Correíllo León y Castillo
Corría la primera mitad de los años sesenta y como hoy, la rivalidad entre el C.D. Tenerife y la U.D. Las Palmas en el aspecto futbolístico era muy grande.
El Domingo próximo se celebraba una eliminatoria de la Copa del Generalísimo (¿Qué les parece el nombre?). Hoy se llama Copa del Rey. El que manda, copa. Pancho junto a varios amigos fue a comprar el billete para el correíllo León y Castillo. El partido comenzaba a las 5 de la tarde en el Heliodoro (nombre del campo del Tenerife). La salida del barco fue a las 12 de la noche del sábado. A eso de las 11 y media ya estábamos todos embarcados. Habíamos comprado los billetes de ida y vuelta de la clase más barata: Sillas de cubierta, nada de camarotes que no estaba la economía para según que cosas.
Desde la cubierta nos despedíamos entre bromas de nuestro amigo Juan Hoyos que, aunque portaba como nosotros una bolsa tipo macuto entre sus manos, nos había dicho que no podía ir al no contar con permiso del trabajo.
Cuando el barco empezó a separarse del muelle vimos con sorpresa que Juan salía corriendo hacia el barco y de un salto subía a bordo desapareciendo por la escalera hacia los camarotes. A los pocos minutos, apareció vestido con una camiseta amarilla de la Unión Deportiva, gafas de sol y una gorra camuflado entre la gente. Véase en la foto 2, por dónde saltó el “polizón”.
El Domingo próximo se celebraba una eliminatoria de la Copa del Generalísimo (¿Qué les parece el nombre?). Hoy se llama Copa del Rey. El que manda, copa. Pancho junto a varios amigos fue a comprar el billete para el correíllo León y Castillo. El partido comenzaba a las 5 de la tarde en el Heliodoro (nombre del campo del Tenerife). La salida del barco fue a las 12 de la noche del sábado. A eso de las 11 y media ya estábamos todos embarcados. Habíamos comprado los billetes de ida y vuelta de la clase más barata: Sillas de cubierta, nada de camarotes que no estaba la economía para según que cosas.
Desde la cubierta nos despedíamos entre bromas de nuestro amigo Juan Hoyos que, aunque portaba como nosotros una bolsa tipo macuto entre sus manos, nos había dicho que no podía ir al no contar con permiso del trabajo.
Cuando el barco empezó a separarse del muelle vimos con sorpresa que Juan salía corriendo hacia el barco y de un salto subía a bordo desapareciendo por la escalera hacia los camarotes. A los pocos minutos, apareció vestido con una camiseta amarilla de la Unión Deportiva, gafas de sol y una gorra camuflado entre la gente. Véase en la foto 2, por dónde saltó el “polizón”.
Foto 2
Hasta la entrada del estadio, nada destacable. Durante el partido, recuerdo como los aficionados –más bien los forofos- de uno y otro equipo hacían gracias como las siguientes: Un aficionado grancanario llevó una bolsa de arena que extendió sobre la grada, gritando: ¡ Areeena!. La claqué grancanaria repetía a coro la misma palabra.
En la parte tinerfeña, la palabra que se repetía a coro era esta otra: ¡Fumarooola! Ésta, más potente, seguida por todo el público, dado que jugaban en casa.
Les aclaro que estos piques querían significar: Tenerife no tiene arena amarilla en sus playas. Más tarde, hicieron una artificial en Las Teresitas.
En cuanto a las fumarolas, son unos escapes de azufre que hay en la parte alta del volcán Teide. No hay en Gran Canaria.
Vamos ahora a la parte final de la historia.
Llegó la hora del embarque hacia Gran Canaria. Serían cerca de las diez y media de la noche cuando llegamos al muelle. La hora señalada para la partida, las once. De repente, vemos que el barco se está separando del muelle.
En la parte tinerfeña, la palabra que se repetía a coro era esta otra: ¡Fumarooola! Ésta, más potente, seguida por todo el público, dado que jugaban en casa.
Les aclaro que estos piques querían significar: Tenerife no tiene arena amarilla en sus playas. Más tarde, hicieron una artificial en Las Teresitas.
En cuanto a las fumarolas, son unos escapes de azufre que hay en la parte alta del volcán Teide. No hay en Gran Canaria.
Vamos ahora a la parte final de la historia.
Llegó la hora del embarque hacia Gran Canaria. Serían cerca de las diez y media de la noche cuando llegamos al muelle. La hora señalada para la partida, las once. De repente, vemos que el barco se está separando del muelle.
Foto 3
Empezamos a correr, el único que llegó a tiempo de saltar fue otra vez Juan Hoyos, también sin billete. Exhaustos, nos sentamos en el suelo, diciendo:
-¡Fuerte suerte tiene este tipo! ¡Todo le sale bien!
Cuando fuimos a la caseta del muelle de la Compañía Transmediterránea a preguntar cuando salía barco para Las Palmas, nos dijeron que ya estaban embarcando en la otra parte del muelle. Para allí salimos y a las seis de la mañana llegamos al Muelle de La Luz.
A la hora del mediodía me llegó esta noticia.
-¡Pancho! ¿Sabes que el barco en el que se subió Hoyos no venía para Las Palmas? ¡Su destino, era La Palma! ¡La madre acaba de mandarle un giro para que pueda comprarse un pasaje para acá, vía Tenerife!
Cuando llegó tras su odisea, nos contó con su gracia natural la aventura:
Dijo que cuando subió a cubierta, estuvo un rato apoyado en la barandilla, viendo alejarse Santa Cruz de Tenerife. A su lado una pareja mantenía una conversación que llegaba a sus oídos. La parte final que escuchó fue ésta
-¡Mañana a las siete estaremos en Santa Cruz!
A Hoyos se le puso la carne de gallina del susto
-¡Perdonen! ¿A dónde dijo Vd. que va este barco?
-¡A Santa Cruz de la Palma!¿No lo sabe?
-¡Ay, mi madre! ¿Y yo que voy pá Las Palmas? ¡No te lo dije, Juan Hoyos! ¡No se puede vivir tan deprisa, hombre¡
-¡Fuerte suerte tiene este tipo! ¡Todo le sale bien!
Cuando fuimos a la caseta del muelle de la Compañía Transmediterránea a preguntar cuando salía barco para Las Palmas, nos dijeron que ya estaban embarcando en la otra parte del muelle. Para allí salimos y a las seis de la mañana llegamos al Muelle de La Luz.
A la hora del mediodía me llegó esta noticia.
-¡Pancho! ¿Sabes que el barco en el que se subió Hoyos no venía para Las Palmas? ¡Su destino, era La Palma! ¡La madre acaba de mandarle un giro para que pueda comprarse un pasaje para acá, vía Tenerife!
Cuando llegó tras su odisea, nos contó con su gracia natural la aventura:
Dijo que cuando subió a cubierta, estuvo un rato apoyado en la barandilla, viendo alejarse Santa Cruz de Tenerife. A su lado una pareja mantenía una conversación que llegaba a sus oídos. La parte final que escuchó fue ésta
-¡Mañana a las siete estaremos en Santa Cruz!
A Hoyos se le puso la carne de gallina del susto
-¡Perdonen! ¿A dónde dijo Vd. que va este barco?
-¡A Santa Cruz de la Palma!¿No lo sabe?
-¡Ay, mi madre! ¿Y yo que voy pá Las Palmas? ¡No te lo dije, Juan Hoyos! ¡No se puede vivir tan deprisa, hombre¡
2 comentarios:
Siempre cuentas interesantes historias Pancho, y las UD y de su época dorada no son un desperdicio.
Fantástica la historia, Miguel, qué buena!!!
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