Habíamos quedado en ir a la cumbre a coger piñas de pino que, una vez pintadas de distintos colores, adornarían el árbol de Navidad. Paramos en Ayacata, para saludar a un amigo común: Juan Castro. Desde allí seguimos hasta la entrada del Roque Nublo. Aparcamos y provistos de las correspondientes botellitas de agua, empezamos la subida. Mi muchacha, muy interesada con la naturaleza, preguntaba el nombre de diferentes plantas : salvia blanca, jaras, etc. Al llegar a la altura del Fraile, paramos . Ella trepó hacia la cueva del alto y cuando bajó, una persona que pasó les tiró una foto. La mente de Pancho echó a volar recordando una situación similar – o un sueño- que le gustó recordar…. Pero esta vez no había botones de oro, una bella planta de flor amarilla que parece plástica.
Ya un poco cansados -¿porqué no decir extenuados?- llegamos a la llanura del Roque Nublo. Allí estaba, radiante, majestuoso, junto a su Rana. El día precioso, con el cielo totalmente azul y ese fresco característico que enfría la cara. Mi pareja dijo:
-¡Bueno, ya lo vimos, vámonos ya!
Le contesté :
-¡Si tu llegas hasta aquí y no tocas el Roque Nublo, te caerá la maldición del guanche!
- ¿Qué maldición?
-¡No se puede decir, porque si no, me cae a mí!
Seguimos caminando, nos hicimos muchísimas fotos, buscando encuadrar el Roque Nublo como si lo tuviéramos entre las manos, tal como se muestra. Caminamos hasta el Roque, lo tocamos y nos sentamos delante de él un buen rato admirando el paisaje, mientras ella tiraba fotografías. Al marcharnos, se alegró al descubrir el Teide sobre el mar de nubes en la lejanía.
La bajada estuvo ocupada con temas ecológicos, sobre cómo debemos cuidar de la naturaleza. Hizo una foto a un bejeque en flor que también les muestro.
La vuelta la hicimos por La Pasadilla y Pancho contaba el susto que pasó una vez cuando se quedó sin frenos en esa carretera. Que después paró en Ingenio para comprobar la avería y Lamariya no quiso ponerse en marcha. Que tuvo que llamar a Carlos, el padre de ella, para que resolviera el problema.
Pues, ya ven que sin querer se descubrió quien era mi chica. Es mi nieta: Paola, la más guapa, la que me tiene aburrido con su saxofón soprano.
El viaje terminó al llegar a casa, salió del coche corriendo y gritando:
-¡Fuimos al Roque Nublo y lo toqué para que no me maldijera el guanche!
-¿Qué guanche?
A lo que contestó:
-¡No sé, pero tampoco se puede decir! ¿verdad, abuelo?