Mehmet, el barbero de Estambul

Pancho estuvo estos días de viaje, con esas cosas del desarrollo rural. Tuvo reuniones en Sevilla, Madrid y ¡para que vean ustedes que hombre más viajado! ¡Se llegó hasta Turquía!
En la preciosa ciudad de Estambul, muy cerca de los monumentos de Hagia Sophia y Mezquita Azul, conoció a un barbero -allí se dice berber- de nombre Mehmet. Hombre agradable, de estatura mediana, tirando a baja, con su pelo blanco rizado. Sonrisa cómplice. Simpatizaron, que es lo mismo que decir, se cayeron bien. Primero tuvieron un período amplio de negociaciones sobre el precio, sin emplear una palabra de español ni de inglés, porque Mehmet habla el turco, como su idioma universal, sin ningún tipo de interferencias lingüísticas.

-¿Cuanto, pelado y afeitado de barba?, decía Pancho con señas.
-15 liras turcas.
- Muy caro. ¡Ocho!
-¡No, no!.
-¡Quince!, señalaba con los dedos.
Al final lo dejamos en 12 liras.
Nos entendíamos con papel y bolígrafo. Señalaba una foto colgada en la barbería en la que aparecía con pinta de hippy y escribió: 1950. Así adiviné que el hombre tiene 62 años.
- ¿De donde eres?
Yo le contestaba: kurdo. El decía: ¡Miii, kurdo!. Efectivamente, Mehmet es kurdo y está orgulloso de serlo.
Le escribí que era canario y le dibujé un mapa. Él estuvo trabajando en Alemania.
Como decía mi padre: Y en lo que el diablo se estregó un ojo ya estaba Pancho pelado. Le dije que rebajara un poco el escaso flequillo. Me dijo que no, moviendo la cabeza Que así estaba bien. Y ni por Dios cambió de opinión. ¡Qué vamos a hacer! ¿Cómo se dió cuenta que uno no tiene gusto para estas cosas?.
Siguió con la barba. Continuó prendiéndole fuego- ¡así como suena!- no menos de seis veces a los pelillos de las orejas. Para ello, impregnaba un bastoncillo de algodón con un líquido azul, parecido al alcohol. Prendía el bastoncillo, lo acercaba a cada oreja quemando y apagando rápido con las manos. ¡Fuerte olor a chicharrones, caballero!
También le cortó (emparejando) las cejas y le masajeó cara, frente, hombros y brazos.
La gran sorpresa llegó cuando le depiló el entrecejo ¡esto tampoco lo había visto nunca!. Sacó una carretilla de hilo de coser, estiró el hilo lo cruzó y manteniéndolo con dedos y boca hizo una especie de pinza que aplicando una y otra vez sobre la ceja, iba eliminando uno a uno los pelos mal colocados.
Al término de su trabajo, Pancho fue espléndido en el pago pues había realizado más trabajo del concertado. Y pareció que él ya lo esperaba. Que lo del trato no era más que una forma de jugar, entre personas mayores. Le regalé un llavero de las Islas Canarias y nos dimos un abrazo fuerte, sentido. Está claro que todos somos hermanos y que en todos sitios hay gente especial. A partir de ese momento, cada día cuando pasaba por su puerta , Mehmet saludaba con alegría levantando la mano y diciendo:
-¡Canario, amigo!.
Han pasado algunas fechas. Tengo las fotos para recordarle, pero en mi memoria solo quedó grabada su sonrisa de buena gente. ¡Amigo Mehmet, hasta la próxima pelada o afeitada!

6 comentarios:

  1. Y digo yo que seguro que le pagó con 20€.

    malimpriaitos.

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  2. El caballero fué de viaje a Turquía a crédito. Ya tenía maquinada la colecta de los veinte euros.

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  3. Esto es increible el Sr Pancho se pone a jugar a la gallinita ciega con su primo borito en la barberia de Tirajana, y les cuenta la batalla esa, la única barrera que existia entre su comunicación era la ingesta de ron, luego vemos referencias al escaso flequillo de Pancho..??????, y de haber quemado los pelos de las orejas a Pancho hubieramos visto un incendio en las medianias......chiquita batalla esta, con la crisis el que no sale de vacaciones se las inventa.Por cierto que es eso de los 20 Euros, tan caro sale pelarse en Tirajana?

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  4. El Viernes se celebró un acto homenaje a los Pisaflores, en Tejeda.
    Le estuve buscando pero no asistió. ¿Que pasó, don Pancho?. Me dijeron que le habían invitado

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  5. Panchito. Que pasa?. Con esto de la JIAI me está abandonando el bló. Nos está dejando sin historias. No se me canse, carajo!

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Te agradezco la molestia. Pancho