Este fin de semana Pancho tuvo una conversación en la cumbre con Miguelito Moreno, el pastor.
Con el máximo respeto y cariño hacia él, con el afán de que disfruten de su forma de hablar y sabiduría se la transcribe totalmente y sin añadidos. Aquí empieza:
M.- ¡Mi abuelo Jiménez tenía un amigo en Artenara que se llamaba Guillermo. Ellos eran muy amigos. Mi abuelo estaba bajo Artenara con las uvejas!.
P.- En Artenara, ¿Dónde? ¿Paquí , pá Coruña?
M.- ¡Debajo Artenara! (Me dice un poco molesto porque no le gusta que le interrumpan)
P.- Pero, en Artenara, ¿Dónde? ¿Pá Juncalillo?
M.- No, hombre debajo de Artenara, debajo mismo de la Virgen de la Cuevita.
P.- Pero ¿mirando pal Bentaiga?.
M.- (Me mira con cara de disgusto, por las interrupciones). Siií. Y sigo con el cuento. ¡Ellos eran…., ellos eran muy amigos! Le dice un día:
-¡Jiménez, echa las ovejas pallá enfrente, pá la Jiguerrilla!
Hubieran plantado El Pajarcillo, de almendreros y La Jiguerilla también. Pero que los almendreritos estaban así. (Señalando con su mano, como un metro y medio de alto).
Pero que a los pocos días vuelven y se trompican.
-¡Coño, Jiménez, echa las uvejas pallá pa La Jiguerilla!
-¡Mia que las echo Guillermo!
-¡No te estoy diciendo que las eches. Cuando yo quiera que tu las atajes, las atajas!
(Prosigue). Y tal.... Bueno..... Que echa mi abuelo las uvejas. Que… el público se alevantó. Porque las ovejas entraron a la huerta y no voy a decir que no comieron. ¡Las espirrafaron! ¡Espirrafaron los almendreros!. ¡Se guindaban encima de las piedras y se comieron la huerta!
Vamos a ver como se va a arreglar esto. (Con esta frase última indica que va a terminar la historia y la está ordenando en su cabeza)
-¡El Pajarcillo era por debajo del Roque (Se refiere al Bentaiga) y pacá era La Jiguerilla!
-¡Que el Pajarcillo no tuviera al siguiente año una almendra, ni pá una melecina y que La Jiguerilla no se supo las fanegas de almendra que dió… que las medían por fanegas!
¿Usted me oyó? ¡Porque las ovejas tiene el hocico bendecido y tienen…!
¡El mato que la oveja se come, lo bendice con el hocico! ¡La cabra no!.
Y con su sonrisa pícara, mientras me daba un golpe en la espalda, me despidió con estas palabras:
¡Y entoavía no le jago más reportaje porque usted dice que tiene que dirse!
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