De cuando Pancho estrenó un reloj de pulso


    De pequeño, Pancho siempre quiso tener un reloj. Cuando veía un niño con uno en su mano se le “saltaban los ojos”.

    ¡Cuánto deseaba tener uno en su muñeca y presumir con él, como un gato en un mondongo!. Pero las circunstancias y la economía familiar eran las que eran.

    Una de las cosas que más le gustaba antes y aún ahora, era hacer barquitos de madera en la carpintería de su Tío Paquito. Los hacía con una gran quilla y como la gente decía que les gustaban, pues allá estaba Pancho haciendo barquitos para que le adularan los oídos.

    La carpintería estaba situada en el piso bajo de la casa de sus padres. Era amplia, con su típico olor a engrudo, llena de puertas a medio hacer, alguna cuna para reparar y el suelo lleno de “serrín” y virutas. Un día mientras buscaba en una caja de madera donde se ponía material para reutilizar: tachas, bisagras, cerraduras, llaves y tornillos, entre otras cosas, se encontró un reloj viejo y roto. De presencia, estaba bueno y bonito. Tenía máquina, y sus manecillas nuevas. Le pidió a su tío que se lo diera. Y, como siempre empezó a tomarle el pelo y le dió tarea –barrer la carpintería- diciendo que hasta que no la terminara no le daba el reloj. ¡Menudo coñón¡ ¡Casi nadie el tío Paco, siempre riéndose de los chiquillos, con sus clásicas quintadas!

    Al día siguiente, era fiesta. Y en la procesión, iba Pancho privado “estrenando” su reloj de pulsera. Tan guapo, con sus zapatos de misa, calcetines caídos y el traje de salir: chaqueta y pantalón corto, de color gris, camisa blanca almidonada y corbata azul claro.

    Durante la procesión, iba acercándose a un grupo de niñas, entre las que había una que le gustaba y, sin que nadie le preguntara, mirando el reloj decía: ¡Son las cinco y diez!. Al ratito, disimuladamente, movía las manecillas del reloj y decía; ¡Son las cinco y cuarto!. Y así por lo menos tres veces más.

    En el grupo, había una niña alta, fea, desgarbada, la “jefa de la pandilla” que de repente, se para en seco y mirándolo de arriba abajo le suelta a Pancho, con voz chillona:

    ¡Mi niño, y a ti quien te ha preguntado la hora. Toda la tarde, arrea arrea con la hora!

    La muchacha lo despertó del sueño y lo puso en la cruda realidad. ¡Qué vergüenza! Pancho se ruborizó y desde que pudo se perdió del lugar con la mano en el bolsillo para que nadie le viera el reloj.

    ¡No se lo volvió a poner nunca más! La primera vez que el reloj sale al oreo desde el día de la procesión fue hoy, para hacer la foto. Como verán el secundero no se podía mover. ¡Siempre estaba en siete segundos!.

    7 comentarios:

    1. se decia reloj de pulso

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    2. De muchacho yo tuve uno de la marca Cauny prima. Me caí y se rompió. El día de Reyes apareció con el cristal nuevo y una correa blanca de plexiglás. La verdad que no me gustó que lo pusieran como regalo de Reyes.
      Hoy hay de todo y como ejemplo, un teléfono móvil para un niño de 8 años: con cámara de 8 megapixels, radio, grabadora, vídeo, despertador, etc. Y si no tiene todo eso que él no sabe usar, y además del color que pidió, simplemente no lo quiere.

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    3. Yo recuerdo el relog de bolsillo de mi abuelo, un Cauny y el ultimo que llevó, un Omega Speemaster, que lo guardo como oro en paño.

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    4. Panchito: Estuve un tiempo fuera y me llegó el aviso de su historia. He leido los relatos desde noviembre hasta ahora y oiga, está usted en forma. Un saludo cariñoso desde Maxorata

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    5. En la procesion de S.Juan el Bautista de Telde, a se iba con manga corta y zapatos sin calcetines, ya gozabamos del VERANO.

      Saludos desde el Casino de TELDE


      VISCA el BARÇA.

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    6. ay, pancho, si no es surriagaso que te llevaste sin necesidad. Yo por eso no uso reloj. No me gustan ni collares, ni anillos, ni pulseras, y llevar un reloj amarrado en la mano es para mi una manera muy poco sutil de estar "amarrado, exclavizado por el tiempo".
      Una vez lei a Oscar Wilde una frase, de entre muchas, en las que afirmaba que: "la puntualidad era una pérdida de tiempo"; y me puse a pensar y llegué a una conclusión que requiere una advertencia.

      Advertencia: una misma cosa puede ser vista o interpretada de diferentes maneras por diferentes personas.

      Conclusión: La pérdida de tiempo que supone la puntualidad para mi amigo Oscar, lo es en la medida en que le quita su propio tiempo para dedicarlo a la persona con la que ha quedado. Teniendo en cuenta que disfrutaba de todo intensamente no es de extrañar que también disfrutara de su propio tiempo, y de que eso, para el, era muy importante, quizás lo más importante. Y creo que es verdad, Pancho. Probablemente tu reloj fuera importante cuando eras pequeño por alguna causa. Y ahora, probablemente te des cuenta de que lo verdaderamente importante es el tiempo y lo que haces con él. Y me gusta que lo que hagas con él sea "bloguear" y compartir con nosotros tu "blogueo".

      De todas formas, y aunque yo no use reloj, nunca llego tarde a ningún sitio. Será quízás porque la gente del campo, al venir de tan lejos, planificamos mejor el tiempo. Quizás nos venga de cuando nuestros padres y abuelos se regían por el sol para acostarse o levantarse y por el clima para aprovechar la "clara del mediodía" para "trakiniar" alrededor de las gallinas o cojer "un puño pa los animales". O por la sombra que "pintaba en el risco" para saber cuando empezaba la "dula" y "virar la torna".

      Ay amigo Pancho!, hemos perdido tantas referencias de nuestras costumbres del campo que necesitamos los relojes a todas horas y en muchos sitios: despertador, en el coche, en el ordenador.... quite, quite...

      salud

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    7. Respuesta a: A la talde

      Muchas gracias por su comentario, especialmente porque le interesen estos temas. El suyo me hizo recordar algunas cosas que pronto verán la luz en este blog.
      Lo dicho, gracias de nuevo

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    Te agradezco la molestia. Pancho