En todas las casas había uno o dos abuelos. Antes acababan su vida en sus casas o en las de sus hijos y, a los niños nos gustaba escuchar sus historias, hacerles preguntas, en fin, estar con ellos. Ya hoy no tenemos la misma referencia de los abuelos.
La abuela Frasquita
En todas las casas había uno o dos abuelos. Antes acababan su vida en sus casas o en las de sus hijos y, a los niños nos gustaba escuchar sus historias, hacerles preguntas, en fin, estar con ellos. Ya hoy no tenemos la misma referencia de los abuelos.
El reintegro
Aquí va la historia de hoy:
Un día, nuestro Pancho se reunió con un trío de “bergantes solteros” y, guitarras y timple en mano, primero se fueron para Las Palmas y como sería esa juerga, señores, que recalaron en Tenerife. Pasaron una semana entera de tenderete y al final, como todo se acaba, aparecieron por sus casas.
La mujer, -vamos a bautizarla hoy como Clarita-, estuvo desesperada buscándolo por hospitales, Policía Local y Guardia Civil. Y cuando llegó a la casa, al encontrarse a su Pancho acostado – de zorrocloco - y hecho un poema, empezó a chillarle con gritos, gemidos, tratándole hasta de bandío. Éste con su finura habitual –dejarse dir pal pie, se llama en canario,- no plantó cara a su mujer, diciéndole apesadumbrado:
¿Y que voy a hacer, mujer, si Dios le da sombrero a quien no tiene cabeza?. Clarita, poco a poco, se fue calmando, echó su llantina y hasta su beso le dió.
A los tres días, y cuando el mar de la casa ya estaba en calma chicha, los amigos le invitan para volver de parranda el sábado.
Después de mucho cavilar, esto fue lo que le dijo Pancho a su mujer:
¿Clarita, sabe usted cuando estuve pá Tenerife? ¡Pues compré un número de ciegos y salió premiado con el reintegro! ¡Y ahora tengo que volver pallá pá poder cobrarlo! .
¡Señores, el sábado no hay machorra!
Este dato es necesario para la comprensión de la historia que sigue a continuación:
Estamos en el cementerio, esperando por el coche fúnebre y oigo a un señor que le dice a otro: ¡Oye, el sábado, por la mañana, Alberto mata una machorra, no me faltes!.
Jurado por Dios que a mí no me invitaron, pero si les puedo decir que esta conversación la oí casi todas las veces, -dicha por otros o por mí- mientras esperábamos.
Lo gracioso fue cuando ya terminaba el entierro, se sube el señor del traje oscuro para notificar y cuando va a hablar, se sube también Alberto cabreado por tantos invitados a su fiesta y a voz en grito, dice:
¡Señores, el sábado no hay machorra!
¿Qué pensarían las personas que estaban allí para un entierro y no tenían conocimiento de la fiesta de la machorra?. ¿Era un buen lugar y momento para anunciar una fiesta? ¿Saben quien invitaba a todo el mundo? ¿No lo sospechan? Saben que Pancho (PT) no se llevaba con Alberto?
Mi agradecimiento al amigo Pepe Trujillo, de Telde.
¿Qué le pasa a los morales?
Había a la entrada un cartel donde se proponía la compra de licor de moras. Le dije al señor que estaba tras el mostrador, -una persona de lo menos 90 años, con unas gafas de las que llamamos de "culo de botella", por la gran cantidad de dioptrías que debe tener-, que quería una botella de licor y su respuesta fue la siguiente:
Tengo que quitar ese cartel de ahi. -Obsérvese que no dijo ahí, con acento, sino ahi-. ¡No tengo licor, cristiano, porque ya no hay moras!. ¡ Yo no sé lo que les pasa a los morales, debe ser por los tiempos que hay, pero se han vuelto como los políticos. Todo son flores, pero frutos ni uno!.
Quiero agradecer las respuestas de Vds. a los escritos anteriores, especialmente a esas personas imaginativas, con sentido del humor y rapidez mental que alegran la vida del que les escribe. Saludos de Pancho