Esta hoja no tiene más pretensiones que plasmar por escrito, para no olvidarme de aquellos momentos o situaciones que provocaron en mí una sonrisa, preferentemente historias relacionados con la socarronería del hombre o mujer del campo canario, o como decimos aquí, de los magos o maúros.

La medalla de Juanito Correa


Juanito Correa tuvo que resolver unos asuntillos en el juzgado de Las Palmas, allí por la zona de Vegueta.   Usted sabe cómo son esas cosas. Que si pa’ aquí, que si al procurador, que si las fotocopias, que si deme el recibo….  Él no es muy despierto para esas cosas, pero tampoco quiere pagar y no saber de qué  va el asunto ¿me entiende? Así que cargó un par de gallinas amarraditas de patas y con la cabeza pa’ abajo y  dos cajitas de higos blancos para pagar favores y tiró pa’ la capital.
En fin, repartiendo regalos y “meniando” papeles estuvo ocupado hasta la una del mediodía. Y eso que llegó temprano. Les cuento que cogió el coche de hora de las 7 y media de  la mañana en Firgas y a eso de las nueve, nueve y cuarto,  ya estaba en el Hoyo del Parque de San Telmo.
Pues bien,  como les dije, una vez terminado de arreglar sus asuntos, se fue caminando  para la zona del Mercado de Vegueta,  al restaurante “El Herreño” de toda la vida a echarse su pitanza. ¡Bien le gustan a mi hombre pedir una media de carajacas con su botellín de cerveza, de entrante!  

Y para acabar su sancochito de cherne, con su cebolla, batatita, pellita de gofio, papas nuevas y su mojito colorao.

Según terminó, pagó la cuenta y fue a tomarse el cortadito a la churrería del mercado. A medio consumo, le entraron al hombre ganas de ir al servicio.
                -¡Caballero, donde está el baño!
                -¡Subiendo por esa escalera, al fondo a la derecha! Tenga la llave ¡y no se me olvide de tirar de la cadena!

Juanito subió renqueante por la escalera. ¡Señor, fuerte escalera pendiente! Al llegar arriba, abrió su puerta y no les voy a detallar que más hizo. ¿A quién le interesa? ¡A nadie! ¡Por eso!

Una vez que se “habilitó” cerró con llave, bajó la escalera y se acercó al mismo empleado, devolviéndosela .
                -¿Qué? preguntó: ¿ Tiró de la cadena? ¡Es que si no, no hay quien aguante ahí arriba!

A lo que Juanito, muy serio, contestó
                -¡La cadena si la tiré! ¡Pero la medalla, no, porque es un recuerdo de mi madre!

 

Saludos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya hombre tonto cristiano!!
a ese pobre hombre lo engañaron en Las Palmas amigo!!
saludos tio Pancho, a veces Miguel. ;)