Allá cerca de los años sesenta, Pancho jugaba al fútbol con los chiquillos en las calles, solares y cercados. Las pelotas se hacían con tiras de plataneras, bien apretadas. Cuando las terminaban de hacer, las tiraban con fuerza contra el suelo y oiga ¡rebotaban hasta la altura del pecho!. Lo peor era cuando durante el juego caían al agua de una acequia. Las sacaban enchumbadas hechas una plasta, digo yo que la palabra vendrá de aplastada que es como quedaba. Dándole golpes, iba soltando el agua pero ya no volvía a coger la forma.
Otra pelota, la de trapo estaba hecha con una media o un calcetín viejo rellenos de trapos. En la foto tienen una hecha -mientras disfrutaba con el recuerdo- a propósito para esta historia.
Claro que, el tejido del calcetín es más fuerte que el de antaño y que no usé la típica media de mujer llena de agujeros. Se metían los trapos viejos en su interior. Eran difíciles de conseguir porque en épocas en que se aprovechaba todo, hasta los trapos viejos tenían su utilidad, especialmente para hacer traperas.
Para que las pelotas quedaran bien prietas se golpeaban contra el suelo y así se compactaban los trapos. Cuando tenían una buena medida –alrededor de
Más tarde llegaron los balones ¿digo balones? El único balón de cuero, propiedad del niño rico del pueblo.
A ver si se lo describo. Una cubierta de cuero, compuesta de trozos cosidos con hilo de bramante ¡qué fino! ¡ se dice hilo carreto! Tenía una costura lateral -ver imagen- que servía para cerrar el balón una vez inflado y amarrado –para que no se saliera el aire de la cámara (entonces decíamos “gomático”). Vean la página: http://www.soccerballscollection.com/1930%20ball.htm que dice asi:
Las piezas: de cuero cosido.
La cámara: Se accede a ella por medio de una abertura que se ata con un cordón utilizando el mismo sistema de los zapatos. La boquilla no tenía válvula, una vez lleno se doblaba y se ataba con un simple cordón enrollado alrededor. Para inflarla, se usaba una bomba –se dice fuelle- típica para las bicicletas.
Estos balones no eran impermeables. Cuando llovía pesaban un kilo, y las piedras y el barro se pegaban a la cubierta. Cuando le dabas de cabeza, te hacías unos piquetes o te salían unos chichones de aquí, te espero. También recuerdo que los balones se engrasaban con sebo de animales para que durara el cuero.
Más tarde, al principio de los años sesenta llegó al barrio Antoñito Alvarez, posteriormente entrenador de fútbol de los juveniles de Las Palmas y padre de tres excelentes futbolistas: José Antonio, conocido por Alvarez. Jesús conocido por Susi y Carmelín, el que más lejos llegó de los tres y que fue un excelente jugador en Primera División con
Pues bien, en vacaciones, salíamos de las casas por la mañana a llevar a las cabras a comer hierba y de paso a jugar a la pelota. Cada uno llevaba una o dos –y alguna baifa- e íbamos directos para la casa de Antoñito que también salía con su cabra suelta y al hombro dos sacos con balones, lo menos doce.
Mientras las cabras comían la hierba que entonces todavía había en cantidad en la barriada, nosotros jugábamos en uno de los tres estanques de barro que había en Schamann y que estaban situados al final de la calle Pedro Infinito, cerca del puente nuevo que une
Hoy día, cada niño en esa edad tiene uno o más balones de las mejores marcas en su casa. Tiene equipajes en los que no falta nada; botas con diferentes tacos, espinilleras, medias, tobilleras, etc. Juega en campos de césped, está bien alimentado, posiblemente también está mejor preparado culturalmente, pero... ¿disfruta tanto como lo hacían los niños de aquel tiempo?