Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Güiro en el hotel


Hoy me han contado una historia que me hizo mucha gracia. Sabiendo que una de las premisas para ser  solidario es compartir lo que uno tiene, ahí va mi cuota de contribución a la solidaridad.

Juansito,  el protagonista,  lleva más de treinta años trabajando como vigilante en un hotel del sur.  Pese a su edad,  a punto de jubilarse por llegar a la edad máxima de 65 años, es un enamoradizo siendo uno de sus temas recurrentes  la conquista de  mujeres, preferentemente  extranjeras.  Empiezo la historia como me la contó:

El otro día estaba de servicio en el hotel a eso de las once de la mañana. Hay un jardín que le llaman “solario”, rodeado  de palmeras y plantas altas donde los turistas van a coger sol. Me asomé y no había nadie. Cuando me iba a seguir la ronda, divisé a una mujer que venía pa´llí .  Me escondí detrás de los matos.  La mujer no me vió, buscó su sitio debajo  de un  flamboyano, extendió su  toalla y empezó a desnuarse. ¡Oiga, pero toa!  ¡Se quedó en pelota!  Entonces me dí  cuenta que estaba todo mojado. Habían abierto las mangueras de riego y yo sin enterarme.

Todo ensopao (1) pasé por un lado del pasillo principal para ir a la taquilla a cambiarme de ropa, con tal mala suerte que me vió el director del hotel  que estaba acompañado.

-¿Qué le pasó, Juan?

Avergonzado, no tuve más remedio que contarle la verdad.

-¡Si se lo digo no se lo cree, don Carlos. Estaba en el jardín y vino una mujer al solario. Me escondí  para ver el panorama y mire si soy comemierda que ni cuenta me dí que estaba mojándome!

-¡Vaya a cambiarse y la próxima vez que vaya por el solarium, se lleva usted un  paraguas, Juan!

¡Oiga, si hubiera perdido diez mil pesetas, no me hubiera dolido tanto como me jodió las risitas de don Carlos y su amigo!  

Igual a ustedes no les hace gracia,  pero  ese ni cuenta me  dí que estaba mojándome, casi me hace reventar de la risa. Tanto fué que mi hombre se calentó y me dijo:

-Si lo sé, no le cuento nada, coño! ¡Fuerte risa provocativa, cristiano!

Saludos…
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(1) Ensopado.- No se ha encontrado el término ensopado en el diccionario pero pertenece a la conjugación del verbo ensopar.
        Ensopar:
                amer. col. Empapar, poner hecho una sopa. También prnl.: el chaparrón la pilló desprevenida y se ensopó hasta los huesos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sr. Pancho, con tanta demora pensé que se había usted jubilado como el Sr. MIguel, ¡como va a ser eso!. Por favor creo que su contrato moral con sus lectores habla de una historia la mes como mínimo. No se me haga el remolón.
Saludos.

Anónimo dijo...

Bueno,PANCHO, que alegría volver a leer tus "historias", estaba preocupada...¡¡ que raro!!...me decía, hay un par de meses que Pancho no nos cuenta nada, espero que hayas disfrutado el verano y que ahora vuelvas a ser de nuevo el"pescador" de historias de nuestra gente, con las que cada vez que escribes consigues arrancar la sonrisa de quien te lee. ¡Muchas gracias!!. Saluditos.Esther.

Anónimo dijo...

Hola Pancho: Gracias por su comentario y sobre todo gracias por contarme su tierna historia familiar.
Si, se decía bracillo, que bonitos me parecen ahora todos los términos que usábamos entonces.
Un saludo
Concha.