Ricardo Santana, mi personaje de hoy, en adelante RS, iniciales del verdadero protagonista, va caminando por el Camino Nuevo con dirección a la parada de los coches de Molina. Se encuentra con don Pedro a quien conoce de toda la vida.
-RS ¿vas parriba?
-¡Parriba voy!
-No te importa pasar por el tostadero y le llevas un encargo a mi mujer!
-¡Bueno fuera. Dígame qué!.
-¡Es un paquetito de café de Colombia que me tiene prometido!.
-¡No se preocupe que se lo llevo!
Nuestro amigo se presenta en el negocio de café pidiendo al dueño Francisco, el encargo.
Hablador como él solo, empieza a hablar de lo buena persona que es don Pedro. Que si un día lo necesitó y ¡oiga una maravilla de persona!. Y le largó una indirecta. ¡No como otros que todo se va en paja!
RS un poco molesto oliiendo que se refiere a él y que se le escapa el coche de hora, dice:
-¡Mire Francisco, la verdad es que hoy tengo un poco de prisa. Si no le importa, otro día hablamos con más detenimiento!
Se mete en el despacho saliendo con tres paquetes de café, dos de cinco kilos y uno de un kilo.
-¡Mire, le dice a don Pedro que es de caracol. Le lleva estos dos y éste –el de kilo- lo coge para usted por el favor!
-¡Muchas gracias!
Según cogió los paquetes, a RS se le mete dentro el diablo y comienza a darle vueltas a la cabeza, pensando en darle uno grande y uno chico a don Pedro y quedarse él con uno grande. ¡Total, él no se va a enterar! ¡Pá qué quiere tanto café si no tiene hijos, ni va a poner una tienda!
Al terminar el trayecto ya tiene decidido que hacer. Le dará un paquete grande a la mujer de don Pedro y él se quedará con dos.
Llegado al pueblo, deja las cosas en su casa y se dirige con el paquete grande a entregar el encargo. Toca a la puerta de la mansión y abre la criada.
-¿Está la señora? .De parte del señor que le entregue este paquete.
-¡Espere, que se lo digo!
La chica vuelve a la puerta y dice:
-¡Doña Lola que espere un momento porque le va a dar un encargo!
En el interín la señora ha abierto el paquete, poniendo una buena cantidad de café – como dos kilos- sobre un papel. Lo envuelve y con él en la mano, sale a la puerta y se lo entrega a RS.
-¡Muchas gracias, Ricardito!
Éste, perturbado no acierta a darle las gracias. Hizo ademán de no quererlo, pero aún y así, cogió el paquete, a la vez que se despedía con un entrecortado adiós.
Parte final de la historia.
Al llegar don Pedro a casa, su esposa le contó la historia del paquete de café, a lo que contestó:
-¿Cuántos paquetes dices que te entregó!
-¡Uno, y bien grande. Le di casi la mitad por el recado, como tiene tantos niñitos!
-¿Por el recado, dices? ¡Me cago en la madre que lo parió!. Yo pasé después por casa de Francisco. Me dijo que la había dado dos paquetes para mí y otro para él. ¡El muy cabr….! ¡ Se mamó de 3, dos paquetes y medio, el caballero!. ¡Vaya transporte más caro!. ¡Cuando lo vea, se va a enterar!.
Unos días después se encontró con el amigo Ricardo.
-¡Gracias por el encargo, hombre! ¿Pesaba mucho?
-¡ La verdad es que si pesaba pero gracias a su mujer, penas con pan son menos!. Déle las gracias a su señora, don Pedro y cuando necesite que le traiga algún encargo, no dude en decírmelo!.¡ En esta vida, estamos para ayudarnos unos a otros!
-¡No te preocupes que ya hablé con Francisco y me dijo lo que había. Pierde cuidado que no te vuelvo a ocupar en la vida!.
¡No se fie de ese hombre don Pedro, porque estoy casi seguro que lo malmetió! Todo el mundo sabe que ese hombre es un lenguatrapo y un enreador ! ¡Sabe Dios lo qué le habrá dicho!
-¡Nada más que la verdad, amigo. Nada más que la verdad!
-¿La verdad? ¡Deje que lo vea yo, a ver que le dijo! ¡Se va a enterar ese bandío!.
¡Que buena gente es Don Pedro!