Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Paola, de fiesta


Acabo de pasar tres entradas. Una, dice que nos dieron un premio. Muy bien.
La segunda, una historia del bar de las tres puertas, creo que muy graciosa.
Y ésta, esta es la mejor de todas. Es la foto de una niña que no va a salir de marcha esta noche de Año Nuevo pero que se ha puesto así de guapa. ¡No me digan que no les gusta! Es Paola.

¡Otro premio!

A la hora de ir a poner la última historia de este año, Pancho se acaba de llevar otra sorpresa. Le han concedido al blog otro premio.
-¡Debe ser alguien que nos quiere!, dijo.
Este es la referencia y motivación que figura en premios blogs Gran Canaria:


9.- A Don Pancho, por esa manera de contarnos, las historias de la socorraneria de estas tierras. Su blog http://canariodelcampo.blogspot.com/

Como la otra vez: ¡Muchas gracias, amigo. Pero, usted sabe que no era la intención!. Mi agradecimiento especialmente por su lectura continuada. Me alegra que otras personas puedan disfrutar de las mismas cosas que yo. Y esto crea lazos invisibles. En mi modesta opinión, nuestro hombre del campo es una verdadera biblioteca andante y por ello debemos aprender, cuidar y aplicar sus virtudes a la vida cotidiana que seguro nos hará más felices.
Buen año 2009 para todo el mundo, pero especialmente para mis amigos de siempre.

Agaete: El fraile del tiempo



Esta mañana, Pancho fue con su amigo Ismael a visitar a la familia en Agaete o Laguete. Que como ustedes saben tiene un refrán que rima con ete. La verdad es que no puedo dejar de decirlo y ahí va:
Agaete, míralo y vete,
porque como te metas,
te ponen nombrete.

Allí en casa de un familiar que tiene casi un museo de antigüedades vimos un aparato (el que se ve en la foto) conocido como el fraile del tiempo. Muchos recuerdos vinieron a su mente, especialmente de pequeño en casa de su abuela. Allí teníamos uno que en verano, con los calores, se quitaba la capucha. Hasta le pareció oír a la abuela Frasquita, secándose el sudor de la frente:
¡Prepárense para el calor que vamos a tener este verano. Fíjense que hasta el fraile se quitó el gorro!
Observen la imagen: el fraile se ha quitado la capucha.
De pequeño, cuando el tiempo amenazaba lluvia o viento, íbamos a ver lo que decía el fraile y él con su varita señalaba con seguridad, de arriba abajo, los siguientes estados:
Seco, revuelto, viento, bueno, inseguro, ventoso, húmedo y lluvia. En bueno o seco el fraile se quita la capucha, dejando la cabeza al descubierto.
Oiga, que le digo yo que parece un milagro, pero el amigo del convento no se equivocaba nunca. Buscando, buscando, nos enteramos que el aparato de marras es un higrómetro. ¡Ñó, vaya palabra! Y dan esta explicación –en versión breve-:Un higrómetro es un instrumento que se usa para medir el grado de humedad del aire, del suelo, de las plantas o un gas determinado, por medio de sensores que perciben e indican su variación.
Y más en concreto, sobre nuestro pequeño instrumento dice así:
Higrómetro fraile del tiempo 
Características
El fraile del tiempo de "toda la vida" lleva fabricándose más de 100 años. Unos cabellos mueven la mano y la capucha en función de la variación de la humedad. Fabricado en cartón. Indicación ajustable. Para colgar en pared.

Y seguimos en Agaete. Supimos que una vecina tenía uno de estos frailes del tiempo y por culpa del marido lo rompió y lo tiró a la basura. Me gustó la historia y aquí se la relato o se la cuento:
Resulta que el marido era pescador, de bajura, y le gustaba “echarse sus pizquitos” más de la cuenta y que desde que lo puso, el hombre dejó de trabajar. Cada vez que le preguntaba:
-¿Mira Lolo, y tú cuando vas a trabajar?
El hombre se levantaba solemnemente, miraba para el fraile y decía:
-¿Señora, usted ha visto lo que está marcando el fraile? ¡Revuelto!, y con ese tiempo la mar está muy mala.
Mañana otra vez la pregunta y la respuesta era tan variada como la mano del fraile: Inseguro, revuelto, viento, ventoso, húmedo o lluvia y por lo tanto con ese tiempo la mar está muy mala y "no se puede dir a trabajar". Y "pá la calle, o sea, pál bar" a echarse las copas.
La mujer dio con una solución radical:
Cogió al fraile y lo rompió en mil pedazos. Así, al menos el marido tendría que buscarse otra disculpa.

Saludos.

El cartel de la Romería de Los Labradores


Hoy les presento el cartel de la Romería de Los Labradores, en Santa Lucía de Tirajana. La persona que figura en el mismo, es don Benjamín Castro López, uno de los fundadores y participante, allá por el año 1968, de la Romería en ese año en que se instituyó. Benjamín es un personaje auténtico, distinto. Si no, díganme ustedes si conocen –en esta época- a alguien que dedique parte de su tiempo libre a buscar alcachofas o cardos. Conoce todos los terrenos, especialmente los de umbría, pues es ahí donde suelen encontrarse. Todos los días, se levanta y acompañado de su caña-bastón sale a caminar por los alrededores del pueblo y las vueltas de Temisas. Entre sus méritos:
Que haya conseguido que sus tres hijos tengan estudios.
Ser un excelente Actor, habiendo conseguido con el Grupo de Teatro Ansite el Premio regional de Teatro Costumbrista, celebrado en el Teatro Pérez Galdós.
Su currículum puede ser este: Entró a trabajar al Ayuntamiento como lector de contadores y compaginaba este trabajo con el de barbero –un barbero zurdo- profesión que aprendió de su tío mastro Pancho. Aunque dicen que se parece más a su tio Brunito. Hoy jubilado del Ayuntamiento todavía “arregla” a algunas personas e incluso visita a clientes en el Ingenio Blanco o Rosiana.
Comisionado de las fiestas, con un grupo de amigos, en el que estaban, Facundo López (+), Alfonso Pérez Silva, Tano Toledo (presidente), Miguel Ricarte, Paco Marrero y otros... se encargaba de todo lo relacionado con la feria de ganado, y de animarnos con su sentido canario del humor.
Más joven, casi un niño, hizo de cabrero para ayudar a la casa. A veces me comenta, con aires de reproche:
¡Una noche de Diciembre hace muchos años, mientras ustedes estaban estudiando en Las Palmas yo me tuve que quedar con mis cabras en Adeje porque el barranco no me dejó pasar para el pueblo. Ustedes no saben lo que es pasar penas!
A su padre Rafaelito Castro, (q.e.p.d.) le conocí también, de profesión arriero, gran conversador del que conozco algunas historias, relacionadas con la guerra civil, que amenazo con contarles en otra entrega.
Ultimamente, no lo hacemos mucho pero recuerdo cuando salíamos de serenata y pedía cantar. No tenía buena voz, pero lo hacía con el alma. Lo primero que necesitaba para cantar era estar subido en algo: una silla pequeña, un tronco de pino, una piedra. Y si no se la conseguíamos decía que no podía cantar. Una de sus letras, a ritmo de isa, solo se la he oído a él. Es esta:

Pájaro, que bien cantiste
A la orilla de una sieca
Pájaro que me gustiste
Entra a cantar otra vuelta.


Las canciones que le gustaba cantar eran
Boga, boga, barquita mía ,
boga ligera cruzando el mar
Boga, boga, barquita mía ,
Hasta la orilla sin descansar

….

o la última de la madrugada: Las mañanitas, cuya letra para que ustedes recuerden dice

Estas son las mañanitas
que cantaba el rey David
a las muchachas bonitas
te las cantamos a ti……


En resumen, quería trasladarles este pensamiento: En la vida no solo son importantes, esas grandes cabezas pensantes, también lo son las personas sencillas, como Benjamín.
Un abrazo, hermano, y me alegro, de verdad, que figures en ese cartel.

En fin, me despido de ustedes invitándoles a que vayan a la Romería del Labrador, en la fecha que señala el cartel y disfruten la que es, al decir de los entendidos, una de las más auténticas que hay en Gran Canaria, y además por ser la última del año, en ese marco maravilloso que la naturaleza construyó en Gran Canaria: Santa Lucía y la Caldera de Tirajana.

Fagagesto, en Gáldar


El jueves estuvo Pancho en Tenerife para recoger un premio que le otorgaron a una entidad de la que forma parte: Aider Gran Canaria. Allí se encontró con dos personas (madre e hija) naturales de Fagagesto, en Gáldar, elaboradoras de queso artesanal que venían a recoger nada menos que dos premios regionales, otorgados por el Gobierno de Canarias en reconocimiento a la calidad de sus quesos. Hablamos un rato en el hermoso marco elegido por los organizadores para la entrega: el recién reinaugurado Teatro Leal de La Laguna y les conté la anécdota que figura al final del escrito. Me parecieron gente auténtica, de la nuestra. Gente de palabra. Me refiero a madera antigua, de tea. Hoy hay mucho pinzapo. Por eso, las distingo.
La imagen pertenece al Queso premiado de Gran Canaria
          Vamos por partes. Primero hablamos del queso y después, la sonrisa.
Tenemos en Gran Canaria, y en toda Canarias en general, un producto –el queso- que está reconocido en el mundo entero, por los expertos, como una excelencia. Cuatro quesos de Canarias acaban de obtener premio en el concurso mundial celebrado en Dublín el pasado mes de Septiembre de este año nuestro de 2008. De forma especial para mi gusto es aquel elaborado artesanalmente en todo o en parte con leche de cabra cruda, dada la ausencia en Canarias de enfermedades del ganado caprino. Y también el de mezcla de leche de cabra y oveja. Le llaman de ganado cuando llevan también de vaca.
Quiero hablarles hoy de la mayor comarca quesera de Gran Canaria, no digo la única, desconocida para muchos de nuestros paisanos. Les hablo de la zona alta de los municipios de Gáldar, Guía y Moya. Tiene un clima diferente que hace que la mayor parte del año conozca la visita de la bruma con sus sinónimos - niebla, neblina o también (nublina)-. El frío, la lluvia fina y la humedad son los elementos que favorecen la aparición de la hierba -los pastos- principal alimento del ganado. Los nombres de alguno de los toponímicos de este territorio son: Caideros, Bascamao, Montaña Alta, Pavón, Lomo del Palo, Fontanales y otros, dejando para el final Fagagesto, por interés del escritor – ¡hay que quedarse bien con el nombre!-. Según el padrón municipal a fecha 1-1-2004 , en Fagagesto y su diseminado vivían 153 vecinos, 76 hombres y 77 mujeres.
Cruce de caminos donde aparece la señal de Fagagesto
Ahora sigo con la anécdota productora de la sonrisa :
Están en un bar del Carrizal, bastante lejos del lugar señalado, dos amigos borrachitos, echando copas. Labor que ejercen a diario. Cada uno con su palillo en la boca. Yo les llamaría profesionales del ron, la cerveza y la tapita, (sea ésta de tollos, carajacas, ropavieja. etc.) . ¡Vamos, lo que aquí se llama un enyesque.! A estas -tapas calientes- le llamamos comida de caldero, cuando no se hizo comida se pasa a las socorridas aceitunas -para eso son los palillos-, un pizco de queso, y también podría haber unos pejines o manises….
Llegó la noche y ya jartos de copas, se van a despedir cuando se produjo el diálogo que es corto y preciso:

¡ Yo ya me voy que la mora me va a volver loco cuando llegue! ¿Tu, pagas esto Juanillo?
A lo que contestó Juan de manera fulminante:

     ¡Fagagesto está en Gáldar! ¡Coooño, lo que faltaba, Fagageeesto dice!¡Eso se lo dices tu a otro, pero a Juan Cancio de qué, nené! ¿Estás fallo a oros? ¡A echarme a mi la caárga!. ¡Pague usted lo suyo, carajo!

Juanito, el de la tienda de Tejeda




La historia que les presento hoy se refiere a un personaje real, como la mayoría de los que traigo a esta página. Fallecido hace cerca de ocho años (dato actualizado en 2015), regentaba una tienda de ultramarinos en la calle Nueva de Tejeda, que en tiempos perteneció a su padre. De estatura normal, con su bigote, peinando hacia atrás su pelo canoso, vestía camisa de manga larga que se remangaba para trabajar en la tienda o para tocar a la guitarra el concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. Su nombre: Juanito Navarro. Hombre dotado de una gran simpatía y sentido del humor en una época -cuando ocurrieron estos relatos- en la que brillaba el ingenio y se permitía tratar cualquier asunto con socarronería y humor, siempre dentro de un respeto exquisito, tal y como se puede comprobar con las siguientes anécdotas:
Se quejaba Juanito en plan de broma ante su clientela del porqué a sus hermanos, todo el mundo les ponían por delante el don, y sin embargo a él, nadie lo trataba así. Hay que aclarar que tenía muchos hermanos, algunos de ellos ocupando una buena posición en la escala social. Decía:
-¡Mire, mi hermano Moisés, el de la Cooperativa, es don Moisés. Mi hermano Antonio, el militar, con su grado de capitán, es don Antonio. Mi otro hermano, José el médico, es don José. Y aquí todo el que entra en la tienda, sea chico o grande, sea gordo o flaco, sea viejo o sea nuevo, nadie me dice don Juan, lo único que oigo es: Juanito bombillo, Juanito pepino, Juanito, batata! Por eso, yo me pregunto, ¿Si somos hijos del mismo padre, porqué a mi me dicen Juanito batata y a mis hermanos, don, don y don?
O esta otra:
¡Voy a tener que ir al otorrinolaringólogo (1) porque últimamente confundo las palabras que oigo en la tienda, por oírlas repetidamente, con las que escucho en otros lugares. El otro día, en la misa de doce, al empezar la eucaristía, me fuí acercando -como otros muchos hombres- pá la puerta de la iglesia; “para ir saliendo” como decimos nosotros. Y fué entonces, cuando allá a lo lejos, en vez de oír las palabras que el sacerdote, de forma repetitiva, entona repartiendo la comunión: “Cuerpo de Cristo, Cuerpo de Cristo, Cuerpo de Cristo…” creerá que me parecía escuchar : “Kruger (2) con filtro, Kruger con filtro, Kruger con filtro”..! ¡De verdad tengo que ir al médico!


Quisiera que estas notas fueran un modesto y respetuoso homenaje a la memoria de don Juan Navarro (Juanito), persona que contaba entre sus virtudes con un gran sentido del humor que unido a su simpatía y socarronería nos dejaron el recuerdo de un personaje representativo de nuestro hombre del campo canario.


(1) Juanito era uno de los pocas personas que, en aquel tiempo, conocía lo que significaba tal palabro.
(2)Para quien no conozca la palabra, Kruger es una marca de cigarrillos, muy conocida en Canarias.

Los tapiceros de Guanarteme




Ahora que al parecer no hay otro tema de conversación que la crisis económica que se avecina me viene a la memoria que existieron otros momentos tan duros o más que los presentes. Hoy un cheque o talón bancario, es normalmente atendido ¡qué palabra, oiga!, es decir pagado por el banco y han sido sustituidos por la tarjeta de crédito.
A finales de los años sesenta y casi toda la década de los setenta, del siglo pasado, los talones bancarios – y las letras de cambio- se devolvían apayó –que quiere decir a montones- por carecer de fondos en las entidades bancarias.
Ahí va un caso de pago por talón a unos tapiceros (dos socios) de Guanarteme, hoy zona de nuevos ricos y que antes se conocía como “la barriada”.
Y ahora me desplazo sigilosamente detrás de la puerta para oír el negocio:

Llega un señor muy bien trajeado, chaqueta azul marino cruzada con sus botones plateados y a bordo de su Mercedes al taller con un corte en el tapizado exterior del techo.
Ustedes dirán ¿se tapizaban los coches por fuera? ¡Bueno, vamos a aclararnos! Antes y ahora hay aficionados a tener los coches bonitos. Hoy a esa práctica se le dice tunear. Son esa buena gente que el sábado le dan cera a la pintura de su auto, le ponen pegatinas y alguno le instala un perrito que cabecea en la parte de atrás. El señor de mi historia le había puesto un vinilo de color negro al techo para embellecerlo. ¡Como una tela, vaya!. Dejemos las aclaraciones y sigamos con el negocio.
El cliente del Mercedes Benz pide presupuesto para poner otro vinilo al techo y el tapicero contesta:
- ¡6.500 pesetas!.
- ¡Rebájeme usted algo, hombre!.
– ¡Vale, se lo dejo en 5.500, pero no me pida más descuento, porque no me gano nada. La tela cuesta 3500, los hilos para coser, la electricidad, los seguros autónomos, etc.. Sin contar las 100 pesetas que le damos al niño que va por ahí cortando los techos de vinilo y metiendo la tarjeta de la tapicería en el corte. No le queda a uno nada pá comer!.
La cara del cliente era de asombro. ¡Un niño que corta los tapizados!¿Sería verdad lo que estaba oyendo o eran bromas de este hombre?. Seguro que son bromas.
- ¡Vale, arréglemelo!.
- ¡No, mi niño. Me tiene que dar 3000 pesetas ahora y el resto cuando venga a retirar el coche!.
El cliente se pone a extender un cheque y el tapicero echa una mirada al cheque y otro a un cartel que Pancho les había confeccionado y que estaba situado en lugar bien visible del taller. ¡Vamos, aparatosamente visible!. El cartel decía:

NO SE ADMITEN CHEQUES

y se mantenía adherido a la pared mediante un montón de talones bancarios devueltos (ver dibujo) cuyo impago les tenían al borde de la suspensión de pagos o el cierre por defunción empresarial.
Mirada al cheque, mirada al cartel, otra mirada al cheque, otra mirada al cartel, hasta que el cliente le dice:
- ¿Qué, no me va a coger el cheque?
- ¡Vamos a ver, el poblema no es que le cojamos el cheque!. ¡Yo sé que Vd. me va decir ahora que tiene fondos y todo eso!. ¡El poblema es que mi socio y yo nos pasamos el día riéndonos y diciendo: chacho, como nos la pegó el tío y lo serio que parecía el hombre, con su chaqueta cruzada y todo!. ¡En fin vamos a cogerle el cheque y pá que lo sepa, usted se lleva su coche ahora y a la tarde vuelve cuando yo haya cobrado el cheque y se lo reparamos!. ¡Eso sí, el último pago lo quiero en efectivo o no saca el coche de aquí!.
Y dirigiéndose a Pancho dijo:
-¿Panchito, usted va a ir ahora p´abajo pal Parque Santa Catalina?
-¡Si, Nito, pero primero tengo que ir al Lugo a dejar un encargo!
-¡Vale y así pasamos por Comercial Cid si a usted no le importa y compro el vinilo!.
Dicho y hecho. Al Lugo. A Comercial Cid que le negó dos veces la mercancía porque “había excedido el crédito” y bajo palabra de: ¡Ahora mismo vengo y le pago que voy a cobrar un cheque”! se la dieron.
Mercancía al coche de Pancho y para el Banco de Canarias, en el Parque. Estaba justo en el edificio donde hoy está la biblioteca de la Consejería de Hacienda del Gobierno de Canarias.
Pancho acompañó al tapicero. Entraron en el banco y entregaron el cheque al empleado de la entidad bancaria. Este, tras unas consultas telefónicas se levantó y haciendo señas de que se acercara por detrás de una columna que estaba al otro lado del mostrador, le dice:

-¡Perdone señor pero el talón no tiene fondos!.
La respuesta del tapicero fue la que motivó que les haya traído esta historia:

-¿Qué dice usted que el cheque no tiene fondos?. ¡Fondo, lo que se dice fondo, sí tiene!. ¡Lo que no tendrá es altura!.
Recogió su talón y al salir a la calle me dijo:

-¡Ya coñoooo, Pancho! y ¿quién le paga ahora a Comercial Cid?.

Dedicado a mi amigo Domingo Armas Barrera, “El zurdo”

Los perros calientes


Este José María no es el pastor de Caideros. Es otro, este era de Tirajana. Hombre poco hablador, alto, seco, solterón, vivía solo.

Su casa, en esquina, estaba totalmente rozada en un costado por los vehículos que entraban a la calle lateral. El motivo del acercamiento a la pared estaba en que en la otra parte de la calle, corría el agua por una acequia a cielo abierto y el personal huía de meterse dentro del agua.

Para defender su casa, José María estableció una estrategia. Primero puso unas piedras pintadas con cal como “mojones” y como se las quitaban –él las ponía por el día y los vecinos se las quitaban por la noche- terminó haciendo un cercado de un metro de ancho pegado a largo de toda la casa y allí plantaba sus verduritas ¡conste que no he dicho hortalizas! , millo y alguna parra. Gracias que no le dio por plantar matos.

La calle se estrechó de mala manera y el problema es que había que hacer muchas maniobras para poder pasar los coches.

A Pancho, que en ese entonces era concejal, lo tenían amargo los vecinos para que les quitara el “cercado” de la entrada de la carretera y poder entrar sin dificultades con sus vehículos hasta sus casas. No termino de explicarles como se consiguió resolver el problema porque no es el motivo de la historia. Se resolvió y punto, que diría el demócrata.

Pues ahí voy con la historia. José María fue al hospital porque se encontraba “jodido” de la barriga. A los quince días de estar ingresado Pancho fue a visitarlo. Le preguntó como estaba, como le trataban y entre otras cosas, que si le gustaba la comida. Su respuesta me hizo tanta gracia que me costó mantener la postura. Es esta que hoy les cuento a ustedes:

-¡Mire Pancho, “ajitito” (ahíto) me tienen!. Me estaban dando unos choricillos como de carne que ¡Oiga, hasta me gustaban!

Pero un día la enfermera me dijo:

-¡José María, mucho le gustan a usted los perros calientes!

-Y… ¡me cago en la madre que me parió! ¡Comer yo “pinguillas”(sic) (1) de perro! ¡Me vomité todo! ¡Y la mayor parte de los días me pregunto, pá(ra) mi, pá mis adentros; que de donde coño sacarán tanto animalito. Estarán en granjas o algo, porque igual hasta los crían pá (ra) después hacerles esa herejía, de cortarles sus partes!

Está claro que en su vida había comido salchichas. Su comida era sana y obtenida de la tierra -queso, leche, carne, verduras- , sin latas ni otra cosa elaborada.

Y claro: la salchicha de un perro caliente ¿Qué otra cosa podía ser?


(1). Como me lo contaron, lo cuento.

Un premio. Gracias.

Hemos recibido el premio Blogs Gran Canaria. ¿Qué podemos decir? No era la pretensión. Gracias, amigos.

Juan, el niño de Artenara


Juan nació y vivió en una casa-cueva de Artenara. Hoy vive en el sur, añorando tiempos pasados. Huérfano de padre a los siete años. Siendo el hijo mayor, a los catorce años iba a trabajar a las plataneras en Gáldar, para ayudar al sustento de su familia. Caminando iba y venía al trabajo. Salía de su casa los domingos al mediodía.

La distancia es enorme, cerca de ocho horas la ida y no menos de doce la vuelta. Bajaba por Tamadaba a la Vecindad de Enfrente, en Agaete y desde allí hasta la finca en el Agujero (Gáldar). La vuelta la hacía subiendo por Caideros. A veces tenía suerte y le transportaba algún carro o camión agrícola aliviándole algo el camino. ¡Qué sufrimientos aquellos! Hoy vamos en coche hasta para ir a comprar a la esquina.

Cuando llegó el sábado al mediodía, el encargado le pagó el jornal y le dijo que si quería podía llevar plátanos para su casa. A Juan se le pusieron los ojos como platos. Preguntó:

-¿Cuantos me puedo llevar, don Agapito?

- ¡Los que usted pueda cargar, Juan!

Juan buscó dos sacos de arpillera –de los de papas- y en uno puso los más verdes y en el otro, los maduros. Los anudó por la parte superior y los cargó sobre su hombro. Llevaba alrededor de veinte y cinco kilos de plátanos.

Cogió el camino de la cumbre –todo cuesta arriba, claro-, y cuanto más avanzaba más sufría el peso de la carga. Iba cambiando de hombro pero se le clavaba más y más en su carne. Ponía las manos bajo el nudo para separarle de su piel pero entonces se le iban “endurmiendo” las manos.

A eso de las tres horas de camino descansó y aprovechó para comer. Cogió un plátano maduro, lo peló y cuando iba a comérselo pensó en su madre, en sus hermanos y en el manjar que les llevaba. ¿Saben lo que hizo?

Abrió el plátano –lo peló- y se comió ¡las cáscaras! guardando la pulpa para llevarla para su casa.

¿No tendría derecho Juan a comerse algunos plátanos? Seguro que sí. Pero la educación que había recibido y la necesidad de alimentos que estaban pasando le impidió comer sin su madre y sus hermanos. ¡Es que los plátanos eran una comida para celebrarlo. Eso era "galleta"!

Las cáscaras solo sirvieron para quitarle las ganas de comer hasta que llegó a su casa.

Según me contó, llegó a la medianoche. Estaban todos dormidos, solo su madre le estaba esperando. Cuando le vió llegar cargado de aquella manera y Juan le contó la odisea, a la madre se le saltaron las lágrimas y los dos juntos estuvieron un rato llorando. Al día siguiente por la mañana, todo el mundo a la mesa. En el centro de la misma, una hermosa “pella” de gofio y plátanos. Sus hermanos comían con avidez. Juan se levantó y miró con orgullo a su familia. El había cumplido como un hombre y en ese momento se acordó de su padre. Se me ocurre que aquí fué donde se inventó la letra de la folía que dice:

Padre mío, padre mío

no te debes preocupar

la mujer que tu dejaste

yo te la voy a cuidar

aunque me cueste la vida.

Hoy tenían comida especial y él no tenía ganas. ¡Todavía estaba lleno de la “jartada” de cáscaras que comió por el camino!.

La historia es real y me la contó el protagonista con lágrimas en los ojos.

¿No les parece bonita y enternecedora?

El cura de Tunte


Cuentan que un señor de Ayagaures se puso “malito”. El hombre, “estaba más pallá que pacá”. La familia mandó al hijo que fuera de prisa a San Bartolomé de Tirajana a buscar al cura , para que le diera los Santos Óleos. También se dice la Extremaunción, ¡vean ustedes como domino estas palabras religiosas! Antes, en la época en que ocurrió mi historia, se entendía mejor lo que estoy diciendo porque todos éramos cristianos: o por lo civil, o por lo militar. Hoy con la llegada de las libertades, ha pasado a ser solamente un tema personal o de conciencia.

En honor a la verdad, hay que decir que el hombre ya había fallecido. Pero al hijo no le dijeron nada por la creencia de que “si le rezaba el cura, iba al cielo, sino se quedaba dando tumbos en el purgatorio”.

Ya anocheciendo llegó mi hombre al pueblo. Preguntó por el cura y le dijeron que estaba echando una manita a la baraja en el bar de Martín. Allí se personó, esperó a que terminara la partida, le explicó al cura a lo que vino y, los dos se fueron para la iglesia.

El cura se puso la estola, cogió los elementos religiosos y partieron a pie hacia la Degollada de la Manzanilla. Al llegar a este punto, el cura -ya a la luz del “jacho” de tea, que portaba su acompañante- preguntó:

-¿Está muy lejos eso, muchacho?

-¡No. No mucho! ¡Allí detrás de esa montaña es!

Con mala luz y peor camino, una hora más tarde se pasó la montaña y volvió el presbítero a interpelar:

-¿Parece que está lejos la casa, eh?

-¡No mucho! ¡Allí detrás de esa montaña es!

Hora y cuarto más de camino, vuelve a la carga el clérigo, ya cansado y algo cabreado:

-¿Falta más todavía, amigo?

-¡Estamos llegando. Detrás de esa montaña está la casa!

Ante la respuesta el sacerdote paró en seco.

- ¿Como se llama tu padre?

- ¡Juan García!

De forma ostentosa y solemne el cura hace la señal de la cruz, para bendecir al enfermo. Mano a la cabeza, al pecho y de un hombro, al otro hombro. A la vez que, con la vista perdida en el horizonte, recitó con voz alta y grave esta letanía que ha quedado para la posteridad:

¡Juan García, como guirre viviste, como guirre moriste! ¡Este cura se vuelve pá Tunte!

Y cogiendo la tea de la mano del muchacho, dió media vuelta y se volvió en solitario para San Bartolomé.

Esta es la fotografía de un Guirre o Alimoche canario "Neophron percnopterus"

Chanito en el Hospital Insular


Chanito anda mal de la próstata. Lleva en el hospital catorce días y se ha vuelto una especie de cónsul de su pueblo en la capital. Todo el que baja para Las Palmas va a visitarle y, si tenemos en cuenta

a) que la gente del campo es muy “visitona”,

b) que tiene ocho hermanos; todos casados, con sus respectivos cuñados y cuñadas, concuños, sobrinos, primos, amigos y demás familia, y

c) que todo el que tiene hora para consultas externas sube a las plantas para visitar a la gente del pueblo internada.

¡No vaya a ser que se entere que estuvieron en el hospital y no fueron a visitarlo!. Por todo ello su habitación parece el mercadillo de San Mateo en domingo.

Como hombre preocupado por su comunidad le gusta “bastante” estar informado de lo que pasa en el centro hospitalario: quien está ingresado, qué dolencia padece, quien viene a acompañar a los enfermos, quien se queda por las noches, etc, etc. Vaya esto por delante para que puedan entender mejor la conversación que escuché a la puerta de su habitación, mientras esperaba haciendo cola para preguntarle por su salud.

Chanito estaba comentando a la visita que tenía dentro: Julita la viuda, mujer de las que llevan y traen de lo lindo, las novedades:

-¡ No señora!. ¡Juana vino porque está jodida de la vista!. Está abajo en la consulta del “doctor mólogo” (1)

- Chano, ¿tu sabes si también está también ingresado Minguín?.

- Sí. Pero ese es porque tiene mal los “ritmicos”(2) del corazón, está arriba en la 508, haciéndole las "prebas". Otro que ingresó ayer, por la tarde, fué Manolo, el de Jacintita, está en la 745 por algo de “médulas” (3) en la garganta. ¡Lo trajo ayer la ambulancia!


(1) Oftalmólogo

(2) Arritmia

(3) Nódulos


Creo que Chanito siempre soñó con ser médico. El problema es que antes no teníamos Universidad en Gran Canaria y que su hándicap - y no es flojo el argumento- está en no saber más que las cuatro reglas. Así que toca admirar su facilidad para traducir palabras tan técnicas al lenguaje popular, para que............ ¿ se entiendan?.



Recuerdos al amigo lagunero, Pedro Molina.

La mano de plátanos




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Esta historia me la contó un hombre bueno, Manuel Bermúdez, de Agaete. Su oficio: comprar mercancía –comestibles y bebidas, especialmente- en establecimientos de Las Palmas que luego revendía, que así se decía antes, con su furgón en las tiendas de comestibles del Norte de Gran Canaria.
Me decía el Sr. Bermúdez:
¡Mire, Pancho, si era coñona (bromista) mi madre que se reía hasta del hambre! En los tiempos de la guerra había mucha falta de todo.
Un día estábamos en mi casa sentados a la mesa a la hora del almuerzo. El plato: un caldo de papas y cilantro, con su gofito. Cuando estábamos terminando de comer, dice mi madre: ¡Manolillo, saca una manita de plátanos que está ahí debajo de la cama!
Al oír aquello, con las ganas que pasaba de comer plátanos, me lancé de cabeza a cogerla. Estiré la mano, arriba y abajo y allí no había nada. Llorando le dije:
-¡Má, coño, que aquí no hay ná!.
¿Y sabe lo que dijo mi madre con su cara picarona?:
¡Pobrecito inocente! ¿Te lo creíste, mi niño?.
Hoy pienso que lo hizo para que al menos durante un minuto, me olvidara de las penas y fuese feliz.
Comparemos esta historia con el estado de bienestar que poseemos. Nos sobra de todo y siempre estamos quejándonos de lo que nos falta. ¡A mí sí me falta algo: las bromas de mi madre!

Fefita, la de Tenteniguada



-->
Esta historia me la contó un amigo de Tenteniguada, cuya gracia es Juan Peñate.
Estaban dos mujeres alegando a la puerta de la casa sobre lo bien que vivían los hombres. Que si todo el día fuera de la casa, en los bares, de risas y fiestas. Mientras ellas, que si los niños, la comida, lavar la ropa, los “alimales”, en fin todo el día ocupadas.
Vamos en este momento a ponerles nombre: La joven, Manuela y la señora mayor, digamos setenta y ocho años, que es un número bonito, se llamaba Fefita. ¡Casi nadie Fefita! En eso pasa por delante el "coñón" de Paquito Suárez que al oírlas dice:
- ¡Las mujeres siempre se están quejando!. ¿Ustedes saben lo que sufre un hombre al cabo del día, pá(ra) poder traer el pan de los niños, carajo?.
La respuesta que sigue ahora de Fefita, la tendrán que traducir y entender ustedes. Porque Pancho no va a aclarar nada. Como me lo contaron lo cuento. Y espero me disculpen y no me tomen en cuenta si no les gustara porque se hace con el debido respeto, para nada quiero cambiar la línea tierna, amable y respetuosa que nos distingue. Ahí va lo que dijo Fefita:
-¡Hágame usted el favor, Paquito Suárez!. Mire: ¡Los hombres llegan a la casa, “jartos de callejá” como perros, “pata por cimba y pollarento”!
Era muy inocente cuando me lo contaron. No comprendía lo que significaba pero me extrañaban las risas de todos, especialmente de los hombres, al oir la historia. Hoy día, galletón como soy, tampoco la logro entender. ¿Y ustedes?

Otra de José María, el pastor.

En el mes de Julio escribí una historia denominada El Pastor de Caideros.

Me quedó el gusanillo de conocer más sobre el personaje, José María. Pues bien, el pasado sábado tuve la suerte de tropezar con una persona que le conoció personalmente: Don Arturo Diaz Godoy que regenta el comercio denominado Artesanía Canaria, en Lomo Guillén (Guía).

En su establecimiento -mientras compraba un trozo del estupendo queso de la zona- tuvimos esta conversación que resumida quiero repetir para ustedes:


-Sí, conocí a José María. Era un hombre alto, pelo cargado, con su gran bigote. Muy listo e inteligente, vestido con su traje de lana de oveja negra. Dicen que esos trajes dan mucho calor, pero yo siempre oí que la lana ataja al frío y al calor. Para eso llevaba un forro de raso que mantenía la parte interna fresca en verano y caliente en invierno. Sus botas herradas, hechas a mano en Agaete. Siempre montado a caballo. Tenga en cuenta que en aquella época había pocas carreteras y el mejor (y único) transporte para el mundo rural eran las bestias, por lo que era más una necesidad que un lujo. No obstante, hay que decir que José María, tenía un espléndido caballo, como no podía ser menos para un gran conocedor y amante de los animales como él..

Un día estaba conversando conmigo aquí, donde mismo está usted ahora, esperando al coche de hora” para ir a Las Palmas, a hablar con su abogado. De repente, pasó el coche y no paró. José María, corrió hacia la puerta, gritando:


¡Ah, reniego del diablo, toa la mañana esperando por ti y ahora pasas como un “cuete”, coño! (sic).


E introduciéndose los dedos en la boca, al estilo de los pastores, soltó un agudo silbido que llegó perfectamente al chófer y paró enseguida.

Don Arturo, a quien acompañaba su esposa, doña Rosa Benítez Hernández, -más de cincuenta años casados- me siguió contando:

José María tenía una finca muy grande, con muchos linderos.

Quiero advertir al lector el sentido de la frase: Tener muchos linderos, es tener muchos problemas con las lindes, porque en el campo, como es sabido y casi siempre por la noche: caminan los mojones, avanzan cañas y tuneras cerrando caminos, se cambia la torna del agua, etc.


Por ventura, estas cosas apenas suceden hoy pero en aquellos tiempos, en el mundo rural tenía plena vigencia la máxima: Herencias y lindes, mondongo de abogados.


Por una cualquiera de esas causas, iba el pastor a hablar con el picapleitos.


Para abreviar la historia nos situamos -de golpe- en el bufete del letrado, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.


-¿Cómo va la cosa, don Ifigenio?.


-Bien. Vamos escapando, José María.


-¿Y mi asunto?


-Ahí va. Al golpito. Tu sabes que las cosas de palacio, van despacio.


-Aquí le traigo un quesito.


Está claro que era "pá tenerlo más a la mano". Así un día llevaba queso, otro un saco de papas, un "puñito" –medio saco- de millo, etc. Hoy no se entiende que se llevara millo a un abogado, pero era época de miseria y hambre, con escasez de todo, especialmente de alimentos.

Siguiendo con la historia, José María perdía todos los pleitos. Y la respuesta de hoy de don Ifigenio fue diferente:


-¡La cosa está jodida, José María. Se perdió el pleito. ¿Que le vamos a hacer?. Vamos a hablar de los honorarios, porque yo también tengo que comer.


-¿Y cuanto es la cuenta, señor?


-¡Seiscientas cincuenta pesetas! ¡Pero te lo voy a dejar en quinientas por ser tu y no te gano nada, porque eres como de la familia!.


- ¿Quinientas pesetas? ¡Pues muchas gracias, por cobrarme solo los gastos! Mire, las cuentas mías son éstas: Cuatro quesos, un baifo, tres sacos de papas y uno de millo, hacen un poquito más de quinientas pesetas. Y , como familia no le cuento los gastos de transporte.


¡Así que cuenta con pago. Ni le debo ni me debe. Buenas tardes, Don Ifigenio!


Mi agradecimiento a Alberto Soto por su dibujo. Vean el artículo de finales de Septiembre denominado: Los dibujos de Alberto