Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

El chupo


El domingo pasado Pancho, el del desarrollo rural, fué invitado a la fiesta vecinal de un pueblito cumbrero de Gran Canaria. El ambiente era de alegría, con su baile amenizado por dos guitarras, laúd y acordeón. Entre las parejas que danzaban, una le llamó especialmente la atención.

El hombre bastante alto, no menos de 1,80 mts. de estatura. La mujer bajita, quizás 1,60. Bailaba agarrada a su hombre con una mano, mientras en la otra sostenía un bastón que descansaba en el pecho de su marido. Al terminar la pieza, ella parecía cansada y él la acompañó a sentarse con ternura en su rostro. Tuve oportunidad de conversar con él y desgranando, desgranando, apareció la historia que hoy les ofrezco a ustedes.


Resulta que el amigo, vamos a llamarle Felito, estuvo mamando de su madre hasta la edad de cinco años. Hoy ronda los noventa y esa misma edad cumplirá en noviembre, su dama. Tiene gran simpatía personal y es de lo más expresivo con sus gestos de cara y manos.

Me lo contó así:

-Cuando tenía alrededor de cinco años, jugaba aquí mismito con mi primo Manuel que tiene la misma edad que yo. Al caer la tarde, mi hermana mayor me venía a recoger para llevarme para la casa.

-¡Felito, vamos casa que ya es de noche!.
Refunfuñando le contestaba:
-¡Que me dejes aquí jugando con mi primo!. ¡Vete tú, que yo voy cuando termine de jugar!.
Era el momento en que mi hermana aplicaba su truco de siempre para que le siguiera
-¡Mamá, que vayas darte un chupo!

Al oirlo, salía como un volador para la casa. Un chupo era justamente lo que ustedes suponen, darle un poco de teta al niño porque aunque tenía cinco añitos no lo habían despegado (destetado) todavía. ¡Äy, aquellos años de la escasez!


La historia me la contó poniendo cara de pícaro el protagonista y la remató con esta otra que hay que entenderla en su contexto y tratarla con el respeto y cariño que se debe a estas personas y a su edad.

Decía haciendo gestos explicativos con las manos

-Mi madre tenía unos pechos grandísimos. Recuerdo como si fuera ahora mismo que cuando terminaba de mamar de uno para pasar al otro, me quedaba enchumbado en sudor, como un baifito jarto de leche.

Y terminando de hablar se levantó, invitando a bailar, esta vez a mujeres nuevas. Quiero decir jóvenes, y ¡vaya arte, cristiano!. Al cabo de tres o cuatro piezas andaba mi hombre cansado y nos sentamos junto a su señora para tomarnos unos pizquitos, disfrutando la conversación que continuará cuando nos encontremos de nuevo. Hasta nos hemos puesto de acuerdo en la fecha. Adelantarles que Felito es una biblioteca de las buenas, buenas.

4 comentarios:

Irmina Díaz-Frois Martín dijo...

¡Hola Pancho! Bienvenido a mi blog. Me alegra que te gustara.

Le he echado un vistazo al tuyo y me parece realmente interesante ya que hay muchos rasgos de nuestras contumbres canarias, que poco a poco y lamentablemente están desapareciendo.
Te animo para que sigas con este afán ya que es muy significativo para los que se siente canarios.
Un abrazo.

Doramas dijo...

Coño, pues ya sabe, con el cassette y que no me pierda el hilo.
Esas bibliotecas, se deben recuperar todas, y se que por su parte, esta en el buen camino.
Ya se me esta modernizando, me alegro mucho por usted.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Algunos con bigote y barba siguen mamndo aún, arriba dellos

Moisés Morán dijo...

Dichosos los que tuvieron el chupo, yo eran tan tragón que pronto me pasaron al biberón (bueno dos) de leche con gofio.