Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

La burra Perica y los sacos de gofio.



Mientras me vayan quedando en la recámara, no pienso dejar de escribir estas historias de burritos. Así que ¡ahí va otra!
¡Hombre bruto Federico! Piensa que los animales son como las personas y así les habla, les reprende y se “calienta” cuando no le hacen caso. No es violento,  quiero decir que no les castiga, su forma de demostrar el enfado es subiendo la voz.  Aquí va una prueba de lo que digo.

Tiene una burrita, de esas chiquitas “de la tierra”, de nombre Perica.  Acaba de ponerle la albarda y se dirige al molino a recoger el gofio que le den por los cuatro sacos de millo que llevó. Como todos ustedes saben, y si no lo saben para eso estoy yo, tiene que dejar la maquila(1), porcentaje que se queda el molinero por su trabajo.

Hace tres días llevó en la misma burrita al molino, seis sacos de aprox. 40 kilos de millo tostado, cada uno. Lo hizo en dos viajes (tres y tres).   En conjunto y en la báscula pesaron 238 kilos, una vez descontado medio kilo por cada saco.
 Ahora, el molinero le acaba de dar 210 kilos en tres sacos, o sea 70 kilos por saco. Haciendo cálculos, el molinero se quedó con el 10% por ciento, lo normal.  Miren la cuenta, se la voy a detallar:

238 de millo  -4 de mermas = 234 kilos netos;
(10% de maquila 23,4) - Redondeo 0,4  = 210, la cuenta está bien.

Ahora estamos en el momento de cargar a Perica. Federico monta un saco a la izquierda del animal, bien  amarrado a la albarda. Como está descompensada, le ayuda levantando el saco hasta que, cargando el otro a la derecha se equilibre el peso. Y ahí está mi hombre levantando el de la izquierda con una mano, cargando el de la derecha en la otra, la soga en la boca… Hasta que consigue amarrar los dos. El animalito se escarrancha y Federico empieza a levantar la voz
-         ¿Qué, ya te estás quejando? ¡Qué fina, carajo! ¡Póoos, entérate que todavía te falta otro!

Carga a sus hombros el saco que falta y lo deposita en la parte alta de la albarda. El animal rebuzna fuertemente, alertando del exceso.
Federico se rasca la cabeza, pensando y dice
            -¡La verdad que tienes razón, va a ser mucho peso! ¡Tendré que echarte una mano!

Y ¡eureka! diciendo para sí para sus adentros, encuentra la solución.
Federico baja el saco y  se sube (él) a la grupa. Vuelve a cargar el saco sobre sus hombros y dice gritando

            - ¡A ver si ahora te quejas que el saco lo llevo yo!  
Le da un golpito  y grita
      
            - ¡Parta, burra!

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Saludos…
Dedicado a mi amigo Pepe Armas, de San Bartolomé de Tirajana, hombre al que le gustan estas cosas.
Revisado por Laly Ramírez. Gracias.                        
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(1) maquila es la 'porción de lo molido, que corresponde al molinero'

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