Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Las alpargatas

Años 50 y 60 del siglo pasado en el campo. ¿Qué niño llevaba zapatos a diario? Alguno habría, digo yo. Los hijos de los ricos. Los demás, es decir, nosotros, teníamos solamente unos de salir. Los días laborables, ibamos descalzos, o con zapatos viejos, raídos. Para ir al colegio, llevábamos alpargatas. Las había de varios tipos:
Con la tela blanca reforzada, en la punta y el talón y piso de esparto. Muy caras. Como las de la foto.
Con la tela blanca reforzada, en la punta y el talón y piso de goma. Precio medio.
Con la tela blanca sin reforzar y piso de goma. Baratas.
Vamos a detenernos en estas últimas que eran las que yo llevaba. Al poco tiempo de estrenarlas, empezaban a estirarse y se salían por la parte del talón. Si se te mojaban por causa de la lluvia o al cruzar una acequia, adiós alpargatas, porque se estiraban de tal manera que no había quien las mantuviera dentro de la pierna. Para evitarlo, hacíamos un nudo en la parte trasera de la tela, junto al talón para que no se salieran, pero el “dichoso”nudo producía dolor al roce con la piel.
Las alpargatas solo nos las poníamos para ir al colegio. Si se armaba un partido de fútbol –con pelotas hechas de tiras de plataneras- lo primero que hacíamos era quitárnoslas y meterlas en el pantalón a la altura del cinto. Cualquiera las dejaba sueltas. Porque como se decía antes, si me las llegan a quitar, mi madre me mata.
La duración de un par de alpargatas está perfectamente definida en esta frase de la época:

Las alpargatas,
30 días sanas, 30 días rotas
30 días esperando por otras.


Para las niñas, las alpargatas eran como las de los niños en cuanto a materiales: de tela, piso de esparto o de goma, pero con una diferencia fundamental. Eran de dos colores: rojo y azul, indistintamente la parte delantera y trasera. No se amarraban delante como las de los niños, sino que tenían unas cintas muy largas en la parte trasera y se ajustaban trenzando en la pantorrilla.
Como verán, los canarios también hemos pasado estrecheces a lo largo de nuestra historia. Cuando nos quejamos de "lo mal que está todo", debemos reflexionar sobre el uso consumista que hacemos de las cosas, y como un ejemplo claro: ¡Qué diferencia entre las alpargatas rotas de antes y las zapatillas deportivas de hoy!. Muchos pueblos -las 2/3 partes del mundo- viven aún en esa situación o peor. Y los canarios lo sabemos bien. ¡Cuántas personas están muriendo por intentar llegar a este mundo de lujo y despilfarro!


1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo era una chiquilla y me hacía unas chanclas con palas de tunera, cogidas con verguillas. ¡Qué penitas pasamos, Pancho! Y con los chiquillos de hoy nos estamos pasando. Pensamos ¡que no vayan a pasar lo de nosotras!. Como verás, sigo tus historias al día.