Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Me crece la calva


Acabo de recordar una anécdota de mi nieta. Quien me sigue, sabe que se llama Paola. Por cierto, ya está hecha una señorita y empieza a tratarme como a una persona mayor.
Siendo niña, una vez que me llamó abuelo en voz alta, le dije en broma
-¡Paola, cuando haya niñas guapas delante, no me digas abuelo! Solo en ese momento, tu y yo somos amigos.
-¡Vale, abuelo! ¡Digo, amigo!
Muchas veces utilizo esta broma y me sigue sorprendiendo el grado de complicidad de la muchacha. Baja de la guagua del colegio y contenta me saluda:
¡Hola, abuelo!
¡Paola, como te voy a decir las cosas! Cuando hay niñas guapas delante ¿tu y yo que somos?
Mira a todos lados y cuando ve a una mujer, dice:
¡Amigos, abuelo, amigos!. La carcajada de los dos, indica que la niña se dió cuenta del fallo.
Va ahora la anécdota prometida
Estoy un día sentado en el sofá, viendo un espectáculo deportivo en la televisión. Llega, se sube al sofá y puesta detrás de mí, empieza a peinarme con un cepillo de esos redondos. La verdad, es que me hacía daño y le dije
¡Paola que estás haciendo! ¡Me duele, mujer!
-¡Te estoy tapando el agujero!
Y realmente lo que hacía era intentar tapar mi incipiente calva, esparciendo el cabello de los alrededores sobre ella.
¿Tanto agujero tengo, Paola?
-¡No, lo que pasa es que te está saliendo carne!
O sea, yo no perdía pelo, me crecía la carne del cuero cabelludo.
Lo recordé ahora y para que no se me vuelva a olvidar, lo he escrito.
Saludos y un beso muy grande para la niña más  cariñosa, inteligente y  guapa del mundo: mi nieta.
¿Qué se me cae la baba? ¡Y qué! ¿Pasaárgo?