Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Los dibujos de Alberto


Alberto Soto Martín dibuja primorosamente. Especialmente la gente del campo. De vez en cuando, va a colaborar con el blog haciendo algún dibujo a plumilla que servirá para enriquecer la página aportando graciosamente un toque de canariedad. Me ha hecho uno, referido a José María, el pastor de Caideros, que verán Vds. la próxima semana. Hoy quiero que vean este maúro en romería, ¿o en "ronería"?,"jarto de copas". Observen los ojillos -uno un poco "cliko"-, con su palillo en la boca, y el cigarro en la oreja. En la mano un "botellín" de tropical -¡hacía un calor, cristiano!-, sobre la mesa la copita de ron y la "ropavieja" en su plato de usar y tirar. ¿Y que me dicen, del cachorro, la corbata el chaleco y el fajín?. En fin, que está guapísimo ¿no?. ¡El hombre estaba vestido así el día del Pino, en el ventorrillo de Suso! ¿ O fue en el de Feluco?. Gracias, Alberto.

la máquina de "solfatar"


Cuando llegaron las primeras máquinas de "solfatar", Mastro Juan, el zapatero, el del Palmar de Teror compró una. Metálica, de latón y bronce, de esas de 16 litros, mientras estuvo nueva brillaba que daba gusto.
Como diría con sorna el historiador, la llegada de la máquina fue un importante avance en las tareas agrícolas de la comunidad. El problema se planteó cuando todos los vecinos se la pedían prestada. Los menos se la devolvían limpia y en buen estado, los más eran poco cuidadosos con lo ajeno. A los dos meses parecía un cacharro viejo.
Mastro Juan se iba "calentando" más y más conforme se la pedían. Les decía:
-Señooores, cómprense una máquinita que me la están rompieeendo.
Isidrito era uno de los que entre bromas, decía:
- ¡Teniéndola tu, la tenemos todos, Juan!. ¡Tu no eres malo!
Un buen día Isidrito mandó a su hijo a pedirle prestada la máquina y...
- Mastro Juan, dice mi padre que si le presta la máquina de solfatar.
- Le dice Vd. a su padre que la máquina no se presta más a nadie. Que el otro día la dejé y me la trajeron con el pitorro "tupío". Juan, el mío, la llevó a arreglar y ahora no se presta. ¿Vale?.
Isidrito se tuvo que fastidiar y "solfatar" con una escoba de albeo. ¡Para que se hagan una idea, como el cura cuando en la procesión tira el agua bendita con el hisopo! Así mismo.
Un mes más tarde, Mastro Juan vió pasar por delante de la puerta de la zapatería al chiquillo de Isidrito que se llamaba como su padre:
-¿Vas pa tu casa, Isidrillo? ¡Díle a tu padre que me deje el macho que tengo la cabra "descompuesta" y me lo traes tu mismo! ¡Corre que te doy una peseta por el favor!
El chiquillo corrió a la casa privado. Se iba a ganar una peseta nada más por llevar el macho. Se lo pidió a su padre y esta fué su respuesta:
- Vaya Vd. a la zapatería y le dice a Mastro Juan que el pitorro del macho mío lo quiero pá solfatar las papas. ¡Mucho estaba tardando el caballero en pedir el favor! ¡ Donde las dan, las toman!

Las alpargatas

Años 50 y 60 del siglo pasado en el campo. ¿Qué niño llevaba zapatos a diario? Alguno habría, digo yo. Los hijos de los ricos. Los demás, es decir, nosotros, teníamos solamente unos de salir. Los días laborables, ibamos descalzos, o con zapatos viejos, raídos. Para ir al colegio, llevábamos alpargatas. Las había de varios tipos:
Con la tela blanca reforzada, en la punta y el talón y piso de esparto. Muy caras. Como las de la foto.
Con la tela blanca reforzada, en la punta y el talón y piso de goma. Precio medio.
Con la tela blanca sin reforzar y piso de goma. Baratas.
Vamos a detenernos en estas últimas que eran las que yo llevaba. Al poco tiempo de estrenarlas, empezaban a estirarse y se salían por la parte del talón. Si se te mojaban por causa de la lluvia o al cruzar una acequia, adiós alpargatas, porque se estiraban de tal manera que no había quien las mantuviera dentro de la pierna. Para evitarlo, hacíamos un nudo en la parte trasera de la tela, junto al talón para que no se salieran, pero el “dichoso”nudo producía dolor al roce con la piel.
Las alpargatas solo nos las poníamos para ir al colegio. Si se armaba un partido de fútbol –con pelotas hechas de tiras de plataneras- lo primero que hacíamos era quitárnoslas y meterlas en el pantalón a la altura del cinto. Cualquiera las dejaba sueltas. Porque como se decía antes, si me las llegan a quitar, mi madre me mata.
La duración de un par de alpargatas está perfectamente definida en esta frase de la época:

Las alpargatas,
30 días sanas, 30 días rotas
30 días esperando por otras.


Para las niñas, las alpargatas eran como las de los niños en cuanto a materiales: de tela, piso de esparto o de goma, pero con una diferencia fundamental. Eran de dos colores: rojo y azul, indistintamente la parte delantera y trasera. No se amarraban delante como las de los niños, sino que tenían unas cintas muy largas en la parte trasera y se ajustaban trenzando en la pantorrilla.
Como verán, los canarios también hemos pasado estrecheces a lo largo de nuestra historia. Cuando nos quejamos de "lo mal que está todo", debemos reflexionar sobre el uso consumista que hacemos de las cosas, y como un ejemplo claro: ¡Qué diferencia entre las alpargatas rotas de antes y las zapatillas deportivas de hoy!. Muchos pueblos -las 2/3 partes del mundo- viven aún en esa situación o peor. Y los canarios lo sabemos bien. ¡Cuántas personas están muriendo por intentar llegar a este mundo de lujo y despilfarro!


la oveja de Margot



Tengo un amigo del campo que es amante de las palabras nuevas. Su nombre, Francisco Bordón (iniciales FB). El hombre está al día, como diría el fino, de los anglicismos, galicismos y otros extranjerismos que se incorporan a nuestra lengua. Cuando una palabra empieza a ponerse de moda, por ejemplo puenting, piercing…etc. rapidamente él lo incorpora a la conversación cotidiana. El problema es que no pronuncia muy bien el inglés y lo traduce de oídas. Hace algún tiempo tuve con él esta corta conversación. Me paró en la carretera y dijo:

-Pancho, quisiera regalarle a mi nieto unas canciones para Reyes. Mi mujer me apuntó el nombre de un grupo de música que le gusta al niño. Usted que va todos los días pá Las Palmas porque no me trae, que yo se lo pago, un compartir de la oveja de margó. Aquí se lo tengo apuntado.

Cogí el papel, lo leí y dije:

-Perdone, ¿como me dijo usted?

Listo como el hambre, al notar que mi respuesta era socarrona, inmediatamente contestó:

-¿Está mal dicho? Seguro. ¿Cómo se dice, eh?


Para que Vds. lo comprendan mejor les traduzco con imágenes lo que me pidió:

¿No lo entendieron?. Pues va por escrito.


Un compact-disc de la Oreja de Van Gogh. ¿Vale?