Otra profesión que ha desaparecido en nuestra tierra es la del vendedor de leche a domicilio, de puerta en puerta, como se decía antes.
Los cabreros iban con sus ganados por la calle, paraban, ordeñaban directamente a la taza o a la lechera, cobraban y seguían rumbo, dejando tras de sí los excrementos como cuentas de rosario.. En otros sitios eran las vacas las que hacían el mismo recorrido, pero claro los regalos que iban dejando eran más grandes, las famosas “bostas” que perfumaban el ambiente. Hablando en broma, este sería el Comercio Local.
Para ir de pueblo en pueblo se pasó a las bestias de carga. Comercio Comarcal. Parece que estoy viendo al lechero subido en su burra dormido o durmiendo, la burra se encargaba de llevarlo y traerlo al trabajo. Detrás de él dos mulas, en la que se transportaban en cada una cuatro lecheras, dos por banda. En total ocho lecheras. Hoy aún quedan reminiscencias en el lechero del camión frigorífico que va recogiendo, por toda la geografía rural isleña la leche de los pocos animales que van quedando y la transporta hasta la central lechera, esa empresa que se llamó primero Coagro, luego Sandra, hoy creo que Sialsa. Este sería el Comercio Insular.
Pero entre el tiempo de los animales y el moderno camión frigorífico con cuba de acero inoxidable hubo otro tipo de reparto de leche. El del camión que llevaba la leche a la ciudad y la repartía también puerta a puerta. Sobre este tipo de comercio trata la historia de hoy.
El lechero es natural de Teror, vamos a llamarle Mateo y tiene un camión de la marca Dodge americano ¿se acuerdan del carnero que tenía como insignia?.
El reparto -para particulares y bares- estaba en la zona del Puerto, por los alrededores de la parada de las guaguas, al final de las calles Albareda y La Naval, casi dentro del Puerto de La Luz.
Mucho se ha hablado de que los lecheros, paraban en las acequias donde el agua pasaba clarita, clarita y añadían el líquido elemento a las lecheras, se dice “bautizaba”, cuidando especialmente que no aclarara mucho el color blanco para no delatarse y también con no echar mucha “porque cuando hervía, no subía la leche”. Como diría Natalita: ¡Si no sube es que está santiguá!.
Por la tarde, de vuelta de la ciudad, nuestro hombre paraba en la misma acequia, la de la Heredad de San Lázaro, para lavar las lecheras y tenerlas preparadas para el día siguiente. Sea a la ida o a la vuelta, el caso es que allí tuvo ser donde se coló un pasajero que tiene mucha importancia para el relato de hoy.
Estamos ya en Las Palmas, por la calle Andamana, despachando la leche. Los clientes, normalmente clientas, que se acercaban a comprar venían acompañadas de su lecheras de uno o dos litros de capacidad.
Una vecina le pidió litro y medio de leche. Estaba ya terminando de gastar el contenido de una de las lecheras y al hacer el trasiego de la medida de litro a la lechera de la señora, un sapo, ¿leyeron bien lo que escribí? ¡un sapo! pasó de un recipiente al otro. La mujer asombrada viendo al animalito en la lechera dijo:
-Lechero, ¿y eso que es?.
Mateo con una rapidez increíble contestó:
-¡Señora, señora!, ¡Traiga pacá cristiana, que ese es el submarino de la leche! ¡Menos mal que usted se dio cuenta porque sino la leche no sirve y se me pone toda mala! ¡Gracias, muchas gracias, señora!
Metió el sapo de nuevo en la lechera y siguió con la tarea como si nada hubiera pasado.
6 comentarios:
Y cundo estaba en acequia se oia "viva el padrino".
En la misma calle que vivio su infancia y juventud el amigo Jose Aantonio Ramirez Jimenez(de la extinta J.I.A.I)cerca de la "planta la luz", estaba la tienda de los hermanos Paco y Manolo "los de Nazaret", que vendia leche a granel a distintos precios, segun como fuera el bautizo.
Saludos desde Telde.
RECUERDO QUE LAS CABRAS CUANDO IBAN POR LA CALLE SE RASCABAN EN LA PARTE BAJA DE LOS FRONTIS DE LAS CASAS. CASI TODAS ESTABAN HECHOS DE PICON Y PINTADOS DE NEGRO HUMO.
... cuando estaba ordeñando la cabra va la muy p... y se caga y me llenó la leche de cagarrutas ... la madre que la parió.
Buenos días Pancho, lo primero felicitarle por su página y por hacernos llegar esas historias llenas de golpes, sucedidos y caidas. Me gustaría ponerme en contacto con usted, si puede ser, le dejo mi correo electrónico maestroflorido@gmail.com un saludo y nunca las maña pierda...
Recuerdo la vaqueria que había cerca de la casa de veraneo de Tafira Alta y la que había a unos 50 metros de la casa de mi niñez en la calle Padre Cueto, cerca de la iglesia de los Franciscanos y el Hospital de San José.
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