Pepito Machín era revendedor de mercancías de ultramarinos, que es lo mismo que decir, comestibles y bebidas. Compraba en los almacenes mayoristas que allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado existían por la zona de Guanarteme, aquí en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: Hermanos Brito, Francisco Álvarez, alias “el calacimbre”; Gregorio Sosa, conocido como el policía; Bonifacio Viñas, los Hermanos Vega, etc.. y luego vendía la mercancía, muchas veces fiada, a los tenderos, aquellas recordadas tiendas de aceite y vinagre, entonces muy extendidas por el territorio insular.
La historia que les cuento a continuación ocurrió cuando estrenó un camión nuevo, - “del trinque” se decía antes- e intentó aparcarlo dentro del almacén del mayorista. Hasta ese momento, allí solo habían entrado camionetas y furgones. El vehículo nuevo era más ancho que el hueco de las puertas del susodicho almacén. Al hacer la maniobra, Pepito -todavía no hecho a la conducción del nuevo camión- solo miraba por el espejo retrovisor de su lado y como pasaba bien, intentó entrar. ¡Pam! Menudo golpe le dio a la pared del otro lado del marco de la puerta. ¡Fuerte estampido, cristiano!
La historia que les cuento a continuación ocurrió cuando estrenó un camión nuevo, - “del trinque” se decía antes- e intentó aparcarlo dentro del almacén del mayorista. Hasta ese momento, allí solo habían entrado camionetas y furgones. El vehículo nuevo era más ancho que el hueco de las puertas del susodicho almacén. Al hacer la maniobra, Pepito -todavía no hecho a la conducción del nuevo camión- solo miraba por el espejo retrovisor de su lado y como pasaba bien, intentó entrar. ¡Pam! Menudo golpe le dio a la pared del otro lado del marco de la puerta. ¡Fuerte estampido, cristiano!
Cabreado, rehizo la maniobra, que fué seguida con interés por la numerosa concurrencia .Esta vez el espejo que usó para mirar fue el de la parte derecha. Resultado: tremendo leñazo a la pared, esta vez en ambos lados de la puerta. El golpe fue tan fuerte que el propietario salió asustado, agarrándose la cabeza con ambas manos y gritando :
-¡ Pero, coño, usted está sanaca, o qué! ¡Ya me estás dando el seguro! ¿O es que todavía no te has enterado que la catedral nunca ha cabido en San Telmo?
Hasta la vista, amigos. ¿Verdad que frases como estas no se deben perder?
También he oído en mi casa: La Catedral no cabe en Santa Ana.
ResponderEliminarEstá claro que nuestras frases tienen mucha profundad y mucha sabiduría.
ResponderEliminar