Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

En Las Nieves, te espero.


A mí me gustan las historias en las que aparece la burrita, medio de transporte ahora en desuso pero que fue imprescindible en otros tiempos. También las mulas, pero eran más para cargas de tipo profesional:  las de los arrieros.
Mi historia de hoy  tiene como protagonista a la burrita y ahí empieza

Principios de Agosto en la cumbre, allá por Artenara.  Sol de justicia. Candelarita camina junto a su burra que va “cargada hasta los topes” de esteras, sombreros, escobas, cestos, bolsos, etc. Todo hecho con palma que se hace allá abajo en el Ingenio Blanco de Santa Lucía de Tirajana.
Su destino, las Fiestas de Las Nieves, en Agaete. De repente, el animalito que se para. No hay Dios que la mueva, ni pa’ lante, ni pa’ trás. Venga a tirar, a tirar y suculúm. Que la burra no quiere andar.

Pasaban otros arrieros siguiendo su camino y el último le preguntó
      - ¿Qué pasó, Candelarita?

      - ¡Mire usted, Juan Gregorio, que la burra no quiere andar!
Juan Gregorio para, se baja de la mula y dice

      - Haga lo que le digo. Vamos a darle agua y un pizco paja, si tiene. Cuando esté fresca, le damos el remedio de la gasolina.
      - ¿Gasolina? ¿Qué remedio es ese?.

      - ¡Cogemos  un chispero que tenga gasolina, levantamos  el rabo a la burra, le raspamos  el culo (1)  con una piedra,  se le echa un pisco de gasolina en lo raspado y ya verá como la burra camina.
Dicho y hecho. La burra se quejaba un poco al rasparla con la piedra, pero  cuando le echaron la gasolina, brincó y salió como un tiro con la carga arriba, perdiéndose de vista.

Candelarita se quedó sorprendida al quedarse sin su animal y le pregunta a Juan Gregorio
       -          ¿Y ahora que hacemos, Juanito? ¡Me quedé sin burra!

-          ¡Si usted quiere Candelarita, le doy el mismo remedio y así seguro que la alcanza!

-          ¡Bueno, cristiano y que vamos a hacer! ¡Todo sea por Dios! ¿Usted me la pone?
Juan Gregorio le hace el correspondiente raspado en dicha sea la zona y cuando le echa la gasolina, ocurrió lo esperado, pero en grado superlativo porque, o le echaron mucha o rasparon demasiado  y  Candelarita salió a más de cien por hora en  la misma dirección por la que  se fue el animal.

Dicen que cuando Candelarita llegó a la altura de la burra, no pudo frenar  adelantándola  y que chillando a voz en grito, dijo
          -¡En Las Nieveees, te esperooooo!

 Saludos y gracias a un  confidente de Armas tomar.

(1).- Sé que a algunos les parecerá una procacidad o una zafiedad, aclaro que sé también otras palabras sinónimas, pero a la historia hay que darle lo que lleva. Y esto fue en la cumbre, mis hermanos. ¡No sean tan finos!

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