¡Al cálcalo!


Ceferino es un agricultor de cierta edad, chapado a la antigua. Sigue en esta época de la agricultura ecológica, de la energías limpias, de la biodiversidad, del ahorro energético y demás vainas, regando "a manta" las papas, el millo y lo que sea. Guarda sus semillas de un año para otro y no cambia la forma de cultivar, sigue haciendo las cosas como lo hacía su padre.
Es hombre de tradiciones y no planta ninguna semilla moderna. Como veterano sabe cosas como que en esta época no se planta, porque "quien planta en Abril, recoge rama y raíz".
El ayuntamiento lo está acechando porque sospecha que es él quien rompe las tuberías de saneamiento a su paso por las tuneras de su propiedad. La verdad es que los tunos engordan que dá gusto. Él lo niega y le echa la culpa a las tuneras dice que las raíces "apretan" la tubería y la estalla como un cartucho. ¿Y que culpa tiene él?. Pancho lo ha visto de madrugada rompiéndola pero él no dice nada. Que cada cristiano jale por su cachimba, ¿vale?
Lo cierto es que está cogiendo unos tunos como puños y ¡se está forrando, el caballero!.
A Pancho le sorprenden esos riegos por la noche y más aún que busque cambiar el turno. O sea le toca regar por el día y prefiere hacerlo por la noche. Dice que por el día el agua mengua. Me extraña que para regar en noches oscuras, solo lleve el sacho pero ninguna linterna para alumbrarse. El otro día hablamos y le dije
-¡Ceferino, pásate por mi casa que tengo allí una linterna y te quedas con ella. Tiene hasta las pilas nuevas! ¡No sé como coño, te las arreglas para regar al oscuro!
-¡Igual que por el día!
-¡Sí. Pero amigo, hay que llenar las pozas y unas se te quedarán cortas de agua y las de al lado se te rebosarán, digo yo!
Su respuesta fue la que me desternilló de risa
-Pancho, parece mentira que me lo diga usted: eso se hace ¡Al cálcalo!
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La palabra es bonita, ¿por qué no hacemos campaña para que se incorpore al Diccionario de la Lengua?. Quedaría más o menos así en el diccionario:
Al cálcalo.- Palabro originario de las Islas Canarias. Utilizada por el agricultor Ceferino, el de los tunos.
Sinónimo de Al cálculo.

La décima de Fidel


El 23 de Junio del año pasado escribí unas notas sobre un peculiar personaje. Se titulaba: El amigo Fidel.
Terminaba la historia diciendo que Fidel sabía muchos puntos cubanos y que iba a intentar recogerlos. Pues bien, ya conseguí uno que les ofrezco a Vds. y dice así:

Mi suegra, doña Pepilla
Se ha perdido en muchas rutas
Y se ha puesto a vender frutas
Sola, en una carretilla

Ya se peló la rodilla
La pobre de trajinar
Empujando sin cesar
La carretilla de mano
Porque no hay un ser humano
Que se la quiera empujar

Ayer temprano cargó
La carretilla de anones (1)
De fruta bomba (2), melones
Naranjas y qué sé yo

Los melones los vendió
En la primera pasada
Pero regresó cansada
Y dijo engruñando el ceño
¡Ay, la fruta bomba la enseño
Y nadie me dice nada!

Seguro que una chiquilla
Si es bonita y no se ofusca
Vendiendo fruta se busca
La plata en la carretilla

Pero mi suegra Pepilla
Que es vieja y llena de huesos
Se le hacen agua los sesos
Y me dice al regresar
Ay como he tenido que dar
la fruta pá hacer dos pesos.

(1) Mientras me lo recitaba le paré y dije:
-¿Danone, Fidel? ¿Eso no es una marca de yogur?
-¡Oiga, pues sí, eso parece, pero yo tengo en mí que es una fruta!
Le contesté diciendo que lo iba a buscar y le diría lo que encontrara en el diccionario o en Internet. Lo encontré y, efectivamente, es una fruta cuya fotografía y descripción les ofrezco a ustedes, por si les interesa.

Nombre común o vulgar: Anón, Anona, Anona blanca, Anona del Perú, Riñón
Nombre científico o latino: Annona squamosa
Familia: Annonáceas (Annonaceae).
Origen: se encuentra bastante distribuido en la región tropical y subtropical de América Latina.
Son países productores Perú, Cuba, Puerto Rico y en general, la mayoría de países de centroamericana y otras islas del Caribe.
El Anón es una fruta parecida a la chirimoya, con escamas exteriores muy pronunciadas.
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(2) La fruta bomba es para nosotros, el papayo o la papaya.
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¡De nada!

Dos de barberos




Desde siempre se les ha achacado a los barberos que son muy dicharacheros, esto es, que hablan mucho y están al corriente de todo. Vamos, una especie de periódico del pueblo o barrio. Recuerdo a mi padre decir que cuando iba a que le cortaran el pelo, su barbero siempre hacía lo mismo. Primero le hablaba de fútbol, si no entraba al trapo, pasaba a la política y si tampoco, entonces hablaba del último cliente que se levantó de su asiento. Sin que esto signifique que todos son así, sí digo que siendo o no verdad esta es la fama que les ha quedado.

Hoy quiero contarles dos casos de barberos que quizás pueda hacerles sonreir.

El primero, ocurrió en Arucas. Su personaje central don Antonio, agricultor platanero y exportador, célebre por sus “golpes” y rapidez mental. Como diría el canario: ¡Oiga, un hombre que siempre la tiene preparada. Y te dá unos parones de aquí te espero. Educado sí es, porque él no le falta a nadie, pero también es verdad que no le aguanta ni a su madre. Lo que tiene que decir, lo dice y ya está!.

Don Antonio va siempre trajeado, incluso a diario, de chaleco y corbata, tocado con sombrero y su reloj de leontina. Hoy no tiene muchas ganas de charla porque ha tenido un día malo. Se acerca a la barbería para arreglarse, dentro está el barbero y tres vecinos desocupados charlando de lo divino y lo humano, mientras otro más lee el periódico en un rincón. El sillón del barbero, vacío. Nuestro personaje entra y saluda.

-¡Buenos días, señores!.

El barbero contesta el saludo y pregunta:

-¡Buenos días, don Antonio! ¡Vaya sentándose que ya voy!.

Don Antonio sin contestar palabra toma asiento. El barbero le pone el paño por encima y vuelve a la carga.

-¿Cómo quiere que le arregle?

Su contestación fue autoritaria, rápida y escueta:

¡Ca-lla-do!.

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La segunda historia corre por los ambientes rurales de la isla de Tenerife. Me la contó con su natural simpatía el amigo Pedro Molina, de La Laguna.

Nos tenemos que situar en una de aquellas barberías antiguas. Sobre ellas he escrito anteriormente en La barbería .

Es el caso de un barbero que está “pelando” a su cliente con una de aquellas maquinillas antiguas, como la que se muestra en la foto. Los tirones que le daba en el cuello lo tenían a mal traer. Huía continuamente de los pellizcones que le daba el barbero con la dichosa máquina. Estaba a punto de levantarse por no poder aguantar el dolor cuando coincidió que en la calle se oyó un fuerte frenazo de un coche y a continuación los ladridos lastimosos de un perro que al parecer resultó atropellado. El barbero oyendo los lamentos del animal, dice:

-¿Qué le habrá pasado al perrito?

A lo que contestó el cliente con aire de sufrimiento:

¡Lo estarán pelando!


¡Casi nadie Antoñito!

Cuando Pancho tenía alrededor de 12 años, estudiaba tercero de bachiller en el colegio de don Antonio Ojeda -hoy Colegio Arenas- del barrio de Las Alcaravaneras, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Durante las vacaciones andaba siempre con el hijo de una vecina que le daba golosinas y, algún dinero de vez en cuando para ir al cine a cambio de "aguantarlo". El niño se llamaba Antoñito y era muy, pero que muy despierto con sus seis años o quizás menos. Tenía un "poblema", vocalizaba muy mal y apenas se entendía lo que hablaba. Pancho le cogió cariño pues le vió crecer y además se convirtió para la madre en una especie de traductor-intérprete que condujo alguna vez a a situaciones como ésta.

Hoy la madre le había preguntado por los regalos que quería que le echaran los Reyes Magos.
-¿Pancho, tu entiendes que está diciendo el niño?

- ¡A ver Antoñito que le dijiste a tu madre!

-¡Que me taigan una plestineta, una polota y una catarra!.

Dicho además muy rápido. Así y todo Pancho trasladó sobre la marcha:
- ¡Quiere una patineta, una pelota y una guitarra!

Sigamos con el niñito y sus cosas. Un día, -seguro que era Jueves, día de sesión continua en el cine o fémina, como se decía antes- Pancho fué con su amigo Ismael a a coger dos sacos de hierba para las cabras y se llevaron al recorte de Antoñito.

Llegó el mediodía y tenían dos sacos llenos cada uno. Los anudaron y cargados al hombro tomaron rumbo para la casa. Allí sus madres les darían media peseta para ir al cine. En esa época costaba 25 céntimos, los tres bancos primeros y 50 céntimos -media peseta- las butacas.

Y continuamos con la historia de la hierba. A mitad de camino, al llegar al fondo del barranco descargaron para descansar y al tirar los sacos contra el suelo en los de Pancho sonó algo raro, duro, como cristal . Al abrirlos, para la comprobación oportuna Antoñito salió corriendo como un tiro, señal que sabía lo que estaba pasando. El chiquillo de los cajones le había metido cuatro piedras grandes -dos en cada saco- bien escondiditas en medio de la hierba para reirse de él. Y ahora le estaba mirando allá lejos haciendo señas como riéndose de él . ¿Qué les parece la broma del niñito con solo seis años?.

No exagero si digo que pesaban las cuatro piedras alrededor de 8 kilos. ¡Con razón venía derrengado! ¿Fuerte falta de respeto? Ismael se reventaba de risa y hoy al leerlo, lo recordará con cariño, porque siempre le ha gustado ver perder a Pancho. ¡Esos son los amigos que tiene!

Durante dos días, Antoñito -con sus cinco años y medio, el caballero- no se dejó ver. ¿Se han dado cuenta que de repente me vino a la memoria la edad justa del pollito?.

Cabreado, Pancho se llegó a la casa, tocó a la puerta y preguntó:

-¿Rosarito, le pasa algo al niño que llevo días sin verlo?

La madre contestó:

-¡Panchillo, yo sé lo que pasó y el niño te está cogiendo miedo! !Perdónalo, hombre!

-¿Que lo perdone? ¿Usted sabe la cantidad de veces que el machango éste me ha hecho cosas como esta?. ¡Su niño no me respeta, Rosarito! A mí lo que fastidia son las risitas de los demás. ¡Oiga, que no tiene todavía seis años, el niñito! ¡Pá hablar no es muy despierto pero pá hacer perrerías que lo llamen a él! Como siga así de burletero va a llegar a catedrático!

Y hoy reflexionando me pregunto para mí, para mis adentros:

¿No aguantaría yo las perrerías del dichoso Antoñito por las golosinas y el dinerito pál cine que me daba la madre por el cuido, en una época tan precaria para el asunto de la economía ? ¿Como no iba yo a perdonar al niño? ¿Ustedes saben que las penas con pan son menos penas?

¡A mi me da que la madre en el fondo era una abusadora, conocedora de mi falta de liquidez!

¡Qué tiempos!

El pájaro de Lorencita



En el barrio de un pueblo de las medianías de la isla de Gran Canaria había tres escuelas, dos de niños y una de niñas. Los niños se repartían en dos de ellas a gusto de sus padres, siempre que el equilibrio numérico se mantuviera.
La vida escolar se ajustaba a la siguiente rutina diaria:
Entrada a las nueve de la mañana, en el patio de la escuela había instalado un pitón seco (el palote de la flor de la pita) que hacía de mástil. Allí se colgaba la bandera española a los acordes del “Caralsol”, “Por Dios, por la patria y el rey” o el “Prietas las filas” que cantaban los alumnos puestos en hileras, con la mano derecha tiesa, apuntando a la bandera.

A lo largo de la mañana se impartían las clases y al salir……. otra vez lo de la bandera.
Quiero aquí explicar que en todas las casas habían cacharros -les decíamos latas- que servían para transportar el agua desde el pilar (grifo de agua pública) hasta las casas, pues en esa época no había suministro de agua domiciliaria. Se hacían dichos cacharros acondicionando envases de pastillas o de aceite de comer –de oliva- , preparándolos poniendo un alambre en la parte superior para poder transportarlo, sea con un gancho o a mano.
La mayoría de los chiquillos llegaban a la casa corriendo a buscar el cacharro para ir a buscar el “tabique” o “tabefe” (suero de la leche, sobrante de la elaboración del queso) que les daban en el cortijo o finca de fulanito o menganito.
Los cortijos –palabra muy poco usada en las islas, pero que se mantiene en algunos municipios de Gran Canaria- son pequeños latifundios (véase la contradicción entre pequeño y latifundio, pero así me lo contaron) donde se mantienen rebaños de cabras y ovejas exclusivamente para obtener la leche para el queso. A mí me gusta más, oir como dice el pastor: uvejas. Las señoras que lo estaban elaborando, contaban a los chiquillos y repartían el líquido que había, equitativamente.
Una de las escuelas estaba cerca de la casa de una señora, llamada Lorencita mujer muy aficionada a los pájaros. Tenía el corredor de la casa lleno de jaulas de canarios que cantaban que era un gusto. En el portal había una preciosa jaula en la que cantaba un pájaro “mulo” , para ella era el mejor de todos, hasta que un día se lo robaron.
Lo primero que se le ocurrió a la buena mujer fue pensar que a alguno de los chiquillos de la escuela le entró la tentación y apresuradamente recurrió al maestro para contarle lo sucedido.
El maestro, cuando estaba en clase y sospechando de uno de ellos, lo llamó a la tarima y con la vara en la mano, dijo:
-¡Vicente, Lorencita tenía en el portal, una jaula con un pájarito dentro … ¿tu fuiste el que se llevó la jaula?
- ¡No, señor maestro, yo no le ha visto el pájaro a Lorencita!
- ¿Seguroooo, Vicente?
- No, señor maestro, ni se lo ha visto, ni se lo ha cogido!






Agradecimiento a Hnavcar

Boda en Lomo Las Palmas


Tenía mi madre una sirvienta de alli, de Lomo Las Palmas, que se llamaba Juana, la hija de Maria Cestillo. Cuando vino pa Las Palmas, era ya treintona y no sabía encender la luz ni apagarla. ¡Ella no sabía la corriente!. No había visto el cine más que una vez, cuando lo ponía en la plaza don Juan el cura, que era de Tejeda. El mismo don Juan que ponía la mano delante de la pantalla cuando la pareja protagonista se iba a besar, para que no la vieran los vecinos.

Pues bien, un día Juana llegó a la casa contándonos lo que había pasado el domingo en su pueblo. Resulta que hubo boda en Lomo Las Palmas a la luz de un petromar (lámpara de alumbrado). Y que los novios le daban poco fuelle al "parato", pá así poderse ir rápidos a la chocita adonde iban a vivir. Al parecer esta vez, se fueron demasiado temprano porque la gente empezó a preguntarse: ¿ Y los novios? ¿Y los novios? ¿Y donde están los novios?

Nadie los veía y buscando, buscando, dieron con el escondite de los muchachos en su nueva choza. Se acercan todos los convidados a la puerta y oyen que dentro el novio le está diciendo a la novia, con énfasis:

Esnúese!

-¡Ay, Pepe, no seas así, hombre!

-¡Le he dicho que se esnúe!

-¡Ay, Dios mío ! ¿Y esto va a ser siempre así?

La mujer se desnuda y ahora parece ser que Pepe puso el dinero en el suelo.

-¡Recójalas!

-¡Ay, Pepe! ¡Tu estás loco!

-¡Le he dicho que las recoja!

Aquí está el macho, propietario de la hembra, como marido, que al verla en el suelo, desnuda y recogiendo el dinero le dice con pasión:

-¡Coooño, qué bonita estaaás pá retratarte!

En esto se oye un ruido seco fuera y Pepe pregunta:

-¿Quien anda ahi?. Ojo; no dijo ahí, dijo ay

A lo que contestaron los invitados a coro:

-¡Los retratiiistas!

Nos reconocen con un premio


Con esta frase y en esta página , nos dan esta alegría:

Premio al blog
CANARIO DEL CAMPO, por su constancia en mantenernos los recuerdos de antaño, cosa que es muy de agradecer.

Al parecer, alguien con gustos similares a nosotros, disfruta con nuestras historias. Se lo agradecemos enormemente Pancho y yo, por lo que tiene de estímulo. Como saben la intención del blog, es ayudarles a que no se olviden quienes somos y de donde venimos. Si además provocamos en ustedes alguna sonrisa, mejor que mejor..
Lo dicho, muchas gracias..........