Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

Clemente, el de la cumbre


Hace unos días, estaba viendo jugar a la zanga. En un momento de la jugada, alguien dijo en voz alta. ¡Clemente, el de la cumbre siempre decía: Arrastre de arriba, carajo!

He estado preguntando a varias personas que le conocieron y el resultado se lo ofrezco a continuación.

Era un personaje hosco, poco hablador. Un poco menos de lo necesario. De baja estatura, tenía los dientes un poco anchos y largos, lo que hacía que no pronunciara muy bien las palabras. Me llegaron algunas anécdotas de este hombre al que no conocí.

Un día entró en un bar de Telde, pidió unas copas de ron y unas tapas. Al término, pidió la cuenta. Se la dieron. Dieciocho pesetas. Sacó la cartera, la revisó al revés y al derecho y dándole un golpe contra el suelo, exclamó:
- ¡Ah, cartera del diablo! ¡No tienes un puto duro!
Como era conocido del dueño, la cuenta quedó para otro momento.
…………………. O………………………

Otro día, mejor otra noche, acompañado de su mujer pasó delante de un bar en su pueblo. Clemente tiraba para entrar y la parienta también, pero en sentido contrario para no dejarle echarse su copita. Al final entró y uno de los vecinos le dijo socarrón:
-¿Te casaste, Clemente?
A lo que contestó de forma seca, contundente y atropellada
-¡Usted también se casó!
….……………..O……………………..

En otra ocasión, le prestó su burra a Genaro para trabajar en el campo allá por la zona de Trejo. Con tal mala suerte, que empujando para atrás, el animal se le desriscó, matándose. El hombre fue a disculparse y la cosa quedó en todo sea por Dios. Al poco tiempo, los graciosos que en ningún lugar faltan, hicieron correr la noticia de que Genaro había vendido la burra y que la vieron por el Carrizal de Ingenio. Clemente fue a Trejo, preguntó donde se había enterrado la burra. Cogió un sacho y exhumó el cadáver. Terminada la verificación, dijo:
- ¡Usted perdone, Genaro!

Y la última por hoy.
Llegó a una tienda-bar montado en su burra. La calle inclinada, la puerta del establecimiento más alta de lo normal y para corregir el fallo y aprovechar algo el dominio público, se había puesto una pequeña escalera de mampostería y de camino una terracita pequeña, donde el personal se sentaba al sol. En la misma había un banco de madera, pequeño para una sola persona. Clemente amarró la burra al banco y entró en la tienda. Después de los saludos de rigor, el Secretario del Juzgado –otro coñón- le dijo al policía local en broma:
-¡Tenga las llaves del cuartelillo y llévese a este hombre! ¡Lo he llamado a declarar tres veces y está en rebeldía!
Clemente con la fusta en la mano, le dijo amenazante
-¡Échese patrás, que lo frío!
El guardia muy serio, dijo
-¡Vamos, Clemente!
-¡Échese patrás que lo aso!
En resumidas cuentas que Clemente se calentó y le dió con la fusta. Al oir el restrallido(1) la burra salió corriendo, arrastrando el banco por toda la carretera general. Cuando pararon al animal, el banco se había deshecho y solo quedaba una tabla pequeñita. Eso sí, la broma se acabó al instante. Invitación para Clemente y disculpas. Alguien dijo por lo bajo
-¡Vaya hombre bruto!
Este era nuestro mundo rural…
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(1)
restallido
m. Ruido que produce algo al restallar: el restallido de un látigo

8 comentarios:

Moisés Morán dijo...

Muy bueno, Miguel.

Concha Hernández Romero dijo...

Hola Pancho,muy graciosas tus anecdotas, sobre todo para los que como yo, ya tenemos una edad.

Siempre te leo. Busca, busca mas, que te esperamos
Concha

Anónimo dijo...

Le animo a seguir con estas lindas historias que me recuerdan un pasado que fue duro, pero también intenso y natural. La única tarea del día era encontrar comida. Algunas veces solo gofio de barrilla, salado como el agua del mar.
Por la foto del blog le conozco, Pancho. En esa época sus iniciales eran MRA. Igual me recuerda. Estudiamos juntos en 3º y 4º de bachillerato, me apellido Socorro. Eramos una buena línea media. Usted zurdo, yo derecho
Un abrazo

pancho dijo...

Amigo Socorro: Claro que te recuerdo. ¡Por donde andas hombre! Mi correo electrónico es:nombreapellido@gmail.com Tu sabes el nombre y apellido pues lo señalaste en el comentario, y preséntate.
Un abrazo

Oscar del Toro dijo...

Buenas tardes Pancho.
Quería aportarte un cuento que mi padre me contaba, murió con 96 años, por si lo ves interesante.
Era un señor que tenía una escopeta antigua que se cargaba por el caño con perdigones y pólvora. El hombre cada vez que tenía unos reales ahorrados, compraba pólvora y perdigones y a apretar por el caño la munición. Así cada vez que tenía ahorros. Llegado el momento, tenía más de medio caño de la escopeta relleno de munición y se fué con su hijo a un bebedero de palomas salvajes que tenía localizado y allí se supo el hombre acechando las palomas. Cuando creyó que tenía un puen puñado de aves apuntado pegó el tiro... PUM El hijo que estaba más atras pregunto: Padre, padre, cuantas cayeron?? A lo que el padre, después de coger resuello dijo.... de arriba todas... menos las cordales!!!!

Un abrazo caballero.

Oscar del Toro dijo...

Buenas tardes, de nuevo Pancho.

Simplemente comentarte, que tuve la suerte de conocer a Clemente el de la Cumbre. Yo tenía 14 años y estábamos en una acampada con el cura, Fernando Báez, me imagino que lo concerás,nos quedábamos en unas cuevas de La Caldera de Los Marteles. Y Clemente vivía más arriba por el Roque El Saucillo. Era amigo del cura y alguna noche vino a tomarse alguna copilla de vino que Fernando Báez tenía para las misas que hacíamos allí. También recuerdo qeu Fernando sabía algunas anecdotas de Clemente, que no me recuerdo. Lo que sí me acuerdo era verlo, con su sombrero canario negro, su chaqueta, y por un lado de la cara una mancha negra que le bajaba hasta la barbilla. Era el tinte del cachorro, que se le caía por lo mojado que estaba (estaba lloviendo).
Un abrazo y ánimo con este blog.

Miguel Jiménez dijo...

Clemente Sánchez, el de La Cumbre. Hijo de Adolfo y de Josefa. Tenía dos hermanas, Josefa y Soledad (el marido de la primera murió envenenado mientras fumigaba tomateros con pesticida). Compartía su vida con su familia entre La Cruz del Saucillo, en la Cumbre, y en una cueva en Barranco Hondo -Barranco de Las Pitas-, a dos kilómetros de Temisas, dirección Agüimes.
Los chicos de mi época le recordamos a lomos de un burro, sobre todo los domingos por la tarde, cuando amarraba al animal junto al bar El Chorro, saliendo del establecimiento varías horas después con unas cuantas copas. Solía comprar varias botellas de ron Arehucas o Guajiro y las metía en las alforjas del burro, alejándose del Chorro a lomos del cuadrúpedo como buenamente podía. Atrás quedaba la arrulladora música del agua brotando del Chorro Santo y las risas y gritos, a veces crueles, de la "pollería ".

pancho dijo...

Muchas gracias a ambos: Oscar del Toro y Miguel Jiménez.
Valió la pena, escribir esta entrada. Al menos ustedes le recordaron Saludos.