Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

El martillo hueco


Estaba un día Pancho arreglando una antigua cama de hierro y necesitó un martillo para ajustar las piezas. Se dirigió a uno de esos comercios tan comunes que antes se llamaban Noventa y Nueve porque la mayor parte de sus productos –chinos, sobre todo- se vendían a 99 pesetas. Hoy, con la llegada del euro se pasaron a denominar: Euro Económico, Todo a 1 Euro, Boutique del Regalo, etc.

Compró Pancho su martillo, tal como el de la figura y con sus prisas de siempre corrió a terminar de montar la cama. Armado de su martillo nuevo, dió un golpe suave y seco al larguero de hierro para encajarlo en la cabecera y se le rompió el martillo. Fue a recogerlo para arreglarlo y ¡qué sorpresa!. Como verán en la imagen el martillo está compuesto por dos elementos, el metálico de hierro y el cabo de madera. ¿A que no saben ustedes por donde se rompió el martillo?. Seguro que la respuesta de todos es la misma: Se partió el mango de madera y habrá que rebajarlo con un cuchillo para encajarlo otra vez en el hierro. Pues no. ¡Se rompió por el hierro!. ¿Cómo se puede romper el hierro? Había en el suelo dos trozos – dos mitades- y por dentro era hueco. El mango de madera , ileso. ¿Cómo puede haber un martillo de hierro hueco?.

Pancho se reía de sí mismo. Al día siguiente acudió con su coña y su martillo a la tienda donde lo compró. ¡Vaya ganas de fiestas! ¡El martillo había costado un euro!. Para hacer la reclamación fue acompañado por su amigo Antonio para que le sirviera de testigo. Llegados a la tienda, Pancho mostró a la empleada delante de varios clientes, el martillo roto, enseñando los trozos y pidió que se lo cambiara por otro producto. La empleada dijo que esperara pues tenía que consultarlo con su jefe. Llamó por teléfono y después de mantener con alguien una larga charla –no menos de 3 minutos- contestó que “el jefe dice que no se cambiaba porque son productos de baja calidad y no tienen garantía”. Pancho se dirigió a Antonio que estaba atendiendo la conversación y en voz baja le hizo algún comentario. Acto seguido le indicó a la señorita que quería hablar con el jefe. Ella volvió a coger el teléfono, la persona que había al otro lado del hilo debió echarle su bronca y todo, pero no quiso ponerse. Insistí en hablar con el señor, la chica azorada ya no sabía que hacer. Los clientes disimulaban, interesados en la solución del tema. Para quedar como un gallo, Pancho pidió el libro de reclamaciones. Otra vez el teléfono y otra vez el sufrimiento de la chica. Que si no tenían el libro, que si lo traían ahora. En resumen y para no cansarles, Pancho dejó la herramienta rota, mejor los tres elementos del martillo –mango nuevo y dos mitades del hierro hueco- en una bolsa a la empleada, diciendo que volvían más tarde cuando llegaran los impresos para hacer la reclamación.

Ni Pancho ni Antonio volvieron más. La conversación que tuvieron al salir se puede resumir asi. ¡Pobre muchacha, lo siento por ella, pero el jefe que no quiso devolver se ha gastado más de un euro en llamadas! ¡Y ahora debe estar pensando mucho si volveremos o no, porque estoy seguro que la chica llama otra vez para decirle que dejamos el martillo y volveremos a hacer la reclamación!.

Hoy, varios años después, recordé:

¿Antonio, te acuerdas del martillo hueco? ¡Devolvernos el martillo, es verdad que no nos lo devolvieron pero mire, no me dolió mucho porque a mí me costó un euro el martillo y él le pagó mas de cinco en llamadas a la telefónica!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro Pancho usted choche, llamadas a la telefonica, no habiamos quedado que hablaba con su jefe.....martillazo el que tiene vd en la cabeza

Anónimo dijo...

Y se rompió por la parte del metal? , vaya martillo compañero! Normal que vaya a reclamar, aunque si costó 1 euro…….?y si va otra vez a pedir la hoja de reclamaciones y por supuesto a consumo?. Yo iría. Qué desfachatez, como engañan al pueblo canario. Canario si, pero sin jaula

Anónimo dijo...

Muy buena la historia del martillo. ¿Hueco? Quien puede siquiera pensar que un martillo no fuera macizo. Así que ¡Viva el consumismo y el comunismo y el confusionismo y el confucionismo y el capitalismo y la capitalidad compartida y la estafa continuada al personal. también viva el aumento de sueldo a los funcionarios y la madre que los parió. Y viva la derecha, y la extrema derecha y el medio derecho y el interior derecho y el lateral derecho. ¿porqué dios me daría el corazón de madera, para hacerlo viruta y llenar la estercolera?
No te jode el poeta.............

Anónimo dijo...

Esta historia me la han contado cuatro veces pero en honor a la verdad es la primera vez que la leo.