Dos hombres arando



Fotografía tomada de la red
Panchito estaba en su Tirajana del alma, arando el cercadito para plantar unas papitas del ojo rosado.
Araba con su "burrita de la tierra", chiquitita y cuando iba por la mitad del trabajo el animalito se le murió.  Tiraba y  tiraba del animal y no podía él solo, los sudores le caían al suelo.

El hombre  fue a buscar a su vecino Indalecio pidiéndole ayuda para sacarla del terreno. Entre los dos y a duras penas, la pusieron fuera cargándola en el carro de Indalecio para ir a enterrarla.

Cuando ya partía el cortejo fúnebre para el barranco a enterrarla,  Panchito cambió de opinión y le dijo a Indalecio

-¡Estaba pensando, Indalecio, que  porque no te enyugas   y terminamos de arar lo poco que queda del cercado, luego vamos y enterramos a la burra!
Indalecio, hombre sencillo y bueno “de por demás” que  siempre está pensando en ayudar, accedió. Se enyugó y ahí vemos a la pareja arando. Panchito al grito de ¡Arre! empezó  el marcado de los surcos, llevando las riendas con sabiduría y soltura.  

La mala suerte -que ese día estaba presente- quiso que al terminar un surco, Indalecio se despeñara  pared abajo con el arado detrás. A los gritos de socorro, se asomó Panchito que  viendo la imagen, dijo
-¡Cristiano, que le pasó! ¿Usted no se dio cuenta  que se acababa el cercado?

La respuesta de Indalecio fue digna de aparecer en la historia de la insular agricultura
-¡Usted no me dijo: Sooooooó!

Saludos.


Mi agradecimiento al amigo Pepe Armas.

1 comentario:

Te agradezco la molestia. Pancho