Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

El pelirrojo

Juanillo cuando niño fue un mataperro. Yo creo que estaba predestinado. Pelirrojo, pecoso, con el pelo rebelde, lleno de remolinos. Les informo que en aquellos tiempos a los niños pelirrojos se les llamaba genéricamente “canelos” . Mi teoría es que los niños pelirrojos al ser diferentes, destacan más y nos parece que todas las maldades las hacen ellos y no es verdad.
Sí lo es, que al ser tan inquietos están siempre en el ojo del huracán.
Quiero decirles que en mi experiencia, cuando los pelirrojos llegan a mayores son personas cariñosas y muy comprensivas con las travesuras de los niños. Como decimos aquí, se vuelven unos "santos". Les comprenden perfectamente, pues ven reflejados como en un espejo al niño que fueron. Recuerdan las palizas que recibían y por ello, perdonan y aceptan de buen grado las travesuras.
Un día de verano estábamos todos los niños jugando a hacer presas con el agua del barranco, cerca de la finca de la vaquería. Pancho, un servidor, también hacía su represa y además tenía puesta su jiñera de caña, regalo de Maestro Carmelo, su vecino el zapatero que era -además de remendón- un gran constructor de jaulas, especialidad: las que tenían forma de iglesias. 
Haciendo un aparte en la historia, recuerdo las horas que pasé en la zapatería viéndole hacer una jaula para capirotes, réplica de la catedral de Las Palmas y como me engañó diciendo que era para mí. Como lloré cuando delante de mí, se la entregó a un señor que vino con su coche negro, marca Citroen, exactamente igual al de la fotografía y cuya imagen se me ha quedado grabada en la cabeza.
Sigamos con Juanillo, el canelo y alguna de sus andanzas. De repente apareció nuestro personaje montando a galope sobre una mula. Detrás corriendo y tirándole piedras el dueño del animal. Bajando el barranco, el hombre quedó atrás rendido por la carrera. Juanillo pasó delante de nosotros, orgulloso y siguió subiendo la cuesta, perdiéndose entre las casas como un jinete de película. Todos los niños salimos corriendo a buscarlo. Estaba en el pilar de agua dándole de beber al animal. Cuando se bajó, presumiendo, descubrimos que estaba totalmente ensangrentado. El propietario tenía buena puntería, pero el Canelo no estaba dispuesto a parar aunque se desangrase. Había visto muchas películas del oeste y no estaba dispuesto a rendirse. La herida en la parte de atrás de la cabeza era muy grande y fue destilando sangre que llenó toda la camisa, parte del pantalón y el lomo del animal. Cuando más lo admirábamos como héroe, apareció el padre de Juanillo y sin preguntar a nadie, empezó a golpear al niño, diciendo:
¡Ahora mismo vas y le devuelves la mula a su dueño!
Y mientras le seguía golpeando con el cinturón, apareció el dueño de la mula. El padre se disculpaba.
¡Usted perdone, señor! ¡Este niño me va a matar a disgustos!
El hombre recogió su mula y poniendo mala cara, dijo:
¡Caballero, cuide usted a su muchacho! ¡Como lo vuelva a hacer, lo denuncio a usted y a su hijo!

Real como la vida misma. Seguimos ahora con la segunda del pelirrojo.

En otra ocasión, se celebraban las fiestas del pueblo. Las casetas estaban colocadas por todos los rincones. La de los churros, la de las muñecas, -más tarde llamada: la de las “chochonas”-, la de los bares, conocidas también como bochinches, guachinches, ventorrillos , etc... Y la que nos importa hoy, las casetas de tiro. Nosotros la conocíamos como la caseta de los balines. El año en que ocurrió la historia estaba instalada junto al solar de Pedro Mesa, chófer de AICASA (Autobuses Interurbanos Canarias, S.A.) al lado de donde tenía aparcado el coche de hora. Por allí pasó Juanillo. Vió juntas –caseta y vehículo- y se le ocurrió lo peor. Cogió una cadena y amarró las dos cosas.

Por la mañana, don Pedro a quien siempre se le hacía tarde, no le dió la vuelta de ordenanza al coche para comprobar el estado general, inflado de ruedas, etc. No conozco más detalles de este caso. Solo sé que a primera hora de la mañana, casi de madrugada, el coche de hora salió arrastrando la caseta de tiros hasta la esquina de la iglesia. ¿Saben a quién echaron la culpa?
Solo les digo que hoy día aquel Juanillo, tan travieso de niño, es un hombre tranquilo, incapaz de matar una mosca aunque le pique la calva.
Saludos.

Los Labradores 2010



Otro año más, se acerca el Día de Los Labradores, la última romería del año en Gran Canaria, concretamente en Santa Lucía de Tirajana. Faltan solo tres días, es el 19 de Diciembre. Se celebra siempre el domingo siguiente a Santa Lucía –como saben, es el día 13 - con algunas especificidades que no viene a cuento ahora explicar.
Si Vd. es de los que gustan del folclor y del auténtico ambiente campesino, véngase. Le hago una advertencia de caballero, tiene que estar en Santa Lucía antes de las 11 de la mañana. Si llega más tarde, en vez de a una romería, usted llegó a un problema de tráfico de cuidado. Dicen que llegan a estar en la romería hasta 20000 personas. ¡No sé si serán tantas! ¡A lo mejor, son menos! Pero si le digo una cosa, hermano: el ambiente es diferente, -ni mejor, ni peor-, dije: diferente. Si Vd. además, sabe tocar un instrumento musical o tiene una voz aseadíta, (quiere decir, que canta bien) entonces está garantizado, porque está muy bien cotizado entre los numerosos grupos. ¡Como decía Benjamín: La pitanza está garantizada!
A eso de la una de la tarde la Virgen del Rosario subida en una carreta de bueyes y seguida de su comitiva multicolor, parte de la preciosa iglesia situada en el alto sobre la carretera que llaman El Lugarejo y después de hacer su recorrido de no más 3 kilómetros vuelve a la iglesia. La romería se ha quedado detrás y tarda ¡¡ cinco horas!! La gente de las carrozas van ofreciendo productos de la tierra: mejunje, chicharrones, aceitunas, naranjas, mantecados, pan bizcochado, quesito duro que pega bien con un roncito del país.
Se corta el tránsito de vehículos totalmente. El personal se va distribuyendo por todo el pueblo en parrandas, cantando, comiendo, bebiendo y bailando. Los romeros –hay algunos roneros, con n- cantan isas, folías, malagueñas, polkas… . Eso al principio. Todos cantan los estribillos. Más tarde, se sigue con los boleros y las canciones mejicanas. Sepan que también es nuestra música.
Todo el personal viene vestido con ropa de labrador. Algunos, y algunas, visten unos trajes ¡cristiano! que tienen que costar un dineral. Te dicen que son réplicas del siglo XVIII o XIX, de tal o cual pueblo. Lo malo es que no disfrutan el momento por estar cuidando que no se lo manchen. ¡Hágame el favor!
A eso de las seis y media empieza a caer la noche. Los Labradores veteranos van subiendo a los Salcais –hoy Global- y parten para sus pueblos, con los instrumentos a cuestas. ¡Hasta el año que viene! Saben que la carretera de Los Cuchillos, no sirve para ir en copas.
Otros, más jóvenes siguen tocando y cantando hasta la medianoche, mientras en el parque miles de personas ¿cinco o seis mil? ataviadas con ropa típica bailan en la verbena en un hermoso espectáculo para la vista. Una semana, o dos después de la romería, todavía quedan en el pueblo coches abandonados. El Ayuntamiento localiza a los propietarios y algunos se enteran en ese momento donde lo dejaron. Hicieron bien en marcharse en otro coche.
El cartel de este año 2010 muestra una fotografía de Alfonso, el panadero, desaparecido este año. Personaje con una peculiar forma de ser y que tras su aparente seriedad, escondía un socarrón que se quedaba con todo. A su panadería subían y suben expresamente desde la costa a comprar su pan de puño todos los fines de semana multitud de personas. Santa Lucía es un pueblo que cuenta con cuatro panaderías. Su pan llega hasta Tejeda y toda la costa sur de la isla. Se las conoce por el nombre del propietario: de Amado, de Alvarado, de Alfonso y de Julio.
Lo dicho. Les invito a que vengan a disfrutar de la Romería de Los labradores, este domingo en Santa Lucía de Tirajana.

El helicóptero


Hace muchos años Pancho, todavía un niño, vio por primera vez un helicóptero. A su lado, una señora acompañada de su hija, comentó:
-¡Mira allí, niña, eso es un tricótico!
-¿Como? dijo Pancho
-¿No se dice así? ¿Cómo se dice?
-¡Yo he oído decir que se llama helicóptero, señora, pero no sé si está bien dicho!
La respuesta que dio la señora no se olvidará nunca.
-¿Y yo qué dije, burletero ? ¡Li-co-té-ro! ¿O tú crees que yo no lo sé decir?
Como Pancho seguía con su sonrisa socarrona pasó directamente al insulto.
-¡Te vas a reir de tu madre, buey topón!

Y patas pa qué te quiero

……ooOoo……


Recordando esta historia me viene a la cabeza otra anécdota relacionada con el mismo aparato que se puede adaptar a cualquier territorio. Como me contaron que sucedió en Cazadores, en esa localidad se queda.
Dicen que la primera vez que un helicóptero apareció volando bajo sobre el pueblo, los chiquillos salieron corriendo tras él tirándole piedras. Una viejita del lugar al verlos, se unió a ellos gritando:
-¡No le den en la cabeza, muchachos, a ver si lo cogemos vivo!
¿Hace falta que les aclare el cuento? ¿Verdad que no?
Saludos.