Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

A perro macho, gofio en polvo

Con el afán de rescatar decires antiguos, les ofrezco hoy éste referido a la cacería. Entiendo que significa: ¡A cada persona, el trato que merece!

La gente de nuestra isla ha sido siempre muy aficionada a tener sus perritos, hurones, la escopeta, pasar la revista ante la Guardia Civil, el permiso, el seguro, etc. etc.

Las molestias de los perros, ladrando fijo, especialmente por las noches y las enemistades que se producen en la vecindad, no han logrado hacer desaparecer este deporte. Es conocido que esta afición se transmite especialmente de padres a hijos. De padre cazador, hijos cazadores.

Vamos ahora con la historia


Hace muchos años llegó un peninsular a la zona de San Mateo y al ver la afición que allí existe, el hombre se la quiso echar de gran cazador. Era marido de doña Constanza, la maestra de escuela. Su nombre Carlos, pero le gustaba que le dijeran don Carlos. Cuando lo oyó, Zacarías dijo para sus adentros

-¡Don Carlos, nóoo! ¡Don leches!

El marido de la maestra mandó a traer un perro cazador de su tierra. ¡Sus perritas, le costaría! Y un día apareció por el pueblo con un ejemplar precioso de cacería, brillando (cuando nuestra costumbre es dejarlos con poca comida para que cazaran)

Zacarías, cuando lo vió suzurronaba (susurraba) en voz baja con el personal

-¡Ese perro no caza náa, igual me equivoco, pero no lo creo!

Carlos volvió loco a todo el mundo con su perro, no tenía otro tema de conversación. Siempre que había gente en la plaza, lo sacaba a pasear. Yo creo que era para presumir.

Una noche en el bar y en medio de una partida a las cartas, tanta lata dió a todos con su perrito que al final se preparó una salida a cazar.

Llegado el domingo, estaban todos a primera hora en el punto convenido. Cuando llegó Carlos (don Carlos, don leches, el peninsular) empezó la fiesta. Sepan que el canario es muy burletero con los fachentos (presuntuosos, presumidos) y siempre están intentando cogerles la vuelta.

Empezaron a dividirse en el campo y a Zacarías ¡qué suerte! le tocó de compañero a don Carlos. ¡Oiga, vaya guineo que tenía el pinsular con su perro! Para no cansarles y así lograr que lleguen ustedes a conocer el final de la historia, les diré que a la vuelta todos regresaron con algo (conejo, paloma, perdiz) y el peninsular, sin.

Zacarías comentó en voz alta

-¡Yo se los (sic) había dicho, ese perro ve a los conejos y todo lo que hace es saludarlos y darles los buenos días!

El hombre mosqueado contestó

-¡Es que mi perrito no está acondicionado a la zona, porque le traje de la península!

- Caballero ¿Que le echa Vd. de comer al perro?

-¡Hombre, mi perro come muy bien, lo mejor que se pueda atender.

Zacarías remató de esta manera

-¡Ya sé porque no caza el perro! ¡Al perrito ahora, no hay que echarle de comer! Usted no ha oído decir aquello de A perro macho, gofio en polvo. ¡Pues eso, cristiano! La próxima vez que salgamos a cazar, yo le dejo un par de perros de los míos. Y este se lo deja a la señora como compañía. ¡Un perro tan bonito, no está para estropearse en el campo. ¡Y menos aún, si es vegetariano!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

se dice mucho entre los cazadores. También esta otra: El animal, piensa

Anónimo dijo...

Por los andares de la Villa de Mazo, en la Palma, en la primera mitad del siglo XX una pareja de hermanos, Sinforiano y Juana, aficionados a la caza estan huroneando una madriguera, y tal fue la arrancada del conejo que se metio bajo la falda de Juana, y ella toda apurada grita, CORRE SINFORIANO QUE HAY DOS CONEJOS MURRIANDO. jajajajajajajajajaja, fue tal el cachondeo que todavia hoy echamos unas risitas contandolo.
Otro, Fue un cazador al campo con su vecino que le faltaba un aguacero pero un tío simpático, y los perros le encierran un conejo, el presto a huronea y le dice al sonaja del vecino que se pusiese al otro lado con un palo y le diese un garrotazo al conejo cuando saltase, salta el conejo por el lado del vecino, y este le da un palo, pero no al conejo sino al hurón que salió enganchado con el conejo dejándolo tieso, sin saber que decir se queda callado y espera, el cazador cansado de esperar pregunta, nada vecino, y este le responde RABICORTO CORREDOR SALIO COMO UN VOLADOR, RABILARGO Y COME QUESO QUEDO PATITIESO.

Anónimo dijo...

Pancho no sé si lo dirá de cachondeo lo de "dejarlo sin comer" y espero que de no ser así esa costumbre se haya perdido.
Un perro de caza es un atleta en potencia y ha de tratrársele como tal (Osea un buen entranamiento y ALIMENTACIÓN)