Esta historia, aunque un poco larga, quiero hacerla llegar a Vds. como homenaje a D. Salvador Gil Monzón, médico que fué de Santa Lucía de Tirajana en los años de la república a la guerra civil. Fué detenido, en unión del alcalde de esta localidad, D. Julián Caparrós, en Julio de 1936. Conducidos al Lazareto de Gando, huyeron a la entrada de Agüimes y durante algún tiempo se escondieron en la cumbre, cerca de Guayadeque. Su pecado: ambos eran comunistas. Son aún muy respetados en la memoria de los habitantes más antiguos de Tirajana. Hace algunos años el Ayuntamiento de Santa Lucía, les honró con la nominación de una calle a D. Salvador y otra a los Esposos Caparrós Delgado. La anécdota, un tanto escatológica, fué recogida de: Anales Canarios de Medicina y Cirugía, donde fué publicada en el año de 1930: 1:32-34.
"El dinero mejor ganado"
"Era un día del mes de Agosto, diez de la mañana y domingo por más señas. Un día de "levante", que asfixiaba. Como muy bien hace el caso, no dejaré de decir que estrenaba un traje de seda cruda, unos zapatos de lona blancos y mi buena camisa de sport; es decir, amanecí "de punta en blanco" o de "niño pera" como vulgarmente se dice hoy. Terminaba de ver mi último enfermo y cuando me despedía, se presenta un señor de unos treinta y cinco años, en su buena, bonita e inquieta "potranca", me larga un saludo kilométrico (no le conocía) le invito a que pase para que me expusiese el objeto de su visita, lo hace y ya en el despacho y algo receloso, me dice en grave misterio.
- Tengo a mi padre TUPÍO, "jace" hoy tres días y quisiera que lo antes posible fuese a verle; nadie lo sabe ni aún los vecinos.
- ¿No ha obrado nada?
- "Ná, naita", solo unas "agüillas" primero y después unas "granillas" que cuando caen en la basinilla, con perdón de Vd. hacen un "ruio" como si fueran piedras chicas.
Buen caso, dije, bastante escamado para mi fuero interno. Me armo de inyectables (pantopón, morfina, cafeina, aceite alcanforado), un litro de aceite de ricino etc., etc., y un irrigador de 4 litros de cabida. Todo en un cesto, se lo entrego al que iba a ser mi compañero de viaje y rápidos marchamos al sitio, que aunque era cerca (tres o cuatro klmts.) no dejaba de ser un camino infame, sin faltarle los vericuetos, veredas, barrancos y por única sombra la que me daba mi flamante sombrerito de paja. ¿Quien no piensa, compañeros, cuando uno es llamado, en el caso que se le puede presentar?. Asi iba yo pensando y harto preocupadísimo. A pesar de ir "CABALLERO" (asi se dice en el campo, aunque uno vaya en pollino) sudaba por los cuatro costados.
Ya estoy en casa de mi enfermo. Este era un señor, de sesenta y cinco años más o menos y por toda indumentaria sus calzones blancos o calzoncillos y camiseta.
- ¿Qué le pasa? le dije.
- Ya Vd "pue" ver; los "tunos", que me comí el otro día me han "jecho" daño.
- ¿Comió Vd. muchos? insistí.
- De una cesta "pedrera" dejé pocos... (¿?) Mandé a hervir agua, de veinte a veinticinco litros y mientras, procedí a reconocerle detenidamente, aquel hombre no se dejaba tocar, tal era el dolor que sentía y deambulaba por su habitación con quejidos y ayes y preso de un tenesmo incesante.
- Ya está el agua, me dicen. Después de grandes esfuerzos y de frases convincentes, le coloco en posición genu-pectoral en pleno suelo, ya que en la cama no era posible por su altura, pues aún existen las "barras de cama" (que creo sea artefacto canario) y manos a la obra. Cargo mi irrigador con tres litros de agua templada y con medio litro de aceite de ricino. Con paciencia y sentado en un "medio" (medida de madera que sirve entre los labradores de un modo convencional, para medir los cereales), introduzco el índice y empiezo a extraer las pepitas o semillas de los higos chumbos, que como muy bien decia el hijo, caian en el orinal produciendo un ruido, como de piedras pequeñas; sin faltar como aditamento, los lamentos del pobre viejo. Este trabajo duró unos diez minutos, poco más o menos. Introduzco la cánula del irrigador y a gran presión, logré hacer salir muy poca cosa. Vuelvo a cargar nuevamente el irrigador y después de hacer un tacto rectal observo que aquella cantidad de heces fecales no quiere descender. Repito la operación y observo con alegría, que se abomba el "periné", pero no señor, no quiere salir. Vuelvo con el tercer intento extrayendo antes una buena cantidad de "heces-semillas" y cánula adentro. Nada. Descanso un poco y a todo esto, mis glándulas sudoriparas, dando copiosamente lo suyo. Se vuelve a cargar el irrigador por cuarta vez, cánula en mano derecha y con dirección al ano. No había llegado la cánula al sitio cuando aquel buen señor, "se destapona" y de no haber estado en un plano superior al suyo, con toda seguridad no dejo de saber decirle a los compañeros, el gusto que tienen los higos chumbos digeridos.
Una vez producido el "estacazo", se me desmaya el enfermo y me dije: ¿le pasará a este como a aquel jorobado del cuento que una vez derecho falleció? Desde mi camiseta hasta los zapatitos blancos como palomitas (blancas ¿eh?) estaba hecho una lástima y por cierto no con muy buen olor, que digamos, pues se había y en buena cantidad "zurrado" en mi. ¡¡¡Que encanto de carrera!!!... Le pongo una inyección de aceite alcanforado y logro reanimarle grandemente, pero sigo "zurrado", hasta que el hijo regresase con la ropa que en un apunte le decía a mi doméstica, le entregara. Se hizo un lío con toda aquella ropa y ya dispuesto a la marcha, me pregunta el de la obstrucción intestinal que cantidad era la que se me debía.
-¡¡¡Diez y seis duros!!!- le dije
- ¿Pero usted no viene aquí por diez?
- Si, señor, pero tenga usted en cuenta que llevo seis duros más por asistir un parto y le debía de cobrar más por que este es un parto de m...
Se levantó con gran trabajo y dándose masaje en el vientre, se dirigió a una caja de "cedro" y me dice.
- Tome Vd, su "onza" que bien se la ha "ganao". Desde aquel día cuando veo chumberas me recuerda el caso, pero no dejo de pensar también, el "panegírico" que él les soltará cuando se las echa a la cara".
Transcrito exactamente del original.
BIBLIOGRAFIA
1. García Nieto, V.: En el centenario de la "Revista Médica de Canarias". ACTA MÉDICA, 1996; nº 28: 22-24.
2. Gil Monzón, S.: El dinero mejor ganado. Anales Canarios de Medicina y Cirugía, 1930: 1:32-34.