo que el líquido menguaba en la estantería de Vicente. Vamos que se vaciaba fuera de nuestra mesa. Antonio bromeaba con el propietario mirando si la botella estaba “picada” buscando algún agujero en el vidrio. 
      -   Vicente ¿Usted está sirviendo a todo el mundo de nuestra botella?
         -      ¡No,  Antoñito esta botella es la de ustedes, por eso la tengo aquí aparte!¡Yo no hago porquerías, hombre!
       
          Antonio seguía machacón, erre con erre.  El creía que se  estaba “evaporando” y para comprobarlo le puso una marca en la etiqueta, rayando con su uña.
Había observado  que allí se vendía mucho whisky de la marca  citada, pero la “tonga” (2) no bajaba, la que sí lo hacía -de forma altamente sospechosa- era  una de  whisky barato, marca Ross, nº 1 ¡fuerte memoria tienes,  Pancho! entongada al lado de aquella.   ¡Todo los días bajaba una caja de doce botellas!
         Para completar los personajes de mi historia tienen que saber que el canario no tiene pecado de racismo, estamos acostumbrados a acoger con naturalidad a gente venida de otras partes del mundo. Somos una mezcla de guanches o canarios antiguos, anteriores a la conquista por España, de mallorquines, portugueses, genoveses, castellanos, gallegos, europeos de todo pelaje, americanos, etc. Como decía aquel somos un crisol. Hoy, las cosas han cambiado un poco. En Gran Canaria, de 450.000 habitantes a mediados de los años 60, hemos pasado  a 846.000 (cifra de 2012), lo que crea actualmente algunas fricciones, en esta época dura en el aspecto económico que estamos padeciendo. Y en Canarias, vivimos mas de dos millones de personas, 2.114.828, según Canarias7 (2015).  
           Pero quiero referirme a la década de mi historia. Aquí al turista inglés, le llamamos “choni”, al parecer todos se llaman” Johnny”. Al palestino que vendía tejido en fardos portados al hombro, le llamábamos el “jarandino” o “el árabe”. A los hindúes, dedicados al comercio en los bazares del puerto,  los ”indios” y todos ellos se integraban con mayor o menor intensidad  en  nuestra sociedad. 
         El que  sí tiene problemas ahora y siempre, es el español, por su hablar muy alto que molesta, con pronunciación llena de eses, ces y zetas;  que  presume de tener cortijo en su tierra al que llamamos despectivamente “godo”. 
No los tiene el español, trabajador, solidario que se integra y dulcifica su lenguaje al que llamamos cariñosamente, peninsular, por ejemplo, se dice: Miguelito, el peninsular. Es un título y  a ese sí le queremos.
         Ya tenemos los dos elementos de nuestra historia: el godo y el majorero. Y va la puesta en escena:
Entramos  juntos al bar, pedimos  nuestra botella a Vicente.               La está poniendo  sobre la mesa con los vasos. Antonio se gira molesto al oír a un godo que con su voz potente, no deja hablar ni oír a nadie. 
         Como siempre reprendiendo al personal porque, o no sabemos hablar o él lo sabe todo y de todo; de fútbol, de mujeres, de música….. ¡Menos de  trabajar, diría yo!  
       Antonio ya está calentito. Baja la cabeza y remira la botella, notando con sorpresa que tiene más líquido que ayer.  El nivel está por encima de la marca de uña. Piensa. ¡Y el tapón irrellenable! No puede reprimirse y con la voz potente  para acallar a todos,  le sale el canario que lleva dentro:
           -¡Vicente, mande a que bajen la voz,  por favor!
Y aprovechando el silencio, sentenció
          -¡Y pá que lo sepas pa toda la vida, te digo una cosa: es más dificil encontrar  a un majorero bobo que a un peninsular “gago”(3)!
En ese momento, sonó la campana de la iglesia y todos la oímos. 
 Saludos.........................
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(1)    Majorero.- Originario de la isla canaria de Fuerteventura, también llamada Maxorata.
(2)    Tonga. (Tongada).-  Pila de cosas unas sobre otras.(En este caso, cajas de bebida)(3)    Gago, gaga.- adjetivo (América) tartamudo.