Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Zapatos de domingo


Hace algún tiempo, concretamente el viernes 26 de septiembre de 2008, escribí una historia que se tituló: la máquina de "solfatar". El personaje central es mastro Juan, el zapatero, ya desaparecido en el Palmar de Teror. Me ha llegado una anécdota del mismo señor que espero les guste. Ahí va

En los tiempos de antes, era costumbre entre los habitantes de los barrios alejados del pueblo, -lejíos se denominan aún en lenguaje campesino- salir de las casas con las alpargatas puestas. Al llegar a los aledaños del pueblo se sentaban en alguna acera y se las cambiaban por los zapatos de domingo que llevaban bien guardados en su cartucho de papel. Piensen que no se habían inventado las bolsas de plástico y... ¡qué bien se vivía sin ellas!.

La visita al pueblo se dejaba para el domingo, así se gozaba la misa y de paso aprovechar para comprar algo en las tiendas de aceite y vinagre de entonces.

La señora de mi historia, tuvo la mala suerte de que el dichoso zapato eligió para su defunción ese día, después de salir de la iglesia. Se partió por la mitad sin llegar a desprenderse las dos partes. A trancas y barrancas, disimulando, aguantó con ellos puestos. Al llegar a un lugar fuera de la vista de los vecinos, se cambió otra vez a las alpargatas y se marchó para su casa por que no estaba presentable.

El día siguiente, lunes. Recuerden que se dice: lunes zapatero, pues los lunes no abrían zapateros ni barberos, éstos últimos porque trabajaban los domingos, día que aprovechaban los vecinos de los pagos lejanos para arreglarse (pelarse y afeitarse).

Continúo….

Les decía que el lunes no pudo llevar a arreglar los zapatos por el motivo expuesto -cierre patronal-. El martes a primera hora, llegó mi vecina al zapatero y enseñándole los zapatos, suplicó que hiciera lo que pudiera para arreglarlos, pues no tenía otros y lo caro que costaban unos nuevos.

El zapatero cogiendo el zapato roto por el tacón –tal y como se ve en la figura- pregunta a la señora:

-¿Y cuando dice usted que le pasó esto?

-¡El domingo por la mañana, Juanito!

El zapatero, poniendo cara de pena y moviendo la cabeza de un lado a otro, soltó esta prenda para la historia

-¡Si me lo hubiera traído en sangre caliente, a lo mejor hubiera escapado, pero dos días después ya no hay nada que hacer! ¡Descansen en paz!. Y los botó pallá.

4 comentarios:

Moisés Morán dijo...

Bonita historia y bonita también la respuesta del zapatero. Saludos

Casas rurales en Las Palmas dijo...

Jaja, que cuajo el del zapatero...

La pobre mujer se quedaría mirando con ojos como platos. Supongo que lo historia no termina con final feliz y los zapatos terminan defenestrados.

Enhorabuena por el espacio

Anónimo dijo...

Oye!!! ¿y no será esta señora la mujer de Isidro "el de la máquina de sulfatar"? jajaja
R.C.T.

pancho dijo...

Me gusta este último anónimo. Corresponde a alguien que se ha empapado bastantes historias del blog. Pronto visitaré a su abuelo. Gracias, de su uncle.