Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Churros y tanque

Hoy vamos a recordar la primera visita a la gran ciudad de aquellos niños que fuimos.

El primer caso, contado por gente del Sur de Gran Canaria, recuerda cuando iban a Las Palmas a comprar la primera ropa o los primeros zapatos, acompañados de sus padres en los famosos coches de Melián o coches de hora.

Primero, les llevaban a comer churros al Mercado de Las Palmas. ¡Qué buenos estaban! Luego a Santiago Said a comprar la ropa y más tarde al Cuartillo a por los zapatos.

Me hizo mucha gracia cuando aseguraban que las siguientes veces, cuando llegaban al hoy desaparecido túnel de La Laja – a unos 4 kilómetros del mercado- ya les llegaba un intenso olor a churros. El olor de la ilusión, Las Palmas se asociaba con comer churros y era como los Reyes Magos.

Alguien me comentó que los vietnamitas durante su guerra, olían a los soldados del Vietcong a más de dos kilómetros de distancia. ¿Será que teníamos los canarios el mismo olfato superdesarrollado?

El segundo caso, se refiere a un joven de Juncalillo -que no había salido nunca de su pueblo- cuando se marchó a trabajar a Las Palmas. Al llegar al primer punto en que divisó el mar y asombrado de su enorme extensión, se le escapó aquello de:


¡Ñóo, vaya tanque!
Para ayudar a entender el sentido de la frase, solo decir que todavía para algunos, tanque es sinónimo de estanque.

Pancho, conocedor de la historia cada vez que veía por Las Palmas al protagonista, de nombre Javier, le decía jodelón

-¿Cómo anda ese tanque, Javier?

A mi hombre no le gustaba nada la broma y un día, me contestó con la siguiente frase

-¡Mire Panchito, para que se entere de una vez, le voy a decir que de vez en cuando tengo que ir a achicar la bomba del tanque y, por si no lo sabe, está en la casa de citas (1) que hay frente a la Fosforera, en el barrio de Guanarteme!

-¡ Se lo voy a decir a tu padre, malcriado!

Una cosa sí les aseguro: ¡A partir de ahí se acabaron las bromas del tanque!



-(1) No me dijo casa de citas, pero por una cuestión de educación, ustedes se pueden suponer lo que dijo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡que gracioso Pancho..que gratos recuerdos tendrán muchos todavía de aquellos primeros zapatos y ni siquiera habrán olvidadado el olor a churros que dirán ..que los de hoy no huelen ni saben como los de antes, jeje..pero.. ¡¡que listo, también salió el "zocarrón"!!jeje, me da mucha risa.
Pancho espero, algún día, ver publicadas en un libro todas estas anécdotas que poco a poco nos vas desgranando.Felicidades.Esther

Anónimo dijo...

Gracias por recordarnos con las historietas nuestros tiempos y sacarnos una sonrisa. "que bastante falta nos hace"
un abrazo
tu amigo manolo

Anónimo dijo...

me gusta papi, mucho.
Violeta