Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Pambardas


Esta historia es cortita, pero ya ustedes saben como es Pancho, ahora le da unas vueltitas, pone el ambientillo  para que sepamos donde estamos y poquito a poco, nos va llevando al final. Empezamos
Hoy tenemos unos medios de transporte cómodos y rápidos. Los de esta historia ocurrida allá por los años 50, eran de tracción animal. Las mulas que usaban los arrieros para llevar mercancía de un pueblo a otro. Los protagonistas: dos arrieros (Pepe y Antonio) que salen de Tunte, cargaditos para Las Palmas capital. Es diciembre, hace frío en el camino de La Plata. Como dicen por allí: ¡Fuerte cirro, cristiano!.

Ya estamos en el Llano de La Pez, en plena cumbre. A la derecha, un campo grande plantado de centeno. Grande, espigado, precioso.
Uno de los arrieros, Pepe, dice:

¡Centeno!

No hay respuesta. Y continúa el camino, las bestias cargadas, unas veces más ligeras que otras en función del desnivel del terreno. Pasan Valleseco y antes de llegar a Teror, paran un ratito. Amarran las mulas a unos árboles cercanos.  Ambos sacan de la lechera su suerito, llenan media lata de líquido, espolvorean un pisco de gofio  “por cimba”, lo revuelven con la cucharita de madera y “pabajo”.  Se completa el desayuno, con un trozo (cacho) de queso y un par de higos pasados.

Sin mediar palabra, desatan los animales, montan y siguen rumbo. Dos horas y media más tarde, llegan a la vista de Las Palmas. Y es entonces, cuando Antonio contesta
¡Pambardas! *

¿Qué, Pepe?

¡El centeno!

¡Ah!

Y esta es la historia. Está claro que tengo que explicársela a ustedes.

(*) Pambardas, significa: ¡Para albardas!

No creo que sea necesario detallar que es una albarda, pero por “un siacaso”, ahí va...
albarda.  Pieza principal del aparejo de las caballerías de carga, que se compone de dos a manera de almohadas rellenas, generalmente de paja o centeno y unidas por la parte que cae sobre el lomo del animal.
Añado de mi cosecha: Silla de la caballería.

Resumen:
Que en la cumbre Pepe dijo, centeno. Que 4 horas más tarde, le contestó Pepe: Para albardas. Como no sabía de qué hablaba preguntó y éste le dijo: El centeno, está bueno para rellenar albardas. Por cierto que el centeno aguanta mucho sin partirse, por eso es tan bueno para ese fin.
A partir de esa fecha, cada vez que alguien tarda mucho en contestar o no se entiende bien lo que dijo, se contesta: ¡Pambardas!
Cosa que a mí que conozco la historia, me hace mucha gracia.
Saludos.

2 comentarios:

Concha Hernández Romero dijo...

Pancho me encantan nuestras palabras y el déjate caer de sus historias, más que leerlas me las bebo
.
Gracias por recordarlas.
No se por que a veces le pongo comentarios que no se reflejan en su blog. Debe de ser por mi peculiar manera de usar la informatica mejor dicho por mi nulo conocimiento de ella.
Un abraso Concha

Arkamo Atea dijo...

Es una gran historia, pero corrígela porque creo que tiene algún error entre quién contesta; gracias por compartirla