Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

A José María, un gallo fino


Hoy escuché un verso, titulado Recuerdos a un gallo fino recitado por Dacio Ferrera, cantante canario por el que siento admiración. Lo tengo situado como lo más auténtico de nuestro folklore, junto a Juanito Quintana, el Claca, en Gran Canaria o Manuel Navarro, nuestro Viejo Navarro, en Fuerteventura.
La letra del verso echó a volar mi mente que se posó en Telde, en un día de hace muchos años. Allí estaba acompañado de un amigo, José María Alvarez B. para mi, para mis adentros, una de las personas más socarronas que he conocido. Me está contando alguna de sus perrerías, relacionadas con su afición por los gallos y trata de como convenció a un amigo para que pusiera uno de sus gallos de pelea en el cercado de su casa del campo, al objeto de que el animal estuviera en contacto con la naturaleza. Para endulzarlo le dijo que cuando fuera el gallo a pelear, pondría en el cartel lo siguiente:


Gallo: Colorao
Propietario: Pepe María
Casteado por: nombre del amigo


El hombre accedió y parece ser que el gallo le destrozó el cercado, picoteando y escarbando todo lo que había plantado, especialmente verduras. Al día siguiente tuvo que ir, de urgencia, a buscarlo. Todavía creo que están pendientes las indemnizaciones.
Me llevó primero a ver un amigo que jugó al fútbol con Pancho y después a una gallera que estaba junto al barrio de San Francisco. Me quedé asombrado de la afición que existía, de los cuidados que se daban a los animales. En fin, de todo lo relacionado con los gallos de pelea. Tenía allí varios gallos de su propiedad. Intentó que me llevara uno a mi cercado y le dije:

-Pepe, si me lo llevo mañana comemos sopa de pollo de almuerzo. Así que tu sabrás...

Me dijo, dejándose ir pal pié con su cara de pícaro

-Entonces, mejor me quedo con él ¿verdad?

Les transcribo el verso


Tengo un gallo que en pelea
Le han dejado un ojo tuerto
De los que no se malean
Y habrá que sacarlo muerto

El viene de un gran castío
De una gallina sencilla
Tiene planta, mucho brío
No se va pá la guarida

Me gusta cuando los pechan
Y los ponen a correr
El que no es fuerte y se echa
Se lo tendrán que comer

Por eso quiero a ese pinto
Colorao o canabuey
Demostrando sus instintos
Y verlos “peliar” después

Y yo les digo señores
Que aunque seas un gallo tuerto
Cúrate de tus dolores
Y siente que no estás muerto

Ya viene un nuevo pollito
Que le gusta la pelea
Hay que buscarle un campito
Pá que crezcan sus espuelas



Casualidades de la vida, al llegar a Las Palmas me encontré con un amigo común, Pepe Arencibia.
Me cuenta, José María, que estás comiendo poco y eso no es bueno para la salud.
Esperando que lo leas, se me ocurrió escribirte este medio folio para traspasarte el verso que igual no conoces. Y ahora, una anécdota nuestra
¿Te acuerdas, Pepe, cuando me dijiste que yo era muy inteligente?

Mi respuesta fué cerrar la boca y apretar los dientes. Me preguntaste porqué hacía eso. Y te dije para que no se me caiga el queso, como en la fábula de la zorra y el cuervo.
¿Cuantas veces me lo has recordado?
Siempre has sido fuerte y has sabido enfrentarte a la vida con una sonrisa en tu cara.
¡Venga, otra demostración!


Un abrazo……….

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y PARA CUANDO LA RIFA DEL GALLO.

Moisés Morán dijo...

Los gallos y sus historias forman parte de nuestra cultura, aunque no me gusten.