A Pancho le gusta que le corten el pelo en la barbería de Tunte. Aprovecha esos momentos para hablar de otros tiempos con los dos hermanos barberos, Francisquito y Manolito, buenos conversadores ambos.
En la última charla que sostuvo se nombraron personajes, desaparecidos hace muchos, muuuchos años, cuya historia quiero contarles.
El primero, llamado Maestro Manuel Robencino, de profesión herrero, aunque también ejercía de estelero (1). Son esa gente que trata el pomo, los esguinces, que te manipula los huesos y que saben hasta de la ciática y la lumbalgia.
Su fama le llegó por esta última tarea. Al parecer, cuando alguien se acercaba a la herrería para que le colocara algún hueso, le rezara para un dolor, etc. etc. Su respuesta era una miradita arriba y abajo, haciéndose el doctor, y sobre la marcha, un encargo:
-¡Vaya y traiga una cuarta de ron! ¡Esto va con ron “bajiao”! (2)
Bajiar consistía en meterse un buen buche de ron en la boca, darle unas vueltitas dentro de la misma. Un mucho escapaba “pá bajo” y un poquito era lanzado en forma de nube sobre la zona afectada, restregando, mientras decía un rezado contra la enfermedad o el dolor. El tratamiento se acababa con el ron de la botella.
¡Como ven, mi hombre tenía un buen truco para echar copas gratis!
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El otro personaje, no menos interesante, es Pepe, el Negro. Su mujer se dedicaba a echar las cartas. ¡Vamos, Una adivina que echaba sus rezados! Eran tiempos en que no había llegado aún la luz eléctrica y los campos estaban llenos de brujas.
Pepe se inventó –no sé si la patentó- una forma de ganarse el pan, un tanto peculiar. Vean si no este caso que ahora describo.
Un día, iba por un camino alejado cuando se dió de bruces con una mula suelta con su albarda encima. Sin encomendarse a Dios ni al diablo, desamarró la albarda y con ella a cuestas, fue a esconderla en una cueva a unos cien metros del lugar.
Según llegó a la casa se lo contó a su mujer -ya se habrán dado cuenta que formaban buen tándem- con todo lujo de detalles.
Cuando el dueño de la mula, notó la falta de la albarda empezó a gritar buscándola por todas partes. Pasaron los días y al no encontrarla, creyeron –él y su mujer- que lo mejor sería ir a casa de la mujer de Pepe, porque tenía poderes. ¡Era sajorina!
Cuando llegaron, la mujer -de nombre Ludivina- les hizo pasar y
-¡Cuéntenme! ¿Qué les pasa?
-¡Ay, mire, Ludivinita, que el miércoles estaba cogiendo higos con mi mula y cuando fui a cargarla, resulta que no estaba la albarda! ¡Me volví loco buscándola y ..... seguro que algún demonio estaba suelto, porque no apareció! ¡Venía a ver si usted me puede dar alguna noticia de ella!
La adivina les pidió que si habían traído alguna cosa de la mula para rezarle
-¡Sí! ¡Aquí le traje una herradura vieja, a ver si le vale!
La bruja empezó a cuchichear en voz baja, tocando las caras y manos al matrimonio y de repente empezó a decir
-¡Veo una cueva en un sito alto! ¿Por donde usted estaba hay alguna cueva?
-¡Arriba en el solapón hay una!
-¿Hay dos pinos cerca de la puerta?
-¡Claro que hay pinos!
-¡Pues allí está. La veo clarita, clarita!
-¡ Pues iré a ver si está! ¿Se le debe algo, Ludivinita?
-¡A mi no se me debe nada! ¡Pero si está donde le digo, la próxima vez que me vea, me trae una cesta de higos y una botellita de ron para mi marido! ¡En caso de que no esté donde les digo, vengan de vuelta por aquí y vemos donde está esa cueva de los demonios!
¡Lo que está claro es que la albarda apareció! ¿Como no? ¡Para eso era adivina!
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(1) Estelero.- Según la Academia Canaria de la Lengua.
m. GC. Curandero que se dedica a arreglar dislocamientos de huesos y articulaciones.
(2) Bajiao. (De bajear .República Dominicana: echar el aliento)
Bajiao.-Que le echaron el aliento encima. Que lo embrujaron. Que le dieron bola negra. Que lo rechazaron.
(2.1.) En español, lo más parecido
vaharada f. Exhalación de vaho o respiración: las vaharadas de la mula le calentaron.
Golpe de vaho, olor o calor: nos llegó una vaharada a fritanga.
Sinónimos: aliento, hálito, soplo, bocanada
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Te agradezco la molestia. Pancho