Cristobita, de La Breña




José Rodríguez García (Cristobita). Nació el 10 de Julio de 1934, en Lomo Magullo (Telde), aunque vive en La Breña, lugar del mismo municipio. Tiene, por tanto, 75 años cumplidos. Sencillo, simpático, alegre, educado, respetuoso… Es una delicia charlar con él.
Sus habilidades más notables son éstas: Estupendo bailarín –le habrán visto ustedes en televisión- y posee una memoria a prueba de bombas. Mientras hablábamos, durante un baile de taifas, varias mujeres conocidas de Pancho le pidieron, en voz baja:

-¡Dígale a Cristobita que me saque a bailar!.

Es una maravilla verle danzar en círculos, apoyado siempre en la punta de su pie izquierdo. Según dicen sus parejas de baile: ¡Es livianísimo!.
En el transcurso de la conversación contó esta historia que me sorprendió por su gracia. Fue una contestación a mi pregunta:
-¿Si su nombre es José, porqué le dicen Cristóbal?
Ahí va la respuesta, sin añadidos.

Nací el día de San Cristóbal y me quitaron el nombre. Le voy a decir como fue. Yo a mi hermano le llamo José y mi hermano me llama a mí, Cristóbal. Tenemos el nombre cambiado. Cuando yo nací, nací en Lomo Magullo, no nací en La Breña. Y entonces….., mi padre fue a apuntarme al Ayuntamiento y me puso José, igual que él. Mi padre se llama José.
Al siguiente día, vinieron mis abuelos y le preguntaron a mi padre
-¿Como se llama el chiquillo?
-¡José!
Nací el día de San Cristóbal, ¡eh! .Y mis abuelos se echaron a llorar. Porque se les había muerto hacía poco tiempo un hijo que se llamaba Cristóbal, de 9 años.
Y mi padre dijo:
-¡Pues se llama Cristóbal!
Y todo el mundo me llamó Cristóbal. Cuando nació el otro, lo apuntaron Cristóbal y mi padre le dijo a mi abuelo:
-¡Ahora le cambiamos el nombre!
Y mi abuelo dijo: ¡No, no!
Pues seguí Cristóbal y mi hermano José.

¿Que les parece la historia?
Y siguió….

Cuando fui al cuartel me tuve que aprender bien el apellido Montelongo. Era el soldado que estaba en la lista antes de mí. Después de él, decían José Rodríguez –que soy yo- y no me daba cuenta. Pá no equivocarme, cuando decían Montelongo, ya estaba preparado porque detrás de él, me nombraban a mi.

En otro orden de cosas, Cristobita se sabe refranes y letras de puntos cubanos muy antiguos. Aunque recogí bastantes, les ofrezco estos tres:


1.- El comelón

En dos horas por el reloj
Me comí un saco de arroz
Siete vacas y un ternero
También me comí un cordero
Y de papas, un serón
Cien kilos de salchichón
Doscientos de huevos fritos
Y como comía poquito
me decían el comelón


2.- Canarias y Cuba

Canarias tiene terrenos
Mejores que los de Cuba
Donde se cosechan uvas,
Trigo, cebada y centeno
Y tabaco no tenemos,
Porque la tierra no deja
Tenemos vacas y ovejas
Canarias es un gran tesoro
Y sin embargo se quejan


3.- Distinta comida

Para mi mujer, cebollas
Y para mí, carne asada
Porque cada uno come
Lo que le agrada.


Un saludo cordial y ¡¡ Feliz Navidad a todos!!



Romería de los Labradores año 2009



No tengo el cartel de la Romería de Los Labradores de este año. Lo he extraviado entre mis archivos. Espero subirlo esta tarde. Mientras tanto, aquí va esta foto de la fiesta para animarles a asistir. Eso sí, vestidos con la ropa apropiada para el evento, sin olvidarse el timplillo y la guitarra. 
Es el domingo, 20 de diciembre en Santa Lucía de Tirajana. Un consejo, hay que estar temprano en el pueblo. Las once es buena hora para llegar ya que empieza a la una de la tarde. Tendrán tiempo de tomarse una sopita caliente en cualquiera de los bares del pueblo y así estarán preparados para disfrutarla.
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Una vez subida la información, el amigo Carmelo Álamo me suministró el cartel que les muestro a continuación

  


 


Le agradezco su rapidez y ese estar siempre al quite que le distingue.


¡¡ Feliz Navidad a todos!!

Roque, el del Sitio Bajo


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Hace pocos días, Pancho mantenía animada conversación con su amigo Juan Mederos –algún día escribirá algo sobre esta persona ejemplar- . En medio de la misma se usó una frase que nunca había oído: “Que se joa, mamá Loló”. Le pareció a Pancho que había dicho algo sobre el mal olor y preguntó:
-¿Qué dijiste, Juan, que no te entendí?
-¡Esta es una frase muy antigua que en mi casa se sigue empleando. Me la contó mi tío Mirito cuando era niño. Como te gustan estas cosas, la voy a contar y si te parece la pones con esas historias tuyas de internet!.

Vaya si me gustó. No queriendo ser egoísta, la comparto con ustedes:

En el Sitio Bajo, lugar situado bajo el macizo de Amurga y sobre la presa de La Sorrueda, en la parte de San Bartolomé de Tirajana, vivía un joven llamado Roque. Era un chico “cortito”, dicho con mucho cariño, con un bajo coeficiente intelectual. Siempre se movió en un territorio muy pequeño del que apenas salió un par de veces para ir a San Bartolomé al médico. Saben que en aquellos tiempos, a estos niños se les escondía y decían que era “para no pasar vergüenza”. Hoy, hemos avanzado mucho –ventajas de la democracia- y están perfectamente visibles e integrados en la sociedad, algunos llegan, como el resto de los jóvenes al más alto nivel en sus estudios.

Seguimos.
Uno de los pocos vecinos del Sitio, una veintena en total, se llamaba José Teodomiro, conocido por Mirito, hombre que sentía aprecio y empatía con Roque.
Un día caminando en dirección al barranco oyó a nuestro personaje cantando a voz en grito. Le extrañó, pues hacía apenas dos días había fallecido su madre, Dolores, a la que llamaba, mamá Loló.
Cuando Roque advirtió la presencia de Mirito dejó de cantar. Poniéndose en situación, bajó el ala del sombrero en clara seña de que estaba disgustado y esperó con cara de tristeza.

Mirito le saludó, haciendo que no se había dado cuenta:
-¿Cómo estás, Roquito?
-¡Mamá Loló, se fue pa Tunte!
Estas palabras quisieron decir exactamente: Mi madre se murió y está enterrada en Tunte (San Bartolomé).
-¡No te preocupes hombre que allá arriba está bien!
Se refería al cielo, el Tunte de Roque.
Mirito siguió su camino, dejando atrás a un joven triste, con lágrimas en los ojos.
Cuando se encontraba alejado a unos cincuenta metros de distancia, de repente, el muchacho rompió a cantar como un desesperado.
Mirito, volviendo sobre sus pasos se llegó hasta Roquito, diciéndole:
-¡Coño, se muere tu madre y te pones a cantar!
La respuesta fue la siguiente:
-¡Que se joa, mamá Loló!

Sinónimo de: “el muerto al hoyo, el vivo al bollo”.
En sus entendederas, Roque se había expresado con rotundidad:
Ya que no puedo hacer nada, voy a cantar para olvidar.
Un saludo.

La tienda de Juanito Guerra



La historia de hoy se desarrolla alrededor del año 1950, en el pueblo y municipio de Valleseco, en Gran Canaria.
El lugar, una tienda de comestibles regentada por Panchita, aunque se la conoce más por el nombre de su esposo y también propietario, Juanito Guerra. No podemos decir que fuera una “tienda de aceite y vinagre”, más bien entraba en la categoría de almacén en general. Juanito tenía una  camioneta y con ella, se trasladaba casi todos los días a Las Palmas. Allí cargaba productos de importación y también frutas frescas, forraje de animales, etc.
El caso es que disponiendo de productos frescos y de calidad, la tienda/almacén fue cogiendo renombre. Venían personas de Valsendero, Lanzarote, Artenara, Firgas y hasta de Las Palmas a comprar.
Vemos a describirles ahora de forma breve, la tienda. A ambos lados de la puerta de entrada, estaban las argollas para amarrar las bestias. Nombre que se daba en esa época a las mulas, sufridos animales de carga. En algunas horas del día,  siempre ocupadas, lo que indica lo bien que iba el negocio. Más adentro y colgada del techo, una gran loncha (plancha, se decía entonces) de tocino, bien recubierta de sal. Un manjar era, en esa época, un bocadillo de tocino: un pan pequeño abierto con una tira de tocino del mismo tamaño dentro. Riquísimo. ¡Y nadie padecía de colesterol!.
Sobre el mostrador, entre otras cosas,  un tabal (1) de sardinas saladas. Comprabas una sardina y te la daban envuelta en papel vaso. Presionando el papel sobre la sardina se desprendía la parte externa, especialmente las escamas. Deliciosas de comer, acompañadas con su “pisquito” de ron.
Pasemos ahora a la anécdota correspondiente:
Era domingo. Mucha gente atraída por la fama de la tienda y la calidad de la fruta,  entre ellas, algunos clientes de la capital, Las Palmas. Panchita era algo autoritaria y, se estaba poniendo nerviosa porque los “capitalinos” no guardaban cola. Los parroquianos empezaron a protestar. Panchita reconvino:
            -¡Señora, tiene usted que esperar la vez!.
Lejos de esperar, la señora tildó de maleducada a Panchita y añadió un insulto grave
            -¿Que se van a creer los magos estos?
            -¿Señora, maga y maleducada yo? ¿Usted no es de aquí, verdad? ¿De donde es usted?
            -¡Yo, de la ciudad de Las Palmas y a mucha honra!
A lo que Panchita le puso el suculum.

            -¡Sabe lo que le digo, señora! ¡Los mejores cochinos que se han matado en mi casa, se han traído del Barranquillo de Don Zoilo (2)!
(1)

tabal

m. Barril de poca altura en que se conservan pescados en salazón y en especial arenques: recordaba los ultramarinos con su tabal de sardinas.

(2)
Para quien no conozca Las Palmas, el Barranquillo de Don Zoilo es un barrio que en las fechas en que transcurre la historia no tenía mucha categoría. Hoy, vivir allí, es un lujo.


Dedicado a una bella flor, ausente de Canarias: la Violeta del Perú

Conchita Pérez



A finales del verano de 2006 y coincidiendo con el 50 aniversario del corrimiento de Rosiana, en Santa Lucía, estaba Pancho haciendo un trabajo de recopilación cuyo objeto era conocer cuántas personas -con sus nombres respectivos- vivían en el perímetro del terreno que se desplazó en el año 1956.

El inicio del trabajo -ya terminado y como todos, inédito- dice así:

A partir del 15 de febrero de 1956 ocurrieron los hechos, que habían empezado con las lluvias que desde Octubre de 1955 fueron empapando el territorio y que hoy conocemos como el corrimiento  de Rosiana, dicho en lenguaje más técnico:
 “el deslizamiento de ladera del barranco de Tirajana, en Rosiana”.
...................................
Según el escrito del párroco de Santa Lucía en aquellas fechas, D. Antonio Hernández Rivero: “El miércoles 15 de Cenizas, se observó que la carretera general de Las Palmas a San Bartolomé de Tirajana presentaba algunas grietas y altibajos del kilómetro 53 al 54”…. “El 16 empezó la alarma, pues ya se notaba que lentamente la tierra se movía” y llegados al domicilio de  D. José Eulalio González Ramírez, notamos con gran sorpresa que a partir  de este punto la carretera se había desviado unos tres metros hacia el Barranco Real”.

Para la historia de hoy paso a transcribir una de las partes del relato referido a las Casas Corridas – que no quiere decir que corrieron (que se movieron), sino que eran seguidas. Una al lado de la otra- .

La primera casa, contando a partir de la esquina, era propiedad de José Vega Vega, padre de Conchita Vega, fallecida hace pocos meses, a la edad de 104 años. En ella vivían Conchita y su hermana María con su esposo Juan Pérez Vega. “Tenían 9 hijos, varones y hembras”

Recogido de don D. Fernando Pérez Vega y su esposa, Dª Inés Ascanio González, de La Montaña, en San Bartolomé de Tirajana. Más de noventa años, cada uno.

Esta información me pareció suficiente. Para mayor ilustración, les diré que el método de trabajo normal es:
Se recoge la información y se pasa a papel. Luego se va a la misma fuente y se lee para ver si encuentra algún error. En este caso estaba correcto.

Unos días después quedé con Conchita Pérez (*), cuya fotografía aparece más arriba. Le leí la nota anterior y al llegar a la parte de los nueve hijos, me dijo:
  - Apunte los nombres.
Y empezó a señalarlos uno a uno, así:
  - Los cinco varones  eran Juan, Pepe, Cristóbal, Emilio y Francisco; y las 4 hembras: Memita, Pilar, Rosa y María.

Cuando se los repetí, me corrigió:
  -¡¡No, no. Primero Cristóbal y después Emilio!!.

Me había equivocado al anotarlo.

¡¡ Increíble su memoria Conchita!!. 50 años después, recordaba al detalle –y por orden cronológico- los nombres de los nueve niños de entonces.
Hoy un poco más “flojilla”, con sus 103 años, vive con su familia en Vecindario. Le deseo lo mejor, Conchita.
Mujeres como usted forman parte de esa raíz campesina que tanto admiro por  laboriosa, honesta y seria.  Si encima le unimos el punto de socarronería que a usted le adorna, - y que está siempre presente en nuestra gente- es la imagen de “la gente de antes” que guardo como un tesoro en mis recuerdos.
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(*) En un almanaque editado por el Ayuntamiento de Santa Lucía hace algunos años dice asi:
María de los Angeles Pérez Vega, ese es su nombre completo, pero para todos y todas la conocemos más como Tití Concha. Nació el 2 de Agosto de 1906, en Santa Lucía, Rosiana.
Se dedicó desde muy temprana edad a la labranza, toda la vida. También cultivó tabaco que fue el que más ingresos le aportó, ayudándole a subsistir a ella y mantener a sus hijos, puesto que enviudó con 43 años.
Otro medio de subsistencia fue la realización de bordados para la Capilla de Telde, labor muy sacrificada que le exigía levantarse a la una de la madrugada para poderlos entregar al amanecer a la persona encargada de ello.
En la actualidad vive sola en su casa de Rosiana, rodeada por familiares que la visitan. Tiene 2 hijos, cuatro  nietos y dos bisnietos.


Palabras en desuso


En estos días he recordado algunas palabras que se usan específicamente en determinados pueblos de esta isla de Gran Canaria y están cayendo inexorablemente en desuso.
Ahí va la primera que solo he oído en Agaete.
Contexto:
Alguien está acusando a otro de un defecto o falta de virtud. El caso es que quien lo dice es el que tiene en mayor grado el pecado.
Por ejemplo: Un borrachín le llama a una persona abstemia: borracho……
A lo que éste contesta:
¡Cual lega borracho!
Quiere decir, mira quien habla, derivación de: ¡Cual alega!
Similar: Siempre habla quien tiene que le diga.

En el mismo pueblo:
La oí decir a una señora joven el día de la Rama. Fue piropeada -sin mucha clase- por un vecino del pueblo con estas palabras.
-¡Ñó, fuertes pechos tienes, María!
La mujer en vez de callarse como impone el sentido común,  contestó a voz en grito así:
-¡Mira lo que dice el mané este! ¡Que tengo las tetas grandes! !Tírame uña!
El piropeador se puso colorado.
Quiere decir: ¡Mira el bobo éste!¡ Tócame que te parto la cara!.

En Tirajana:
Alguien está dando una broma con intención de “dar la quintada”, engañar para reírse. Al darse cuenta de la finalidad, se contesta con un
Dále alante!
Quiere decir: ¡Sigue, que a mí no me engañas!

En Tenoya:
Ese es un tiesto. Significa: es una persona ruin, burletera.
No tiene ningún parecido con tiesto = maceta. Con sacar los pies del tiesto = echarse fuera del plato. O mear fuera del tiesto = salirse por la tangente.

¡Hasta otra!

La cámara de fotos. Punto cubano de Fidel



Este fin de semana me encontré con el amigo Fidel. Estaba sentado en la parada del Salcai en Rosiana (Santa Lucía),   cerca de su domicilio.   Su saludo fue este
- Oiga, amigo, el otro día paró un señor y me dijo: ¡A usted lo conozco!
- ¡Usted me dirá de qué, porque es la primera vez que yo a usted lo veo!
- ¡No,  le conozco de Internet,  allí fue donde ví una foto suya!

Siguió con su conversación, dando este salto:

-¡Buena foto me hizo usted, Pancho. Me la trajo mi hija y está muy bien. ¿Y como fue que  no me dí cuenta cuando me la hizo?

Prosiguió:
-¡Como sé que le gustan los puntos cubanos, hoy le voy a decir uno que tiene que ver con esta conversación!

Y empezó a recitar,  a veces cantando,  el punto cubano que sigue



¿Sería esta la cámara de Fidel?


...o0o...

Ya casi no sé que hacer
para mejorar mi estado
pues siempre a mi me ha gustado
en algo nuevo emprender

Compré una cámara ayer
y me puse a retratar
ya hoy mandé a revelar
el rollo discretamente
a ver si encuentro cliente
y lo  puedo acomodar

Retraté a un hombre sentado
y aquella fotografía
a nadie se parecía
y el hombre la vió y la vió
¿y quien era?  preguntó
pues ni él se conocía

Más tarde retraté a un viejo
que llamaban don Tomás
y ese pobre no era más
que pelo, hueso y pellejo
por el retrato complejo


No le cobré ni un centavo
pero él me dijo muy bravo

¡Eso no  es fotografía!
¡Esa es la radiografía
de una sombrilla sin cabo!


Un día se retrató conmigo
una buena vieja
que estaba gorda y pareja
y un gran berrinche me dió
resulta que se vistió
con bata de muselina
pero tan clara y tan fina
que con mi cámara mala
yo se la tiré en la sala
y salió hasta la cocina

Saludos, Fidel  y ¡Hasta la próxima!

El encargo de café


 
Ricardo Santana, mi personaje de hoy, en adelante RS, iniciales del verdadero protagonista, va caminando por el Camino Nuevo con dirección a la parada de los coches de Molina. Se encuentra con don Pedro a quien conoce de toda la vida.
-RS ¿vas parriba?
Parriba voy!
-No te importa pasar por el tostadero y le llevas un encargo a mi mujer!
-¡Bueno fuera. Dígame qué!.
-¡Es un paquetito de café de Colombia que me tiene prometido!.
-¡No se preocupe que se lo llevo!
Nuestro amigo se presenta en el negocio de café pidiendo al dueño Francisco, el encargo.
Hablador como él solo, empieza a hablar de lo buena persona que es don Pedro. Que si un día lo necesitó y ¡oiga una maravilla de persona!. Y le largó una indirecta. ¡No como otros que todo se va en paja!
RS un poco molesto oliiendo que se refiere a él y que se le escapa el coche de hora, dice:
-¡Mire Francisco, la verdad es que hoy tengo un poco de prisa. Si no le importa, otro día hablamos con más detenimiento!
Se mete en el despacho saliendo con tres paquetes de café, dos de cinco kilos y uno de un kilo.
-¡Mire, le dice a don Pedro que es de caracol. Le lleva estos dos y éste –el de kilo- lo coge para usted por el favor!
-¡Muchas gracias!
Según cogió los paquetes, a RS se le mete dentro el diablo y comienza a darle vueltas a la cabeza, pensando en darle uno grande y uno chico a don Pedro y quedarse él con uno grande. ¡Total, él no se va a enterar! ¡Pá qué quiere tanto café si no tiene hijos, ni va a poner una tienda!
Al terminar el trayecto ya tiene decidido que hacer. Le dará un paquete grande a la mujer de don Pedro y él se quedará con dos.
Llegado al pueblo, deja las cosas en su casa y se dirige con el paquete grande a entregar el encargo. Toca a la puerta de la mansión y abre la criada.
-¿Está la señora? .De parte del señor que le entregue este paquete.
-¡Espere, que se lo digo!
La chica vuelve a la puerta y dice:
-¡Doña Lola que espere un momento porque le va a dar un encargo!
En el interín la señora ha abierto el paquete, poniendo una buena cantidad de café – como dos kilos- sobre un papel. Lo envuelve y con él en la mano, sale a la puerta y se lo entrega a RS.
-¡Muchas gracias, Ricardito!
Éste, perturbado no acierta a darle las gracias. Hizo ademán de no quererlo, pero aún y así, cogió el paquete, a la vez que se despedía con un entrecortado adiós.

Parte final de la historia.

Al llegar don Pedro a casa, su esposa le contó la historia del paquete de café, a lo que contestó:
-¿Cuántos paquetes dices que te entregó!
-¡Uno, y bien grande. Le di casi la mitad por el recado, como tiene tantos niñitos!
-¿Por el recado, dices? ¡Me cago en la madre que lo parió!. Yo pasé después por casa de Francisco. Me dijo que la había dado dos paquetes para mí y otro para él. ¡El muy cabr….! ¡ Se mamó de 3, dos paquetes y medio, el caballero!. ¡Vaya transporte más caro!. ¡Cuando lo vea, se va a enterar!.
Unos días después se encontró con el amigo Ricardo.
-¡Gracias por el encargo, hombre! ¿Pesaba mucho?
-¡ La verdad es que si pesaba pero gracias a su mujer, penas con pan son menos!. Déle las gracias a su señora, don Pedro y cuando necesite que le traiga algún encargo, no dude en decírmelo!.¡ En esta vida, estamos para ayudarnos unos a otros!
-¡No te preocupes que ya hablé con Francisco y me dijo lo que había. Pierde cuidado que no te vuelvo a ocupar en la vida!.
¡No se fie de ese hombre don Pedro, porque estoy casi seguro que lo malmetió! Todo el mundo sabe que ese hombre es un lenguatrapo y un enreador ! ¡Sabe Dios lo qué le habrá dicho!
-¡Nada más que la verdad, amigo. Nada más que la verdad!
-¿La verdad? ¡Deje que lo vea yo, a ver que le dijo! ¡Se va a enterar ese bandío!.

¡Que buena gente es Don Pedro!

Cosas de la República


Con la llegada de la República andaba el personal un tanto alborotado por esos pueblos de la isla redonda de la Gran Canaria. Este caso real, lo vamos a situar en Teror y para ello, citaremos lugares que hagan más creíble la historia.
Como saben alrededor de cualquier ideología aparecen personas honestas, que creen a pies juntillas en lo que hacen, y otras que se aprovechan de la situación para su enriquecimiento personal o simplemente para afirmar su personalidad dándole satisfacción a su ego. Algunas veces, además son gandules o personas que no destacan por su amor al prójimo.
Empieza pues mi narración:
Plaza del Pino, de Teror, a la hora del mediodía. El recinto lleno de gente trabajadora –los sintierra- que había sido convocada allí por los sindicatos, como se decía entonces “por los comunistas”. Entre los asistentes, aparentemente fuera de lugar está don Juan Domínguez, empresario, bien vestido, tocado de sombrero. Está sentado a la sombra de un árbol muy cercano a la puerta de la iglesia observando. Es muy respetado entre la población –ricos y pobres- por su generosidad. Les da trabajo y en caso de necesidad siempre está dispuesto a resolver un problema. Por ello es un hombre reconocido por su bondad, por su sentido común y muy estimado en la vecindad.
Empieza el mítin. El jefe de los sindicatos, blandiendo un papel en su mano, a voz en grito arenga a los asistentes:
-¡ La finca de Osorio ha pasado al poder popular. Se la hemos quitado al terrateniente y vamos a repartirla entre todos los trabajadores! ¡Aquí, en este papel está el reparto! ¡Nadie se va a quedar sin su cachito de tierra para poder comer!.
Al observar la presencia de don Juan, dice:
-¡Don Juan, usted también tiene su parte! ¡Aquí está señalada! ¡Mire para que lo vea!
El hombre, viendo que aquello no tenía fundamento y la cosa no iba a llegar a nada, le contesta:
¡Fulanito, la parte mía me la das en dinero!
ooo0O0ooo
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Ante las preguntas sobre las iniciales que aparecen en la fotografía:
P.O.U.M.: significa Partido Obrero de Unificación Marxista

Ariñez


La estampa de hoy se sitúa en la parte cumbrera de la Vega de San Mateo. En los tiempos a que me refiero, la gran mayoría -por no decir todos- los vecinos tenían, o mejor, criaban dos o tres cabritas para abastecerse de leche y algún quesito "cuando cuadraba".
Entre los moradores había uno que no tenía cabras y poseía solo tres machos cabríos. Se llamaba Ignacito. Nuestro hombre salía de su casa, de vez en cuando, y acompañado por uno o más de sus animales hacía un recorrido por el pueblo ofreciendo sus servicios, a la vez que dejaba los caminos impregnados del perfume característico de los machos. ¡Fuerte olor, cristiano!
Conocía al dedillo el itinerario. Paraba con su animal a la puerta de una casa y decía:
-¡Margarita ¡ ¿Necesita macho?
-¡No, Ignacito. De las dos que tengo, una cogió macho y la otra no queda. A mi me da que se va a quedar machorra!
Proseguía su recorrido pues conocía perfectamente las casas a visitar…
-¡Antoñita! ¿Quiere macho?
-¡Pase pacá, Ignacito! ¡A ver si esta vez damos en la diana porque esta jodida cabra hace tiempo que no menea el rabo!
Siguiendo con mi historia, el que fueran mujeres las que contestaban al llamado tiene su explicación. Las mujeres se encargaban de todo el trabajo de la casa. Los hombres, rompiendo el alba, salían a sus distintas labores. Trabajar la tierra o cualquier empleo relacionado con la agricultura, principalmente: armar la tierra, arar, sembrar, plantar, recoger fruta, etc. etc...
Está claro que también había chóferes, albañiles, trabajadores por cuenta ajena y otros muchos más.
Hoy esta forma de vida no es posible. Las cabras están marcadas en las orejas con una chapita. Si alguien tiene un animal, los vecinos se quejan de los olores. En fin ¡que nos hemos vuelto muy finos! Y sin darnos cuenta, nos hemos alejado de la naturaleza. No vayan a creer porque la historia se sitúe en San Mateo, que esto no pasaba en la gran ciudad. En todos los barrios, se escuchaba balar a las cabras y cantar a los gallos. El ganado iba por la calle y el cabrero ordeñando y despachando la leche. Hoy, cuando un niño tiene alergia se le receta leche de cabra. Y que difícil es encontrarla en estado natural.
Para terminar mi historia con algún elemento gracioso, este es mi remate:
Uno de los machos de Ignacito era todo un campeón. Se lo arrendaba al Cabildo y en un año llegó a dejar embarazadas a 500 cabras. A la vista de que se pagaba por cubrición, los cabezas pensantes de la Casa Palacio, decidieron que había que comprarlo aunque fuera caro. Con el correr del tiempo fue el famoso macho del Cabildo, del que ustedes habrán oído contar. Una vez comprado por la Corporación para cubrir las cabras propiedad del Cabildo, no volvió a subirse a una. Dicen que cuando preguntaron que le había pasado al animalito, alguien contestó:
¡Es que el macho ahora es de plantilla y ¡caballero… es un funcionario!.
Pinche en la dirección que aparece más abajo, ya que por alguna razón
desconocida perdí información. La he actualizado en este enlace:
 



 
 

Perras pál cine



Los cines de la época en que Pancho era niño no tienen nada que ver con los actuales. Para demostrárselo, voy a describirles un día de vacaciones de aquellos años, concretamente un jueves, pues era fémina, día de la semana en que se “echaban” dos películas. No sé que diferencia tenía con “sesión continua” pero en ambas, entrabas al cine a la hora que fuera, desde las 4 hasta las 11 de la noche y te marchabas cuando habías visto las dos películas, una o dos veces. Tenía entonces alrededor de los doce años y había que conseguir el dinero fuera de la casa para comprar la entrada.

¿Cómo conseguíamos el dinero?

Tareas productivas:

1.- Llevar el agua, por encargo, desde el pilar público hasta las casas. 10 latas, 50 céntimos = ½ peseta.

2.- Ir a coger un saco de hierba para las cabras. Dos sacos, ½ peseta también.

3.- Limpiar un gallinero u otra tarea de fuerza.

Les voy a describir el transporte del agua porque las otras dos son fáciles de comprender.

Llevar agua: Herramientas: dos latas y el gancho.

Hacer cola en el pilar con las latas, hasta que te llegara la vez. Llenar. Transportar. Volcar el agua en el depósito de la vecina y vuelta a la cola.

Las latas eran envases de belmontina (gasolina blanca), de aceite de oliva, de pastillas, etc... Se les quitaba la tapa superior, cortándolas con una tijera para hojalatas. Se mataban los filos, machacándolos hacia dentro, para que no cortaran y luego se hacían dos agujeros con un clavo en la parte alta. Por allí se pasaba el alambre que hacía de asa.

Recuerdo ahora este sucedido. Todas las latas en la cola, al menos sesenta o setenta. Cada uno está cuidando las suyas. En ese momento aparece Pepene, un chico con dificultad al caminar que trae cuatro latas, amarradas con un hilo de pita. Las pone más allá, fuera de la cola y viene a beber agua del chorro (que está permitido). De repente y cuando nadie le mira, lanza una patada a los cacharros que vuelan por los aires , y grita: ¡Rebumbio!. Todos corren a coger sus latas para colocarlas en el lugar anterior. Pero, por lazos del diablo, los envases de Pepene ya estaban colocados a la punta de "alante" de la cola.

Sigamos con el gancho que es un instrumento formado por una madera – la mejor, era de un barril de vino- a la que se ataban dos alambres que acababan en forma de gancho en los extremos. Ver figura. En ellos se colgaban las latas. Dos en total. Cuando estaban llenas, se enganchaban y agachado pasaba la madera encima de los hombros y por detrás del cuello y ¡arriba!. Primero habíamos puesto un saco mojado enrollado en la madera y en la parte del cuello,porque la madera hacía daño y se clavaba. Y a caminar despacito, porque si se movía mucho se desparramaba el agua.

Ya tenemos el dinero y ¡para el cine!

Al llegar habían dos posibilidades: Comprar butaca (1/2 peseta) o banco (0.25 céntimos) que es lo mismo que 1 real. Los bancos eran las tres primeras filas, muy cerca del telón y las figuras se veían alargadas, enormes. Parecían cuadros del Greco.

Compraba banco y me sentaba en butaca. Inconveniente, el acomodador conocía al personal y cuando no habían butacas vacías, alumbraba a los que él sabía y los mandaba a los bancos. Ibas a banco y te pasabas el rato mirando para atrás a ver si había otra butaca vacía. Al descanso y con el real ahorrado, compraba garbanzos tostados, chochos, “chuflas”, manzana caramelizada y otros…

Los gamberros que siempre hay y hubo -galletoncitos ya- hablaban y molestaban al acomodador que tenía muchas tablas. Recuerdo una vez que uno de ellos gritó:

-¡Acomodador, una pulga!

Y éste raudo contestó:

-¿Y que quieres por media peseta? ¿Una gallina?.

Al salir del cine, entusiasmados por la película nos poníamos a jugar a los indios y dando tiros para lo que poníamos las manos como si tuviéramos en ellas un revólver.

Adiós……..